El pasado 14 de marzo nos comunicaron lo que en España ya era una realidad: no salir de casa, únicamente para hacer el supermercado y comprar medicamentos en la farmacia
Es curioso cómo la vida cambia de un momento a otro. Lo que tenías planeado para hacer un día: el viaje que soñaste con tu familia y amigos o el intercambio estudiantil que anhelaste desde el momento en que ingresaste a la universidad. Todo esto puede no ser y terminar en nada. O, también, empezar por ser nada y terminar siéndolo todo.
Los seres humanos vivimos en la incertidumbre y creemos controlar el tiempo, pero no es así. Desde hace unos meses en España, la cotidianidad que se vive es tan distinta a la que conocía. No es mala, simplemente no estaba acostumbrada a vivir las 24 horas del día en un departamento con una terraza pequeña que, por cierto, recibe apenas unos rayos de sol por la mañana.
La experiencia de un intercambio en otro país hace que te des cuenta de muchas cosas que quizá no sabías que tenías. Al final, esos pequeños detalles son los que te hacen valorar la existencia, el día a día. No sé si hubiera sido capaz de estos pormenores sin la situación que estamos viviendo, porque en la soledad solo te enfocas en lo que hubieras hecho si las cosas no hubieran ocurrido de esta manera.
Esos eran los pensamientos que ocupaban mi mente las primeras semanas de confinamiento, la sensación que no saber cuándo terminará la cuarentena y el deseo permanente de querer salir a la calle para siquiera disfrutar de la brisa, solo eso.
Al llegar al viejo continente, nunca imaginé que viviría tan lejos de casa una pandemia mundial. Sin embargo, sucedió y no queda más que anteponerse a la situación. Es cierto, ha pasado rápido, como si la declaración del estado de alarma hubiera sido ayer, pero no.
No sabía lo que iba pasar ni cómo actuar. Creo que nadie está preparado para asimilar una noticia de esa magnitud de la noche a la mañana. En las primeras horas, el único consuelo fue llorar, porque a veces derramar una que otra lágrima te hace más fuerte.
Con el paso de los días comienza la desesperación. Leer noticias falsas en algunos medios de comunicación es una de las situaciones que empeoran el panorama, al igual que la saturación de información. No obstante, tampoco se puede estar alejado de la realidad: ser conscientes de lo que pasa en el mundo es el primer paso para madurar y actuar ante dicha cuestión que nos preocupa.
Pero, ¿qué se puede hacer cuando solo es válido estar en casa? Esa pregunta llega en algún momento, y la incertidumbre y el cansancio de la rutina te hacen pensar que, quizá, nada. Es impactante darte cuenta de que, mientras nosotros estamos en casa, miles de doctores están salvando vidas, así como el hecho tan cruel de que mucha gente está muriendo a causa de un virus que ha aparecido en nuestras vidas desde que inició el año.
Cuando eres extranjero, un confinamiento es más duro de lo normal. Lejos de la gente que te quiere y que quieres, del país que te vio nacer, de casa. Si lo ves del otro lado de la moneda cambia la perspectiva: estamos sanos y no nos falta nada, tan solo es un cambio de rutina. Estamos vivos y lo tenemos todo, nos hace falta ser pacientes.
La paciencia es una de las cualidades de las que carece la generación actual. Somos poco tolerantes a la frustración y, a pesar de vivir en una época en donde los cambios son constantes, nos cuesta trabajo adaptarnos a algo nuevo porque nos gusta estar en nuestra zona de confort.
Al llegar a San Sebastián (Donostia), creí que todo sería felicidad y viajes, pero la vida y el tiempo me han enseñado que no todo es como queremos. Pensé que, con tener bajo control mi bienestar físico y emocional bastaría para disfrutar el momento. Ahora sé que, al emprender una experiencia, el crecimiento más importante es el personal y no importa el sacrificio que cueste lograrlo.
Podemos desesperarnos y sentirnos tristes, porque es el resultado de estar aislado. Al final, el ser humano es la especie que está menos preparada para esto. Somos juntos o no somos nada, y por eso es tan importante quedarse en casa, para regresar a la vida de antes, a nuestra normalidad.
La autora del artículo es Paxaea Alejandra Barroso Jiménez, ella es alumna de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Iberoamericana Puebla y actualmente realiza un intercambio estudiantil en España.