En cualquier régimen democrático los contrapesos son importantes. Las voces disidentes son bienvenidas, quienes con argumentos puedan debatir y cuestionar a la clase gobernante; sin embargo, en nuestra escena local, al parecer, no es así.
Desde el anonimato, la mayoría se envalentona, fanfarronea y se critica, sin temor a ser descubierto; sin embargo, no siempre sale las cosas como se planean.
Muestro de ello es cierto grupo de empresarios anidados en la Coparmex, quienes dejan mal parado a la cúpula empresarial y la exhiben como un ente carente de ideas, incapaz de debatir.
Increparon al gobernador Miguel Barbosa, eso es bueno, pero sin argumentos; en cambio, el oriundo de Zinacatepec mostró ser un político conciliador, abierto al diálogo. Abrió el espacio al debate y enmudecieron, o como diría López Obrador: callaron como momias.
Esos gritos exhibieron el nulo interés por debatir y construir un mejor estado. Solo quieren las prebendas que gobiernos anteriores les brindaban.
Antes, palidecían al ver manotear o gesticular al otrora Señor de los Cerros y únicamente asentían con la cabeza. Ahora, les abren la puerta a debatir y estos rehúyen.
Días después, optaron por difundir, a través de sus redes sociales, una serie mensajes conciliatorios, piden un diálogo con respeto, pero ellos hicieron lo contrario; mostraron el cobre.
Así no se puede.