Una política basada en el respeto a la vida y a la naturaleza podría conducir a la construcción de relaciones más armónicas y solidarias, donde el objetivo último sea el cuidado colectivo.
Los últimos cuatro años han sido letales para las personas defensoras del territorio. En 2021, México se convirtió en el país más peligroso para el activismo por la tierra al registrar 54 asesinatos. Diferentes grupos comunitarios han buscado hacer frente a la devastación de los ecosistemas a partir de la reivindicación de una espiritualidad y una praxis política comprometidas con la vida.
Así lo explicó para la Ibero Puebla David Jiménez Ramos, profesor de la Universidad Campesina Indígena en Red. Las relaciones comunitarias se centran en una visión holística que reconoce las interacciones permanentes entre lo humano y lo no humano. Contrario a las miradas occidentales, el eje central de la espiritualidad indígena se sitúa en el territorio.
Expuso el especialista: “Somos territorio. Con nuestras alegrías, tristezas y esperanzas. Vivimos, disfrutamos y nos organizamos para cuidarnos entre todos. […] Somos comunidad, diversidad y vida”. Las narrativas se construyen desde el conocimiento ancestral y la comunalidad.
Tal es el caso de la sierra del Tentzo (que se traduce como ‘abuelo’), donde la figura de las serpientes de agua representa el recorrido de los mantos acuíferos entre cerros, cuevas y barrancas. El mito, inspirado en Quetzalcóatl, se utiliza como alegoría para refrendar la importancia del líquido vital para las comunidades aledañas a la reserva estatal.
Para Jiménez Ramos, el agua representa un elemento sagrado del que emana todo lo que existe. “Es vida para todos, especialmente desde las mujeres”. Por lo tanto, no puede ser vista como un objeto o recurso. Las comunidades organizadas, agregó, encuentran en el agua uno de los intereses comunes que impulsan la creación de asambleas y comités de representación.
Durante la Primera Asamblea Nacional por el Agua y la Vida celebrada en Santa María Zacatepec (Juan C. Bonilla), se expresó: “Hacemos el llamado a todos los pueblos que luchan y defienden la vida a unirse a estas acciones conjuntas, a abrazar a nuestra hermana agua, a dejarnos conectar por sus cauces, para así seguir construyendo los mundos posibles que soñamos”.
Estos valores han sido claves en la lucha colectiva frente a la embotelladora Bonafont. En febrero de 2022, la comunidad tomó las instalaciones de la unidad perteneciente a Nestlé para frenar la extracción de agua que, aseguran, ha derivado en desastres como el socavón. Se espera que representantes de la causa comunitaria expongan el caso en un encuentro internacional en Francia en los próximos días.
Las sociedades occidentales han perdido los valores y las prácticas comunitarias en favor de modos de vida individualistas y tendientes al consumo desmedido. En esa línea, David Jiménez llamó a espiritualizar la política —y viceversa— como una forma de proteger la vida desde una mirada integral. Los procesos de crecimiento colectivo, advirtió el colaborador de La Casa de Paz, son largos y complejos, contrario al capital y su obsesión con lo inmediato.