En los momentos de crisis, diversos derechos alcanzados por las mujeres estuvieron en riesgo y se presentaron retrocesos; esto sucedió durante la pandemia donde una cantidad significativa de ellas perdieron su empleo o les redujeron salarios, apuntó la académica del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Ana Gabriela Rincón Rubio.
Además, abundó, por las brechas sociales y económicas, numerosas viudas carecieron de todo tipo de ingreso y aunque pensamos que la pandemia ya pasó y se habla de una supuesta recuperación económica, en el ámbito social llevará mucho tiempo.
Al participar en la mesa de diálogo Mujeres en resistencia: en la búsqueda de la justicia sustantiva, organizada por la Comisión Interna para la Igualdad de Género del IIS, resaltó que, por lo general, la violencia contra ellas tiende a quedar todavía más impune que la cometida contra los hombres.
Por ello, estos espacios son sustanciales para visibilizar ese problema e insistir en la relevancia de los derechos sociales ganados por las mujeres; “queremos recuperar lo que ya habíamos avanzado y todavía más”.
En su oportunidad, Elena Nava Morales, también investigadora del IIS, señaló que en el rubro de la investigación y la academia las emociones, en el caso de las mujeres, han sido relegadas o vistas como menos importantes porque también están feminizadas, se les considera algo propio de lo femenino y desdeñables. Afortunadamente cada vez hay más estudios sobre su relevancia y también de los procesos sociales.
Durante el encuentro -moderado por la coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, Verónica Zenaida Montes de Oca Zavala-, la antropóloga social indicó que en la indagación no existen emociones ni sueños, por rigor metodológico es necesario hablar de estas y plasmarlas, pues son la base de la construcción del conocimiento, del encuentro con el otro.
Comentó que vivir el distanciamiento social durante la pandemia fue una presión de cuidados de padres e hijos, pero también de autoexigencia, fueron tiempos difíciles, significó un parteaguas para la humanidad y estos espacios fueron fundamentales y terapéuticos, razón por la cual debemos continuar con su fortalecimiento.
Más brechas
A su vez, Lizett Paola López Bajo, filósofa de la Universidad de Cartagena, Colombia, y estudiante de doctorado del Posgrado de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM, destacó que su trabajo de investigación en ese nivel educativo y la discusión que se daba en su país sobre el derecho de las mujeres a un aborto legal, seguro y gratuito, la condujo al activismo en el tema, porque es necesario ampliar el conocimiento de la sentencias, leyes y normas, pues existe un desconocimiento sobre ello en buena parte de la población.
Enfatizó que la pandemia abrió más brechas para las mujeres de las que existían, por ejemplo en los servicios de salud. “La misma investigación me lleva a tener no solo las preocupaciones propias de mi trabajo doctoral, sino también como mujer y ciudadana, como feminista; hay un mundo de cosas todavía por hacer”.
Al hacer uso de la palabra, Angélica Ocampo, fundadora y coordinadora de Grandes Emprendedores, e integrante del Instituto de Envejecimiento Digno, donde su trabajo es convivir con las personas mayores y otorgarles acompañamiento, apuntó que a lo largo de su labor ha percibido la necesidad que tienen de ser escuchadas y reconocidas, “ya no tanto por la sociedad, sino por su familia”; se trata de seres humanos extraordinarios que se quedan o viven solos, pasan a ser cosas.
Ante ello, se creó un espacio creativo e innovador dirigido a esta población donde son reconocidos, descubren y explotan su potencial, ahí nos damos cuenta de que aun cuando pudieran tener algunas limitaciones siguen siendo productivos, autónomos e independientes, aseveró.
Subrayó la necesidad de generar proyectos con la participación de la comunidad, tejer redes que garanticen el bienestar de las personas mayores, no esperar a que todo nos dé el gobierno, sino ayudarnos entre nosotros mismos.