En cuestión de horas tras una explosión que según los reportes mató a cientos de personas en un hospital de Gaza, los manifestantes arrojaban piedras contra las fuerzas de seguridad palestinas en la ocupada Cisjordania y a la policía antimotines en la vecina Jordania, en una muestra de furia contra sus líderes por no detener la matanza.
El presidente de Egipto, Abdul Fatá El Sisi, el rey Abdalá II de Jordania y el presidente palestino, Mahmud Abás, amigos de Estados Unidos y que normalmente aprovechan la oportunidad de reunirse con presidentes estadounidenses, cancelaron una cumbre prevista para el miércoles con Joe Biden, que ahora visitará sólo Israel.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, dedicó buena parte de la semana a reunirse con líderes árabes para tratar de contener las tensiones, pero esos esfuerzos se veían en duda tras la explosión en el hospital. El asunto delicado del sufrimiento palestino acumulado durante décadas, que había quedado sobre la mesa en los acuerdos de normalización mediados por Washington entre Israel y varios estados árabes, volvía a latir y amenazaba con más inestabilidad.
“Esta guerra, que ha entrado en una fase peligrosa, sumirá a la región en un desastre atroz”, advirtió Abdalá, uno de los aliados más cercanos a Occidente en Oriente Medio.
El Ministerio de Salud gestionado por Hamas dijo que un ataque aéreo había provocado la explosión en el hospital, mientras que Israel lo atribuyó a un cohete fallido de la milicia Yihad Islámica. Biden refrendó la versión israelí tras llegar a Tel Aviv, al decir que el suceso parecía ser obra “del otro equipo, no ustedes”, pero que había “mucha gente” que no estaba segura.
No había dudas entre los manifestantes árabes reunidos el martes por la noche en varios países para condenar lo que consideraban una atrocidad israelí.
En la Cisjordania ocupada por Israel, que lleva bajo asedio desde el cruento ataque de milicianos de Hamas que desencadenó la guerra el 7 de octubre, los manifestantes chocaron con las fuerzas de seguridad palestinas y pidieron que se depusiera a Abás.
Israel y Occidente consideran desde hace mucho a Abás como un socio a la hora de reducir las tensiones, pero la Autoridad Palestina que dirige es percibida de forma generalizada entre los palestinos como corrupta y un cómplice autócrata de la ocupación militar israelí en Cisjordania.
Jordania, considerada como un bastión de estabilidad en la región, ha registrado protestas masivas en los últimos días. Los manifestantes propalestinos intentaron asaltar el martes por la noche la embajada israelí.
“Son todos gobernantes árabes de la normalización, ninguno de ellos es libre, ¡los libres están todos muertos!” exclamó un manifestante. “¡Los países árabes son incapaces de hacer nada!”.
Egipto fue el primer país árabe en hacer las paces con Israel, a finales de la década de 1970. Le siguió Jordania en 1994.
Egipto no ha tenido grandes protestas desde que comenzó la guerra entre Hamas e Israel. Las autoridades allí han perseguido con dureza la disidencia durante más de una década. Pero el temor a que Israel pueda empujar a los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza a la península egipcia del Sinaí y los precios disparados por la inflación podrían ser una combinación explosiva en un país donde un alzamiento popular derrocó a un autócrata respaldado por Estados Unidos en 2011.
Un pequeño grupo de activistas protestó el martes por la noche cerca de las embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña en el centro de El Cairo y pidió que Egipto cortara lazos con Israel y expulsara a su embajador. Las autoridades han reforzado la seguridad en el distrito cariota de Maadi, donde está la embajada israelí.
“El gobierno de Estados Unidos es cómplice al respaldar los crímenes cometidos por el ejército de ocupación contra el pueblo de Gaza”, afirmó Khaled Dawoud, vocero de una coalición de personas destacadas y partidos políticos opositores.
También hubo protestas en Líbano, donde Hezbollah ha cruzado fuego con las fuerzas israelíes en la frontera y amenaza con intervenir en la guerra con su enorme arsenal de cohetes, así como en lugares más distantes como Marruecos.
“Las calles árabes tienen una voz. Puede que esa voz haya sido ignorada en el pasado por gobiernos en la región y Occidente (…) pero ya no podemos seguir haciéndolo”, dijo Badr al-Saif, profesor de historia en la Universidad de Kuwait. “La gente está enfurecida”.
Hasta hace unas pocas semanas, el panorama se veía muy diferente en la región.
En su discurso a la Asamblea General de Naciones Unidas el mes pasado, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ensalzó los Acuerdos de Abraham, en los que cuatro estados árabes normalizaron las relaciones con Israel en 2020, como un “punto de inflexión histórico” que “augura el amanecer de una nueva era de paz”.
Israel, afirmó, estaba “al borde de un hito aún más drástico”, un acuerdo histórico con Arabia Saudí en el que se había centrado el gobierno de Biden en los últimos meses.
Los Acuerdos de Abraham, con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán, se alcanzaron con líderes autócratas dispuestos a dejar a un lado la cuestión palestina para asegurar sus propias prestaciones de Estados Unidos. EAU esperaba conseguir cazas avanzados. Marruecos consiguió el apoyo de Estados Unidos para sus reclamaciones territoriales sobre el Sahara occidental, y la junta militar que gobierna Sudán consiguió que se levantaran antiguas sanciones estadounidenses.
Arabia Saudí había pedido un pacto de ayuda y defensa con Estados Unidos para establecer un programa nuclear civil, así como una importante concesión para los palestinos que los saudíes aún no han hecho pública.
Pero pese a toda esa diplomacia de alto nivel, los musulmanes y árabes de a pie aún expresan una fuerte solidaridad por la causa palestina. Durante el Mundial de fútbol del año pasado, por ejemplo, se ondearon numerosas banderas palestinas a pesar de que esa selección no competía.
La reciente devastación en Gaza reavivó esos sentimientos, lo que probablemente dio motivos para pensar a las autoridades saudíes y otros gobiernos que estudiaban la normalización.
“Ningún gobierno árabe puede tender la mano a Israel ante esta agresión sobre los palestinos”, afirmó Ammar Ali Hassan, politólogo egipcio.
“Los pueblos árabes no aceptarán un gesto así. Ni siquiera los gobernantes se beneficiarían de esos lazos en este momento”, dijo. “La guerra en Gaza ha reavivado la causa palestina”.
Fuente: AP