Durante las últimas décadas, las movilizaciones de distintos sectores de la sociedad han permitido en gran medida la ruptura del estigma con el que, históricamente, han sido consideradas las preferencias sexuales distintas a la heterosexual. Uno de los puntos clave de esta causa se alcanzó el 17 de mayo de 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de su listado de trastornos mentales. Por este motivo, cada año se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, con el fin de denunciar la discriminación que sufren las personas con configuraciones sexogenéricas distintas a la norma.
No obstante, a pesar de los logros alcanzados, aún existe una gran labor por realizar: hasta 2015, México ocupaba el segundo lugar a nivel mundial en mayor número de crímenes por homofobia, detrás de Brasil, de acuerdo con la Comisión Ciudadana de Crímenes de Odio por Homofobia. Según dicho organismo, de 1995 a 2015 se contabilizaron mil 310 asesinatos por odio homofóbico en el país, de los cuales tres de cada 10 eran cometidos contra jóvenes de entre 18 y 29 años.
Aunado a ello, Quetzali Bautista Moreno, docente del Colegio de Antropología Social de la BUAP, señala que hasta 2018 la OMS ha decidido dejar de catalogar a la transexualidad como un trastorno de personalidad y comportamiento, lo cual es un paso importante en la lucha contra la discriminación. “Seguir considerando las preferencias sexuales como una enfermedad sería seguir asumiendo que dichos sujetos están en contra de una naturaleza inamovible, determinada y determinante”, señala.
En este sentido, Abel Lozano Hernández, académico del mismo colegio, considera que existe una triada de disciplinas que ha contribuido a generar leyes y tipologías, algunas veces excluyentes y condenatorias: Medicina, Psicología y Derecho. Ciertas posturas de dichas áreas, señala, han propiciado la idea de que las preferencias sexuales distintas a la heterosexual son patologías o producto de un contenido genético específico. No obstante, “es necesario reconocer que los discursos científicos también se transforman con los años”.
Diversidad dentro de la diversidad
Si bien en el imaginario cotidiano se ha forjado la noción de una comunidad LGBT+, los especialistas de la Facultad de Filosofía y Letras indican la importancia de considerar que los sujetos dentro del mismo colectivo están atravesados por otras facetas, como la clase social, edad, condición étnica y género, entre otras. Todas estas categorías impiden homogenizar a la diversidad sexual dentro de un conjunto armónico; por el contrario, también suelen desencadenar otros tipos de discriminación.
“Hay hombres y mujeres que pueden tener prácticas sexuales con personas de su mismo sexo, pero que se constituyen, por ejemplo, como varones dentro de la lógica de la masculinidad. En este sentido, podrían ejercer discriminación a hombres homosexuales afeminados, al denostar actitudes que ‘no les corresponden’ porque ‘son hombres’ ”, declara Bautista Moreno.
De igual forma, la maestra en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) enfatiza que, de forma específica, la sexualidad de las mujeres ha sido invisibilizada. Por ello, incluso dentro de la diversidad sexual pueden gestarse procesos de discriminación contra lesbianas u hombres transexuales, si bien existen distintos modos de exclusión de acuerdo con el contexto: “la discriminación hacia un varón por la exigencia de la masculinidad puede ser distinta a la de una pareja de mujeres tomadas de la mano, ya que en ellas se suelen aceptar prácticas ‘más permisivas’”.
¿Cómo hacer frente a la discriminación por preferencia sexual?
Ante las cifras de homicidios por homofobia en el país, ambos investigadores aseveran que, al ser un problema complejo, son distintos actores sociales los que deben intervenir en la solución. En el ámbito jurídico, por ejemplo, mencionan la propuesta de ley Agnes Torres, encaminada a reconocer el cambio de identidad sexogenérica de personas transexuales. El nombre de dicha legislación conmemora a la activista transgénero poblana, quien fuera asesinada el 9 de marzo de 2012.
Por su parte, Lozano Hernández reconoce como fundamental el papel que los medios de comunicación juegan en la percepción que la sociedad tiene de las preferencias sexuales. Un ejemplo es el uso de la categoría de “crimen pasional” en notas periodísticas, a pesar de que no está tipificada como delito. El uso de dicho término puede obedecer, por una parte, a la lógica mediante la cual se considera que el asesinato ocurrió como producto de relaciones “anómalas, enfermas o promiscuas”; por otra, a la presión por no engrosar las cifras oficiales de crímenes por homofobia.
De igual manera, Bautista Moreno destaca que, en ocasiones, películas y programas televisivos suelen presentar a las figuras homosexuales como personas ridiculizadas, lo cual contribuye a reproducir estereotipos. Asimismo, considera que en los distintos niveles educativos se deben propiciar reflexiones sobre cómo abordar la diversidad desde la infancia; esto, en congruencia con la labor de las instituciones educativas de fungir como espacios encargados de modificar prácticas y formar ciudadanos.
“Son diferentes los puntos donde tendríamos que estar problematizando y apelando al otorgamiento de derechos, así como a la construcción de la visión de igualdad, en el ámbito de las relaciones cotidianas y sociales. Esto es posible en la medida en que reconozcamos nuestras diferencias, entendidas como parte de la diversidad social y no como una desigualdad”, sentenció.