[En este 2019 se cumple medio siglo de la aparición de El apando, un libro clave de uno de nuestros escritores más nobles y congruentes con su trabajo literario…]
El 30 de septiembre de 1969, hace 50 años, es publicado El apando de José Revueltas (1914-1976) bajo el sello de Era, en la colección “Alacena”.
La Cárcel Preventiva de la Ciudad de México, también conocida como El Palacio Negro de Lecumberri, fue testigo e inspiración para la creación de esta novela, cuyos personajes Polonio, Albino y El Carajo encuentran cobijo en aquella vetusta construcción carcelaria. El tiraje de la primera edición fue de 3,000 ejemplares numerados. El relato fue escrito durante los meses de febrero y marzo de 1968.
De acuerdo con el Glosario de Criminología, de Enrique Figueroa Alfonzo (IURE Editores), apando se define como “la celda de castigo dentro de una prisión”. Por su lado, J. L. Franco ―en su El Canerousse / Diccionario de la Cárcel, coeditado por Almadía/Salario del Miedo― dice que apando es un “lugar donde se atrapa a alguien; se encierra como castigo para escarmentar”.
Zona fuera de la moral: García Ponce
Escribe José Revueltas en El apando: “… atrapados por la escala zoológica como si alguien, los demás, la humanidad, impiadosamente ya no quisiera ocuparse de su asunto, de ese asunto de ser monos, del que por otra parte ellos tampoco querían enterarse, monos al fin, o no sabían ni querían, presos en cualquier sentido que se los mirara, enjaulados dentro del cajón de altas rejas de dos pisos, dentro del traje azul de paño y la escarapelada brillante encima de la cabeza, dentro de su ir y venir sin amaestramiento, natural, sin embargo fijo, que no acertaba a dar paso que pudiera hacerlos salir de la interespecie donde se movían, caminaban, copulaban, crueles sin memoria, mona y mono dentro del Paraíso, idénticos, de la misma pelambre y del mismo sexo, pero mona y mono, encarcelados, jodidos”.
A dos años de la muerte del escritor duranguense, en abril de 1978 en Proceso el crítico literario Vicente Francisco Torres recordaba al autor de Los motivos de Caín con una entonces inédita plática:
―¿Hasta qué punto está relacionada tu obra con tu biografía?
―En un sentido social, sí. Mis experiencias literarias son siempre experiencias políticas, desde Los muros de agua hasta Los errores o El apando. Como dice (ahora no recuerdo el apellido)… que a veces los escritores viven por experiencia literaria y no por experiencia existencial: viven para escribir y no escriben para vivir. Hay algo de mí en eso. La vida social y política, la lucha, me han servido para impregnarme de la realidad del país.
Juan García Ponce (1932-2003) escribió sobre la novela de Revueltas en un texto que compilan Norma Klahn y Wilfrido H. Corral en su libro Los novelistas como críticos editado en 1991 por el Fondo de Cultura Económica: “El apando, ese sitio aislado al que se busca separar de todo, es la celda de castigo en la cárcel, es la prisión dentro de la prisión, el último reducto en el que se niega la libertad, si esto fuera posible, si la libertad, tal como altamente nos lo muestra el relato, no fuera la expresión de la necesidad y como tal no es reductible a nada, se expresa incluso en nuestra capacidad de negarnos, de escoger la muerte que se nos muestra en la obra como una manera de buscar la vida”.
García Ponce cataloga El apando como “breve novela y enorme relato”: “No hay puntos y aparte en El apando, no hay pausas, respiros, hay una sola continuidad dentro de las que todo ha pasado y está siempre volviendo a pasar. Lo que pasa en El apando no tiene nombre, es innombrable, se coloca en esa zona que ya no es humana o que todavía no es humana y que precisamente por eso, enseñándonoslo en toda su inhumanidad, nos muestra al hombre. Esa zona está fuera de la moral, fuera de la civilización”.
Presos y policías son lo mismo: José Agustín
José Agustín (1944): “Desde Lecumberri, José Revueltas publicó su compacta, densísima, obra maestra El apando, que dice: presos y policías son lo mismo, la cárcel sólo es un reflejo de la sociedad entera, de ahí el título de El apando, que son las celdas de castigo, la cárcel dentro de la cárcel”.
