Dulcinea Harris dijo que hizo todo lo posible para proteger a su hija Shandell de su violento y desquiciado marido, quien la apuñaló seis veces.
En una frenética llamada telefónica con su hija, tramó llevar a Shandell a salvo a su propia casa en Miami. Después que su yerno accediera a llevar a la mujer herida, Dulcinea Harris lo dejó afuera y llamó a la Policía. Cuando un agente llegó ocho minutos más tarde, ella salió corriendo señalando un vehículo que conducía el marido de Shandell, Carl Monty Watts Jr. Luego llevó a su hija al hospital, se reunió durante horas con un detective especializado en violencia doméstica y después llevó a Shandell de vuelta a casa antes del amanecer.
Pero menos de un día después, después de las 2 p.m. del domingo, Watts los siguió hasta lo que la familia pensó que sería un espacio seguro: una piscina pública en el Centro Cpmunitario Judío Michael-Ann Russel, donde la hija de Shandell podía nadar. Harris, y otras personas que estaban en la abarrotada piscina vieron con horror cómo Watts vació su pistola contra su hija tras ofrecerle un montón de dinero para que no presentara cargos por el ataque con cuchillo. Siguió disparando mientras estaba parado sobre el cuerpo sangrante de Shandell.
“Lo vi primero. Me levanté y la tomé del brazo. Todo lo que dijo fue ‘¿cuánto puedo darte para que esto desaparezca?’ Lo dijo dos veces. Luego le disparó”, recordó Dulcinea Harris en una emotiva entrevista el martes con el Miami Herald. “Tenía dinero en la mano”.
Shandell, de 30 años, murió en sus brazos, la última víctima de un ejemplo extremo de casos demasiado comunes de violencia doméstica.
Watts, de 45 años, fue acusado del asesinato. Ex recogedor de basura con un largo historial de cargos por delitos graves y arrestos por violencia doméstica, ahora es también posible sospechoso en casos no resueltos de dos novias anteriores: una asesinada en Miami en 2009 y otra que desapareció en 2014.
En una primera revisión de los casos, los expertos dijeron que parece que la familia y la policía de dos departamentos, de Miami y Miami-Dade, tomaron las medidas correctas una vez que Shandell había llegado a la casa de su madre. La Policía de Miami-Dade acudió a la casa de Dulcinea Harris ocho minutos después de la llamada del sábado a las 2:41 p.m., según los registros del departamento. Unos minutos más tarde, un equipo de bomberos de Miami-Dade llegó para atender las heridas de Shandell, que no ponían en peligro su vida.
Como el ataque inicial fue en Miami, un detective de violencia doméstica de la ciudad llegó más tarde para sustituir a los policías del condado que habían respondido primero. La Policía de Miami dice que ese detective habló con la familia en su casa pero también fue al hospital con ellos e incluso les ofreció un lugar seguro para pasar la noche. La Policía emitió una alerta sobre Watts mientras Shandell seguía en el hospital.
Los expertos en violencia doméstica dijeron que casos como el de Shandell son extremadamente difíciles de tratar para la familia y la Policía porque son personales, apasionados e imprevisibles.
“Creo que hicieron todo lo posible. Simplemente no pudieron encontrarlo”, dijo Dave Magnusson, ex jefe de Policía en Carolina del Norte y El Portal, y ex policía de Miami. “La pregunta que siempre me hago es: ‘¿Qué más se pudo haber hecho? Y no estoy seguro en este caso. Parecía que hacían todo lo más rápido posible e incluso hubo una buena comunicación [entre los departamentos de Policía]”.
Alex Piquero, criminólogo que preside el Departamento de Sociología de la Universidad de Miami, dijo que la violencia doméstica es difícil de prevenir y casi imposible de pronosticar.
“Los delincuentes de violencia doméstica son muy diferentes de los delincuentes tradicionales. Es muy instantánea y los delincuentes son mucho más emocionales y propensos a la violencia”, dijo. “Es casi como encender un fósforo o chasquear los dedos. Por eso es tan difícil desde el punto de vista policial”.
Familia llora pérdida de madre e hija
El martes por la tarde los familiares se reunieron para recordar a Shandell en la casa de su madre en Brownsville, una unidad unifamiliar llena de muebles retro , no muy lejos del centro industrial del vecindario. Algunos de sus cinco hermanos y hermanas estaban allí, así como su hija de 11 años, Simiyah, quien no quiso hablar de la muerte de su madre y que dijo que iba a las clases de piscina de los domingos para “aprender nadar”.
La familia dijo que no conocía bien a Watts y que Shandell rara vez o nunca hablaba de problemas. El hermano menor de Shandell, Isaiah, dijo que Watts tenía al menos tres coches, uno de ellos un Challenger negro y otro, un SUV Nissan blanco en el que se sentó fuera de la casa el sábado por la noche mientras acosaba a Shandell el día antes que fuera asesinada.
Una discusión el viernes por la noche desató la ira
Los sucesos que condujeron a su muerte comenzaron el viernes por la noche con una pelea por mensajes de texto, en un pequeño apartamento de Shorecrest al borde de la Bahía de Biscayne que compartía con Watts. Shandell estaba tan alterada, según su madre, que no durmió bien y a las 7 a.m. anunció que quería el divorcio.
