Para Carles Monereo Font, el éxito como educadores no depende de cuánto leen, cuánto retienen o cuánto repiten los alumnos. Importa cuánto y cómo participan en su aprendizaje. A las y los estudiantes de hoy, hay que hacerlos juez y parte de su crecimiento, a la par que conectan con su entorno y sus capacidades individuales.
Para lograr esto, Monereo Font propone una estrategia innovadora para aplicar en el aula que busca que el estudiantado desarrolle agencia, compromiso y colaboración para una mejora continua. Este es conocido como partnership.
Esta estrategia se basa en diversas teorías pedagógicas, psicológicas y sociales que brindan las bases para construir una identidad personal y comunitaria. La más importante es la teoría dialógica del ser, que explica cómo la mente dialoga con otras voces y personas que han pasado por nuestra vida, y eso nos forma como seres completos y capaces.
“Nuestra mente es un laboratorio social, de tal manera que podemos dialogar con diferentes tipos de personas sin tratarlas directamente, y eso nos puede permitir conocer mejor a otras personas, es una especie de ensayo”. Esta habilidad permite desarrollar diferentes mecanismos para relacionarse con otros.
Dichas capacidades se potencian cuando se ponen en práctica. Por ello, el partnership es un incentivo para el estudiantado para dialogar consigo mismos y con los demás, a verse como profesionales y ser parte de las decisiones que marcan el rumbo de su educación.
Lograr lo anterior requiere de un proceso continuo que debe ser llevado con la ayuda del tutor, pero ya no desde un papel tradicional, sino como un colaborador más en la materia. Si antes toda la clase era determinada por el docente, ahora solo fungirá como facilitador y mediador; da la batuta al estudiantado para determinar la forma de trabajo.
De esta forma, las y los estudiantes pasan por etapas de mejora significativa. En primera instancia son pasivos: solo absorben los conocimientos que les dan sus tutores. Después, toman el paso a ser participativos: comienzan a aportar sus ideas y conocimientos a la clase. El estado ideal es convertirse en cocreadores de la materia.
La participación activa implica un buen nivel de autonomía y autoestima en el alumnado, que les permita tomar decisiones y, al mismo tiempo, tomar responsabilidad sobre ellas. Este factor también detona un sentido de pertenencia, lo que impulsa el principio de cuidado colectivo y solidaridad en el aula.
“Si ya en la asignatura les tratamos como si fueran profesionales, ya estamos cambiando la identidad para incidir en el mundo, sin necesidad de que hagan prácticas”. Así, el partnership encamina al estudiantado al mundo profesional sin una inmersión abrupta en él.
El aula entonces se vuelve un espacio profesional que permite al estudiantado descubrir sus capacidades como profesionistas, tomadores de decisiones y como seres empáticos con el poder de ayudar a otras y otros. “Ese es nuestra función como educadores”, dijo el experto.