Nick Foles tocó el cielo con las Águilas en 2013, pero dos años más tarde contempló el retiro sólo con 26 años de edad. Hoy, gracias a que tomó la decisión de no abandonar, la vida le ha dado una revancha y está a un triunfo de levantar el Vince Lombardi.
La carrera del mariscal de campo parecía despegar en su segunda temporada en la NFL, luego de apoderarse de la titularidad con Filadelfia y lanzar 27 pases de anotación, siete en un partido (récord), y sólo dos intercepciones, al tiempo que lideraba a su equipo a los Playoffs con marca de 10-6.
Al año siguiente, Foles comenzó como la primera opción de los emplumados, pero una fractura de clavícula en la Semana 9 ante los Texanos arruinó su campaña.
Las Águilas lo cambiaron a los Carneros de San Luis en 2015 y, tras un decepcionante calendario, el pasador, junto a su esposa Tori, tuvo tiempo de reflexionar sobre su futuro en los emparrillados.
«Literalmente, hice una oración y mi corazón me dijo que volviera. No fue fácil, no estaba seguro, pero mi fe y todo lo que experimenté, me permitió crecer y convertirme en un mejor jugador», reveló Foles.
En 2016, se reunió en Kansas City con Andy Reid, el entrenador en jefe que lo reclutó para Filadelfia, aunque los Jefes no lo firmaron para esta temporada y regresó a las Águilas, esta vez como suplente de Carson Wentz. Y cuando el candidato a Jugador Más Valioso de NFL se lesionó, Foles estaba listo para esa oportunidad.
Si bien en los últimos juegos del rol regular generó dudas, el quarterback ha estado impecable en la postemporada, lanzando cinco touchdowns sin intercepciones en la Ronda Divisional y el Juego de Campeonato de la NFC ante Atlanta y Minnesota, respectivamente.
En el Super Bowl LII, Foles tendrá la oportunidad de brillar frente a Tom Brady, quien será miembro del Salón de la Fama, y los Patriotas.
Si gana, su futuro en la NFL no sólo estará asegurado, sino que su nombre será recordado por siempre.