No es necesario soñar que la casa de al lado, la grandota, blanca, con piso de mármol es tuya, porque lo es, así lo dice el anfitrión que habla con la lengua congelada por el frío: “siéntanse como en casa, pasen pónganse cómodos”.
Pero como no sólo basta con la palabra, los espectadores que llegaron a ver la película Roma a Los Pinos, se pusieron cómodos, se sentaron en cada petate dispuesto, después se acostaron y se quitaron los zapatos.
Como en casa, tomaron una mochila como almohada y estiraron las piernas. El atardecer rojo se abrevió y con ello se apagaron las luces de la inmensa sala. En el lugar, los murmullos sólo se interrumpen para celebrar la apertura de la excasa presidencial que ahora es “casa de todos los mexicanos”, como dice un letrero.
La espera se alarga pero nadie se queja, al contrario disfrutan cada momento. De verdad, se sienten como en su hogar, incluso llevaron su pocillo de confianza para tomar ponche y su cobija favorita. Se abrazan y frotan sus brazos mientras hablan de la importancia de la cultura en el país.
Otros recuerdan con antipatía que el mismo lugar, en el que ahora disfrutan una película, antes fue un helipuerto que aún conserva una manga de viento y las luces perimetrales, “imagina llegar a la puerta de tu casa en helicóptero sin importar que vayas sólo al Zócalo”, le dice una joven de 14 años a su madre.
Aquello quedó atrás desde el 1 de diciembre. Ahora la residencia y sus jardines reciben a miles de personas que cada día se asombran por los espacios que gozaron los 13 presidentes que vivieron ahí, pero también celebran poder entrar y disfrutar de una casa vacía pero que según Antonia “tiene nuevos aires”.
Todos se sienten tan cómodos que parece no importarles que un cúmulo de periodistas se arremoline en torno a Yalitza Aparicio, la protagonista de la historia que están a punto de contemplar. Ella habla de quitar los estereotipos, “no importa el color de tu piel ni tu nivel socioeconómico”.
Sólo se despabilan cuando escuchan que habrá una rifa para que 35 personas disfruten la película en la sala de cine de la exresidencia oficial, para Enrique, uno de los ganadores ver Roma desde ahí significa “un triunfo de la cultura frente a la ilegalidad”.
Con la primera escena, un silencio sepulcral casi increíble con tres mil personas reunidas. En la pantalla corre agua con jabón sobre un piso de mosaicos, todos con la mirada allá en la imagen en blanco y negro, es tan grande que nadie tiene dificultad para contemplarla.
Algunos gritos para exigir que bajen un dron que graba desde las alturas a la multitud. Después, regresa la atención a la pantalla, los ojos parecen más grandes de lo común, abiertos para ver cada acontecimiento como nunca antes lo habían visto con un cielo estrellado como cubierta.
Dos horas y quince minutos y las piernas se entumieron pero a decir de Jorge “valió la pena, la experiencia fue mágica, por el sonido que te envolvía, por el frío, por el lugar, todo fue increíble”.
Todos caminan rumbo a la avenida Constituyentes debajo de un letrero que dice:“Bienvenido pueblo de México”, la película se ha terminado, pero podrán regresar y de nuevo sentirse como en casa.