La princesa Mako de Japón dará el sí quiero a su excompañero universitario Kei Komuro el día 26, cuatro años después del anuncio de una boda de ensueño tornada en escándalo que ha salpicado la imagen de la familia imperial por una rencilla financiera.
La pareja volvió a verse este lunes por primera vez en más de tres años, cuando Komuro visitó a los padres de Mako, el príncipe heredero Fumihito y su esposa Kiko, antes de la boda del próximo martes, para presentar sus respetos y dar explicaciones sobre la disputa, todavía abierta y que ha sido el escollo del matrimonio.
El joven abogado volvió a Japón el mes pasado desde Estados Unidos, adonde se trasladó en agosto de 2018 para cursar un posgrado de Derecho en la Universidad de Fordham de Nueva York y presentarse al examen para ejercer la abogacía en el país norteamericano.
La marcha de Komuro se produjo medio año después de posponerse su enlace con la princesa, que se justificó por falta de tiempo para los preparativos, y que coincidió en el tiempo con el aireo de una disputa financiera de su madre, Kayo, con su exprometido.
La boda, que inicialmente se fijó para el 4 de noviembre de 2018, volvió a posponerse en el contexto de la pandemia. Con la escaramuza monetaria aún en el aire y oposición en ciertos sectores sociales, la pareja ha optado por celebrar un enlace civil y dejar de lado los característicos ritos vinculados a las bodas de este postín para reducir al mínimo su exposición pública.
La boda más relevante en la familia imperial en más de una década terminó convirtiéndose en una experiencia desagradable para Mako, que sufre un síndrome de estrés postraumático debido al intenso escrutinio mediático y a las críticas de las que han sido objeto ella y su prometido, según reveló este mes la Agencia Imperial.
UN COMPROMISO DE ENSUEÑO
«Me sentí verdaderamente feliz cuando él se me declaró a finales de 2013 y acepté en el momento», relató una radiante princesa ante las cámaras a principios de septiembre de 2017, cuando formalizó su compromiso con Komuro, en su primera aparición pública juntos.
La pareja llevaba unos cinco años de relación cuando anunciaron sus planes de boda. Se conocieron en 2012 en una reunión informativa de la Universidad Internacional Cristiana de Tokio, a la que ambos asistían, para estudiantes interesados en programas internacionales.
La complicidad de ambos ante las cámaras alimentó el romanticismo en torno a la pareja, que había estado cultivándose desde que el compromiso se filtrara a la prensa y por las implicaciones para la princesa, que perderá su estatus de miembro de la familia imperial.
Las mujeres de la familia imperial nipona quedan desvinculadas de la institución cuando contraen matrimonio con un hombre que no pertenece al linaje, de acuerdo a la Ley de la Casa Imperial, que también concede de forma exclusiva a los varones los derechos sucesorios al Trono de Crisantemo.
El anuncio del compromiso de Mako y Komuro volvió a poner en el foco mediático el debate sucesorio, pues supone una nueva baja en la familia, en continuo declive debido a la escasez de varones.
Mako, que este sábado cumplió 30 años, es la primogénita del príncipe heredero Fumihito (55), hermano del emperador Naruhito (61); y hermana mayor del príncipe Hisahito (15), segundo en la línea sucesoria.
El príncipe Masahito (85), hermano del emperador emérito Akihito (87), es el último varón con derechos de sucesión en el avejentado y mermado linaje japonés, la dinastía hereditaria reinante más antigua del mundo, que está actualmente compuesta por 18 miembros, de los que Mako dejará de formar parte la próxima semana.
UNA BODA RELEGADA AL OSTRACISMO
La princesa Mako es una figura con un notable reconocimiento en Latinoamérica. La joven estuvo realizando actos de representación en la región antes y poco después del anuncio de su compromiso, pero su perfil público disminuyó cuando comenzaron los ataques hacia la pareja.
Primero se descartaron las ceremonias que marcaban el compromiso, después Komuro (30) abandonó Japón y desde Estados Unidos ha publicado comunicados sobre la disputa financiera, que involucra el uso de unos fondos en parte destinados a cubrir sus estudios.
La controversia llevó a que Mako decidiera renunciar a la dotación de 150 millones de yenes (1,13 millones de euros) que reciben las mujeres de la familia imperial que contraen matrimonio y abandonan la institución, y a las mencionadas ceremonias nupciales.
Mako se convertirá de este modo en la primera princesa del Japón de posguerra que rompe ambas tradiciones.
La pareja tendría previsto mudarse a Nueva York tras contraer matrimonio para iniciar su nueva vida, ya lejos -o eso esperan- de los focos mediáticos nipones.
EFE