Los reportes policiales relatan la violenta respuesta de Watts. Shandell le dijo a la policía que su marido le dio un puñetazo en el lado izquierdo de la cara antes de usar un cuchillo de cocina para apuñalarla seis veces en el antebrazo, la mano y el muslo izquierdos. Luego le puso una pistola en la cabeza y le dijo que no podía vivir sin ella.
Ella le dijo a la policía que convenció a su marido diciéndole que lo amaba. Watts limpió las heridas de su esposa con alguna forma “burda” de primeros auxilios, luego lavó con cloro el apartamento ensangrentado y recogió y quemó sus ropas ensangrentadas en un campo a una milla de distancia. A esto le siguió un viaje a la tienda Dollar Store y a Walgreen’s, donde Shandell le dijo a la policía que se las arregló para llamar a escondidas a su madre por teléfono e idear un plan de fuga.
Cuando Shandell le dijo a Watts que tenían que recoger a su hija y llevarla a casa de su madre, él accedió. Una vez allí, Shandell y Simiyah entraron corriendo en la casa y la aseguraron antes de que Watts pudiera llegar a ellas.
La primera llamada a un operador del 911 de Miami-Dade, según la policía, fue a las 2:41 p.m. Antes de que un oficial llegara ocho minutos más tarde –la familia dijo que les pareció mucho más tiempo– llamaron de nuevo a la policía después de ver a Watts de pie frente a la ventana de la cocina con una pistola en la mano.
“Era la misma pistola negra”, dijo Dulcinea Harris, recordando la muerte de su hija. “Salté hacia atrás”.
La única queja que tuvo la familia con la policía fue con el primer agente de Miami-Dade que llegó. Dulcinea Harris dijo que este se detuvo a pocos pies del vehículo de Watts y que ella salió corriendo a señalarlo después de que Watts pasara por delante de la patrulla a una velocidad muy reducida mientras se alejaba. Watts todavía estaba a la vista, dijo, cuando se lo dijo al agente, que para entonces estaba fuera de su vehículo.
“Se dirigió hacia la casa. Nos ignoró por completo”, dijo.
La Policía de Miami-Dade dijo que el agente llamó a los paramédicos a las 2:58 p.m., y que estos llegaron en siete minutos, atendiendo las heridas de Shandell y ofreciéndole llevarla al hospital. Shandell lo rechazó. Algunas de las heridas eran superficiales, otras requerían puntos de sutura.
Poco después, la Policía de Miami-Dade fue relevada por una detective de violencia doméstica de Miami que le proporcionó panfletos, números de teléfono de emergencia y la oferta de un refugio seguro esa noche. Cuando Shandell dijo que no era necesario, la agente las llevó hasta el Jackson Memorial Hospital y se quedó con ellas un rato.
“Fue increíble”, dijo Dulcinea sobre la detective.
Los registros de la Policía de Miami muestran que la detective presentó su reporte del incidente a las 6:55 p.m. del sábado y que dos horas después se emitió un mensaje de causa probable a otras agencias de policía de Miami-Dade para que estuvieran atentos a Watts. El subjefe de la Policía de Miami, Armando Aguilar Jr., dijo que el mensaje de causa probable habría alertado a la policía sobre el vehículo que conducía Watts y su historial delictivo. También se notificó esa noche a la unidad de aprehensión de violencia doméstica de la agencia.
Eludir a un marido enfadado
Dulcinea dijo que dejó a su hija en el hospital con una hermana y volvió a casa para estar con otros niños. Volvió a Jackson después de las 4 a.m. para recogerlos. Cree que Watts la siguió —probablemente en su Challenger negro— de ida y vuelta al hospital. Aunque dijo que finalmente lo perdió cuando se puso al lado de un grupo de coches de policía de camino a casa.
A primera hora de la mañana del domingo, el equipo de detención de Miami se detuvo en la casa de Shorecrest donde vivía Watts. No estaba allí ni tampoco ninguno de sus vehículos. A continuación, el equipo buscó en una cuadrícula de lugares en los que era más probable que estuviera, basándose en la información de Shandell y en la información que reunieron.
Dulcinea se quedó en casa con su hija durante la mañana del domingo y la tarde. Hacia las 2 p.m., se dirigió a la piscina del centro comunitario en 18900 de NE 25 Ave., con Shandell y Simiyah. Watts encontró allí a Shandell, por desgracia, antes que la policía lo encontrara.
El hermano menor de Shandell, Tyrel Harris, de 29 años, dijo que la familia realmente no sabía mucho sobre Watts. Watts conoció a Shandell hace unos tres años y Dulcinea dijo que era consciente de que Shandell estaba preparando el primer aniversario de la pareja.
El martes, afuera de la casa de su madre y justo antes de que ella llegara a casa y después de hacer mandados con un niño, Harris recordó cómo él y su hermana estaban planeando grabar una serie de canciones, su rap superpuesto por la poesía que Shandell escribía.
Dijo que su hermana nunca le habló de ningún problema que pudiera tener con Watts, pero desde el asesinato se dio cuenta de que los amigos y la familia pudieron haber pasado por alto pistas, como cuando ella preguntó a alguien si cuidaría de su hija si le ocurría algo.
“Simplemente no leyeron entre líneas”, dijo, antes de bajar la cabeza y decir que pensaba que estaban a salvo dentro de la casa. “No quería que fueran a la piscina. Pensé que estarían a salvo aquí. Mi madre me llamó y me dijo que habían salido de la casa y que estaban de camino allá. Me preocupé porque él conocía sus horarios. La siguiente vez que hablé con ella, mi hermana ya estaba muerta”.
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