La filósofa francesa propuso utilizar la compasión y la ternura como armas frente a la depredación nazi. Su legado ha tenido efectos palpables en las resistencias del presente.
Simone Weil (París, 1909) vivió entre guerras: dos mundiales y una civil. El conflicto en sus manifestaciones más atroces fue parte de su entorno hasta el último de sus días. Aun así, la filósofa supo conjugar su militancia anarquista y sus inclinaciones hacia la paz para proponer una salida sin precedentes: la conformación de un cuerpo de enfermeras de primera línea para el ejército francés.
La pensadora sentía horror por la situación de las personas en la retaguardia de las guerras, pero también la invadía el sentimiento de responsabilidad. En 1936, viajó a España para estar presente junto a los estratos sociales más desfavorecidos. Allí pudo constatar que la barbarie no solo formaba parte del accionar del bando opuesto: también del suyo.
A sus ojos, la barbarie es transmisible y cualquiera puede sucumbir ante ella. “Si se tiene la aprobación de un grupo, puede acabarse con la vida de otros”, explicó la Dra. Sol Romano Mora durante un foro de la Ibero Puebla. El asesinato se convierte en una expresión de valor y virilidad donde el perpetrador no es consciente de la magnitud de su acción.
Weil observa que los conflictos más violentos se caracterizan por carecer de un objetivo específico. “El bárbaro vive deslumbrado por el poder que cree tener en sus manos. Esto lo hace creer que tiene derecho a decidir sobre la vida de los otros”, repasó Romano Mora.
Aunque no tuvo formación judía, Weil huyó junto a su familia a Nueva York en 1942 para protegerse del antisemitismo. Lo hizo confiando en que, desde allí, podría desplazarse a Londres para participar directamente en la guerra bajo las órdenes del general Charles de Gaulle.
El poder, decía la escritora en alusión al hitlerismo, es frágil. Quien quiera proyectarlo debe recurrir a mecanismos de dominación como la retórica nacionalista, el prestigio (a través de la propaganda) y el terror (basado en la fuerza). En palabras de la pensadora francesa: “La crueldad fría, calculada y que constituye un método […] es un instrumento incomparable de dominio”.
Su propuesta de constituir un escuadrón de enfermeras tenía una alta aspiración simbólica sobre lo que podía representar la presencia femenina en el campo de batalla. Si bien no era feminista declarada, consideraba que no había razones para considerar la vida de una mujer más valiosa que la de un hombre, por lo que sus compañeras podían comprometerse en una situación extrema.
La pensadora insistió en encontrar métodos opuestos a la fuerza destructora de los bárbaros. El proyecto de formación de enfermeras fue enviado al Gobierno de Francia en 1942. Se argumentaba que su presencia tendría beneficios relacionados con el cuidado inmediato y el consuelo moral. “Estando presentes en el lugar de mayor peligro, ellas salvarían en muchos casos la vida de muchos soldados”, escribió la autora en una de sus cartas.
Como explicó la profesora de la Licenciatura en Literatura y Filosofía de la IBERO Puebla, una de las causas del éxito de los nazis es el conocimiento y aprovechamiento de la psicología humana. Adolf Hitler golpeó la imaginación del mundo a través de una propaganda acompañada de acciones. Los hombres se veían motivados por una ideología más parecida a una religión que a un discurso político ordinario.
Los aliados tenían la responsabilidad de no imitar a los del bando contrario, sino golpear esas imaginaciones desde un eje distinto. Con las enfermeras, se demostraría que la presencia femenina podría causar una gran impresión en todos los involucrados sin necesidad de recurrir a la violencia.
Así, el escuadrón de Weil estaba conformado por mujeres que equilibraban la valentía y firmeza con la ternura y el cuidado. “La heroicidad que demuestran al poner en riesgo su vida tendría un alto impacto por estar fundamentado en actos”. El fin último de la escritora era aportar un símbolo de amor que resistiera a la barbarie.
Pero no ocurrió así. El proyecto no fue materializado y Simone Weil trabajó como redactora en Inglaterra, donde murió de tuberculosis en 1943, un año después de lanzar su propuesta. Aun así, el equipo de enfermeras es recordado como un combate contra la fuerza bruta, “una manera de hacer vivir, la de un valor superior al heroísmo fanático de las SS nazis”.
En la actualidad, el legado de la filósofa anarquista invita a reflexionar, actuar y comprometerse con los otros. Sol Romano deseó que siempre haya personas dispuestas a ver por los demás y usar la ternura como resistencia a la violencia. Porque la barbarie, se ha visto, se combate todos los días.