Hombres y mujeres con sobrepeso y obesidad no sólo enfrentan los problemas de salud asociados a su condición, sino también el autorrechazo y el rechazo de otras personas dentro de lo que se denomina la gordofobia.
Según la Encuesta Nacional de Salud 2022, 21 millones de mujeres y 15 millones de hombres viven con sobrepeso u obesidad en el país.
Gordofobia es un término que se ha hecho trending topic, pero no es un término clínico, no está reconocido en los catálogos internacionales de enfermedades mentales, pero es donde se tiene miedo a la gordura, empezando por uno mismo, o un miedo a engordar, y puede tener dos cuestiones, una de ellas afecta la autoestima de la propia persona y puede provocar el rechazo de otras personas”, explicó el académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, Manuel González Oscoy.
Para la también académica de la Facultad de Psicología Ana Chapa hay un rechazo y discriminación a personas de talla grande que no cumplen con ciertos estándares de peso y las personas de talla grande “pueden vivir situaciones de discriminación que afectan a las personas que no se ajusten a estos estereotipos de belleza”.
LA PROPIA GORDOFOBIA
Chapa aseguró en entrevista que se ha interiorizado más en las mujeres la fobia a ganar peso, lo que nos lleva a “vigilar constantemente nuestras formas de relacionarnos, vestirnos, cuidarnos, alimentarnos y que eso, de alguna manera, nos lleva a una suerte de cansancio y vigilancia excesiva que nos lleva a poner energía y nos quita la energía de otros asuntos vitales como proyectos personales, metas, trabajo comunitario, desarrollo profesional y otras áreas, eso nos limita”.
Para González Oscoy, los hombres han incrementado también su rechazo a subir de peso y el índice de varones que en la adolescencia inician con trastornos alimenticios como anorexia y bulimia se está equilibrando con el de las mujeres.
Ana Chapa explica que “si bien los mensajes han sido también para los varones, que tienen que cumplir con ciertos estereotipos centrados en el desarrollo de la masa muscular, digamos que ellos tienen otros satisfactores o pueden tener reconocimiento y su valía no sólo va a depender de cómo se ven físicamente, sino también pueden estar asociados al desempeño que tengan a nivel comunitario, de reconocimiento que tengan a nivel político, en la esfera pública, mientras que para nosotras, aunque cumplamos, aunque seamos figuras reconocidas en la esfera pública, siempre se va a hablar en primer lugar, más que de nuestro desempeño intelectual social, de cómo nos vemos”.
Estas diferencias, agregó, además de que generan polarización, “también pueden tener repercusiones en cómo nos concebimos o cómo nos percibimos las mujeres, de ahí que muchos estudios muestran que, en etapas muy tempranas, desde los siete, ocho, nueve años, por estos mensajes que se les mandan a estas niñas, ellas están insatisfechas con su peso, corporal y que incluso, aunque sean delgadas, con estos estándares, quieren estar más delgadas”.
DISCRIMINACIÓN
Los dos académicos de la UNAM coincidieron en señalar que los patrones culturales de belleza que no corresponden al color de piel y masa corporal de los mexicanos, influyen mucho en las situaciones de discriminación.
También el aumento a la exposición social a la que están expuestas las personas en sus redes sociales, donde sólo falta una foto que estará al alcance “de medio mundo y muchas veces nos abrimos precisamente a las críticas, aun de gente desconocida o prácticamente desconocida”, comentó González.
Para la psicóloga Chapa, los patrones de belleza impuestos por las industrias farmacéutica y estética influyen incluso en el aspecto laboral, en los estándares para reclutar personal, en los cuales se le da más importancia a la apariencia que a la capacidad intelectual.
Lo anterior, por creencias como que las personas con sobrepeso u obesidad tienen baja autoestima, no son disciplinadas, son pasivas, lo que se cree, podría afectar al cargo que se va a desempeñar.
La discriminación se da en varios niveles, por ejemplo, el espacio, la arquitectura, en el espacio público, el transporte está diseñado para cierto estándar de cuerpo y desde ahí ya hay una discriminación, porque las personas que, por ejemplo, están con tallas más grandes no caben en los asientos o tienen una reducción de movilidad por los espacios que están configurados.
La otra es el trabajo que, aunque no se puede decir abiertamente porque con las políticas que hay podría derivar en demandas por discriminación, si están estos accesos a ciertos trabajos que son evaluados no a partir de la capacidad de las personas, sino por su apariencia”.
Refirió que la discriminación por el lenguaje se nota en frases como, “como gordo en tobogán”, o etiquetar a la gente como “gordita”.
NO SIEMPRE HUBO ESTE FENÓMENO
González Oscoy explicó que estamos en el otro lado de la balanza, luego que a principios del siglo pasado nuestro país tenía índices de delgadez y desnutrición muy altos y el grupo de los “gorditos” era muy raro.
En contraste, ahora millones de mexicanos viven con sobrepeso u obesidad y son la gente “delgada” quienes llaman más la atención por ser minoría.
El cambio en la tendencia, dijo, sucedió por cambios alimenticios en los que se incorporó el estilo de alimentación de Estados Unidos, con alimentos procesados y llenos de conservadores, además de la tendencia en la cocina mexicana a la utilización de mayores cantidades de carbohidratos por ser de los alimentos más baratos y el cambio de las “aguas frescas” por las bebidas azucaradas.
HACIA UNA MEJOR CONVIVENCIA
El psicólogo de la UNAM consideró que además de haber políticas de educación alimentarias para las personas con obesidad y sobrepeso, así como acciones económicas para que la población no tenga que recurrir a alimentos baratos como los carbohidratos, “está la cuestión psicosocial donde habría que ir planteando campañas de educación para no sólo aprender a comer bien, sino aceptar esta diferencia y enseñar a no criticar y no discriminar, al final de cuentas, es una forma de discriminar y de agredir a otras personas, entonces, desde, bueno, estar ‘gordito’ no es un defecto, no es una dejadez de la persona, no es un abandono, muchas veces es algo que es prácticamente inamovible, no se puede quitar y para quitarlo se necesita tiempo”.
Chapa subraya que debería haber políticas laborales para evitar el sedentarismo y que la gente tenga tiempo de hacer ejercicio, además de políticas públicas para la alimentación, pero, sobre todo, habló de cambiar la mentalidad para mostrar “la diversidad de cuerpos y como un cuerpo sano no necesariamente es un cuerpo delgado, sino que influyen otros elementos”.
Añadió que en el planteamiento de enseñanza a los niños de habilidades socioemocionales, debería enseñarse a celebrar la diversidad corporal, “el tema de integrar un autocuidado, pero un autocuidado centrado no en la estética, sino en otros elementos que tienen que ver con el apoyo entre pares, comunitario, el bajar nivel de violencia, al mismo tiempo cómo puedo ver que mi cuerpo es mucho más que algo que se puede mirar o apreciar o ser valorado, sino que mi cuerpo me permite hacer muchas actividades me permite muchas funciones vitales” y sobre todo no enseñar a los infantes a escindir la mente y el cuerpo, sino a que haya una interacción sana entre ellos.
Excelsior