El periodista Rodolfo Rojas Zea, en el prólogo del volumen Los Muros de Agua y Dormir en tierra, editados bajo el sello de Promexa en 1979, señala acerca de El apando: “Extraordinaria novela corta, su prosa, alegórica y rigurosa, dibuja sujetos y situaciones con los trazos enérgicos y sutiles de un poderoso lenguaje más cercano a las tintas y al aguafuerte que a la pintura, aunque, para seguir con la metáfora, muchas de sus páginas bien podrían ser la representación escrita, coincidente y causal, del arte pictórico, de Goya, El Greco o Durero”.
José Revueltas nació en Durango el 20 de noviembre de 1914 en plena Revolución Mexicana y, justamente en ese mismo mes pero de 1968, es detenido y encarcelado en la prisión porfiriana, donde es acusado de diez delitos. Antes ya había conocido la cárcel, pues como lo señala la investigadora Edith Negrín en el libro Un escritor en la tierra / Centenario de José Revueltas (Fondo de Cultura Económica, 2014): “Siempre por su activismo político, el escritor descubre la experiencia del presidio en 1929, cuando tiene cerca de 15 años. Es aprehendido en un mitin en el Zócalo de la ciudad, acusado de rebelión, sedición y motín y pasa seis meses en un reformatorio juvenil… La estadía en la correccional es la primera de una serie de reclusiones. Las principales: dos deportaciones a las Islas Marías, en 1932 y 1934-1935”.
Nobleza y modestia de Revueltas: José Joaquín Blanco
En 1941 José Revueltas publica Los Muros de Agua y 28 años después sale a la luz El apando. En tres décadas las obras de Revueltas están aglutinadas “en 26 volúmenes, de los cuales diez recogen las siete novelas y tres colecciones de relatos. De acuerdo con la integrante del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, Edith Negrín, El apando es “la obra de mejor factura entre las narraciones del autor”.
José Joaquín Blanco, en su libro José Revueltas (CREA y Terra Nova), expresa: “Fue el libro más amado por toda una generación. Forma parte de la antología más rigurosa de la prosa en lengua castellana… Revueltas ratificó su nobleza y su modestia: no escribió de sí mismo ni elaboró una sola línea para su pedestal. Aprovechó la cárcel para ver el mundo, para atrapar la visión de los hombres en condiciones tales que la común hipocresía, los convencionalismos o la rutina disimulan, y la prisión resalta…”
Por su obra El luto humano, Revueltas fue merecedor del Premio Nacional de Literatura en 1943. En 1967 es reconocido con el Premio Xavier Villaurrutia por su obra literaria publicada en dos volúmenes por Empresas Editoriales con un epílogo de José Agustín, quien escribió: “Revueltas es, ante todo, el mejor ejemplo del escritor lúcido, combativo y humilde: toda soberbia está lejanísima de su personalidad y eso le ofrece comunicación con todo y con todos”.
No conocía el rencor: Rosaura Revueltas
Su hermana Rosaura publica el libro Los Revueltas (Grijalbo, 1979), donde retrata a José: “Se parecía mucho a Silvestre. Era un ser humano limpio, honesto y confiado como un niño. No conoció la envidia ni el rencor; pero sí la indignación y el desaliento. Tenía un inagotable sentido del humor. Yo no sólo lo admiraba como ser humano, sino también como escritor”.
Agrega la actriz Rosaura Revueltas: “José tenía que contar con nuestro auxilio para caminar. El pobre estaba acostumbrado a este estado de cosas casi desde que salió del penal de Lecumberri, donde estuvo recluido dos años y medio”.
Jose Revueltas muere en 1976, tenía 62 años de edad. Apunta Negrín: “Intacta la brillantez de la mente y el cuerpo devastado por la intensidad de sus pasiones, la continua actividad política, las reiteradas cárceles. Tuvieron su parte asimismo el invencible alcohol y las inevitables enfermedades. Cuando fallece tenía la escritura, la visión del mundo y el sitio y el campo cultural sellados por el Movimiento Estudiantil de 1968, el último en el que participó”.
“Cárcel Preventiva de la Ciudad de México. Febrero-Marzo (15), 1969”, se lee en la página 56 de El apando. La investigadora Negrín cierra este repaso bibliográfico: “Las líneas están separadas solamente por puntos y seguido. La presentación tipográfica refuerza el confinamiento que habitan los personajes”.
Por Rubén Martínez Cisneros