La pandemia agravó el vínculo alimentación-salud, ya que una de cada cuatro personas en América Latina que sufre obesidad tienen dos veces más probabilidades de morir si se contagian de covid-19. En la medida que se ha perdido el empleo y ha caído el ingreso no sólo aumentó el hambre, sino que las personas buscaron dietas más baratas y, por lo tanto, poco saludables señaló Julio Berdegué, subdirector general de la FAO.
Al participar en el 7° Congreso Anual de Economía y de Políticas Públicas Sobre México, con la plática Diagnóstico de la Situación Económica de los países de la región y perspectivas ante la situación derivada de la pandemia del Covid-19, Berdegué informó que de acuerdo con investigaciones que se han realizado en de Perú, Colombia y Chile, con la pandemia hay una explosión de sobrepeso y obesidad particularmente en las y los niños.
En su presentación destacó grandes transformaciones de los sistemas alimentarios sobre los que aterriza la pandemia. En ese sentido, recordó los temores al inicio del confinamiento acerca de si habría un rompimiento en las cadenas de abastecimiento y las problemáticas que se presentarían.
“Se abrió el debate mundial sobre la dependencia de nuestros países a las fuentes de alimentación externas. México es un ejemplo en donde hay un debate muy intenso sobre la autodependencia, la soberanía alimentaria o seguir dependiendo del abastecimiento internacional. La pandemia ha dado un giro a esa situación y la hecho más práctica y menos ideológica”, dijo.
Transformación de los sistemas alimentarios
El cambio climático es el motor de transformación de los sistemas alimentarios más importante, señaló Berdegué, pues de acuerdo con estimaciones del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) en 20 años, entre el 80 y 90% del total de la superficie de AL y el Caribe vivirá un incremento de temperatura de dos grados centígrados.
El funcionario de la FAO destacó que el segundo motor es el cambio en el sentido de la alimentación. Sin embargo, actualmente, se tiene a casi la mitad de la población de América Latina y el Caribe, a partir de la pandemia, con malnutrición.
“La más importante de todas es el sobrepeso y la obesidad. Ésta es la causa de muerte número uno en la región, incluso en México. Muren más personas por causas asociadas a la mala alimentación que por el crimen organizado en todos los países de región. No es un problema de sociedades ricas. Uno de los países en donde más crece la obesidad en la región es Haití”.
Señaló que es paradójico que en AL y el Caribe sea más caro comer saludable que comer comida chatarra. “Para tener una dieta saludable, el latinoamericano y caribeño promedio tiene que pagar 3.97 dólares por día, totalmente al alcance de cinco millones de personas en este momento”.
Asimismo, dijo que en 30 años, cuando seamos alrededor de 10 mil millones de habitantes en el mundo, se proyecta un aumento gigantesco en la demanda de alimentos. “Muchas personas que son rurales se moverán a las ciudades. Menos personas producirán alimentos, lo cual cambiará la alimentación que se reflejará en el aumento en el consumo de carne y lácteos”.
Asimismo, dijo que el tercer motor de esta transformación es el cambio tecnológico. Destacó que el 60% de los empleos en agricultura tienen alto potencial de automatización.
AL y el Caribe y la seguridad alimentaria
En AL y el Caribe, 17 millones de personas producen alimentos para que 821 millones de personas puedan alimentarse y satisfagan sus necesidades calóricas. Comentó que estamos en una región fuertemente productora, en la que mucha de su población vive en condiciones de inseguridad alimentaria moderada o severa desde antes de la pandemia, pero que, paradójicamente, produce más alimentos de los que necesitaríamos para que nadie pase hambre.
“Es una región importante para la seguridad alimentaria global. Si tomamos las exportaciones y restamos las importaciones de alimentos, AL y el Caribe es la mayor exportadora neta de alimentos en el mundo por arriba de EU, Australia o Europa. Sin esta región, el planeta tendría una situación de inseguridad alimentaria mucho más severa”, confirmó.
Destacó que el peso de las agroexportaciones en nuestras economías ha crecido fuertemente, en el orden del 20%. También reconoció el aporte que hace la ruralidad a cosas que no se valoran como los servicios ecosistémicos (agua y oxígeno). “Es una región prodigiosamente rica en biodiversidad y recursos naturales. Es el jardín del Edén”.
“Tenemos el 16% de la superficie del planeta, 40% de la biodiversidad del mundo, la cuarta parte de los bosques. Un tercio del agua fresca del planeta. Sin embargo, hay terribles pérdidas de biodiversidad en nuestros ecosistemas, terrestres y marinos”, dijo.
Habló de que la mitad de las pesquerías de la región están sobreexplotadas; se ha deforestado el equivalente a nueve millones de canchas de futbol todos los años; y se utiliza el 72% de toda el agua fresca que se consume en la región en actividades de agricultura a pesar de que esta actividad sólo aporta el 5% del PIB.
Advirtió que la agricultura, la ganadería y la pesca, la actividad forestal y los cambios en el uso de suelo aportan más de la mitad del total de las emisiones de efecto invernadero. Esto es más que la suma de lo generado por la energía, la industria, el transporte y la vivienda.
“Aunque uno pueda decir que sin desarrollo rural no habrá desarrollo sostenible, la forma como ocupamos la ruralidad en todos los aspectos es una forma que hace casi imposible todo camino de desarrollo sostenible. Lo rural como está no conduce al desarrollo sostenible; por eso, la discusión global en este momento sobre la necesidad de transformar los sistemas agroalimentarios”, señaló.
Por Valentina González