Inicio, desarrollo, diseño, su expansión por América Latina, la utilidad en la vida laboral y profesional, y toda la historia de las máquinas de escribir Olivetti, de origen italiano, se exhibe bajo el título “Olivetti Makes. Desing – Industry – Society”, en el Museo Tecnológico de Monterrey en Puebla.
En el inmueble, ubicado en la calle 4 Norte número 5, en el Centro Histórico de la ciudad, los visitantes admiran esta muestra que no sólo incluye carteles, videos y fotografías, sino también algunos ejemplares de los modelos de las máquinas, como la Valentine de 1969, Lettera 22 de 1950, la Suma 15 de 1949, la Lettera 25 o la Línea 98, entre otros modelos.
La exposición, que se inauguró el pasado 12 de febrero y permanecerá abierta al público hasta el próximo 31 de mayo, se distribuye en tres salas del recinto, y contó con la curaduría del arquitecto italiano, Pier Paolo Peruccio.
Se trata de una muestra que atrae a todos los públicos, a generaciones de adultos por la nostalgia de recordar el sonido de las teclas de sus letras patinadas y, en los jóvenes, por descubrir un artefacto que hoy está casi en desuso debido al surgimiento de aparatos digitales como computadoras, tablets, laptops y teléfonos inteligentes.
El recorrido comienza en la planta baja, donde se destaca la expansión de la marca Olivetti en América Latina, a partir de los años 20 del siglo pasado, cuando se inauguró en Argentina una de las primeras filiales de venta en el extranjero, fuera de su lugar de origen Ivrea, Italia, donde surgió hace 110 años.
La exposición Olivetti Makes ilustra la dimensión concreta de la política cultural e industrial de Olivetti en México, a partir de diciembre de 1949, cuando se constituye el primer núcleo de una sociedad para la venta de estos productos.
Giovanni de Witt, ingeniero industrial y director de la producción Olivetti, explica en un video que la fábrica de México se concentró en la producción de máquinas portátiles para todo el Continente, particularmente para el mercado escolar. La fábrica multiplicó tres veces los volúmenes de producción y llegó a 150 mil máquinas.
En los años 80, se decidió descentralizar la fábrica de la Ciudad de México y se opta por abrir una fábrica en Apizaco, Tlaxcala, en el municipio de Tepeaca, Puebla, y construir una estructura productiva para la producción de máquinas de moldes electrónicos, en la ciudad de Lerma, Estado de México.
En los cuatro establecimientos en México, Olivetti empleaba en total a mil 300 personas y contaba con cuatro sindicatos, uno para cada planta.
La segunda sala de la muestra, probablemente sea el clímax de la misma, porque cuenta con un área interactiva, que es un atractivo para el público de todas las edades. Se trata de una mesa amplia, donde permanecen fijos algunos modelos de máquinas de escribir, listos para ser usados por los visitantes.
La curiosidad de los jóvenes y la añoranza de los adultos se hacen presentes y, sin dudar, toman las hojas blancas, tamaño carta, penetran en los rollos de las máquinas y comienza el “click-clack” que sólo pueden producir las teclas de la máquina de escribir.
Algunos de los resultados de este ejercicio se pueden leer en un muro que el curador de la muestra colocó, y desde donde se pueden leer escritos que, además de evidenciar la falta de praxis en este tipo de escritura, reflejan el sentimiento que ha dejado en los usuarios emplear una Olivetti.
“Una exposición interesante, para nosotros fue inmanente (sic) recordar a nuestros padres trabajando con alguna máquina de escribir. Otro de los recuerdos más peculiares, fue el de la maestra de taquimecanografía que nos hacía tapar el teclado con un paliacate para aprender el orden de las letras y poder escribir más rápido. Para muchos estudiantes pudo haber sido una tortura, pero para nosotros fue interesante aprender a usarlas. Eva y Mauricio”, señala uno de los textos.
Otra de las notas, indica: “Lo más interesante del lugar fue la exposición de las máquinas, porque dejan usar una de ellas, y creo que eso gana muchos puntos en la buena experiencia. Es una increíble exposición, las máquinas de escribir ya no las encuentras en ningún lado, son GENIALES¡¡¡”.
“Es muy emocionante ver una de éstas en casas, incluso, los viejitos ya no tienen, y pienso que debería la gente conservarlas, porque valen mucho, son paso grande a las computadoras de hoy en día, y como tienen un gran valor, podían haberlas coleccionado como en la exposición de este gran museo”, apunta Anónimo.
En la tercera sala dedicada a esta muestra, los visitantes podrán conocer la exposición de carteles y fotografías que narran un periodo de la historia de México, entre los años 50 y 80 del siglo pasado, así como el papel de Olivetti en el suministro de la red de los centros de prensa para los Juegos Olímpicos de 1968.
Además, se pueden apreciar imágenes de alguno de los 20 centros de prensa instalados con teclados para más de 30 alfabetos, para los más de tres mil periodistas que se registraron para cubrir la justa deportiva de talla internacional.
Sobre las paredes del museo lucen varias fotografías históricas, como aquella del nadador Felipe “El Tibio” Muñoz, que pretende autografiar el material gráfico producido por Olivetti; a la derecha, se ubica el periodista Jacobo Zabludovsky y, en primer plano, la bolsa que se obsequió a los periodistas de los XIX Juegos Olímpicos con un diseño gráfico de Giovanni Pintori.
También, instructivos para el uso de la máquina, insumos como cinta bicolor (rojo y negro) para el carrete de la Lettera 22, papel corrector de escritura, el logotipo de la marca Olvetti, publicidad en la revista de la máquina de escribir Studio 42, o de la máquina MPI (1935).
Todo el material y documentos expuestos, gracias al aporte de archivos y colecciones como Storico Olivetti, de Legorreta, de Silvana Bellino, Julio A. Millán Bojalil, Claudio Landucci, Mauricio Tapia Maltos, Franco Zullo, y de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
Sin duda se trata de una exposición bastante recomendable que no tiene costo para los visitantes al Museo Tecnológico de Monterrey Puebla, de lunes a sábado, de 10:00 a 19:00 horas. Entrada gratuita.