Debido a fenómenos como la masificación de medios de comunicación y la migración, los intercambios lingüísticos entre distintos grupos culturales se han acelerado y diversificado de forma gradual. Por esta razón, no es extraño encontrarse en un estado como Puebla, con una comunidad que no solo es hablante nativa de lenguas indoeuropeas como el español, inglés o alemán, sino también de familias lingüísticas como la otomangue y la yuto-nahua.
El aprendizaje de las lenguas maternas -aquellas que se aprenden en el seno familiar desde las primeras etapas de la vida- se da en contextos multiculturales, afirman Verónica Sánchez Hernández y Yonatan Puon Castro, académicos de la Facultad de Lenguas de la BUAP. Esto debido a que en contextos escolares, los hablantes de lenguas indígenas, por ejemplo, se ven muchas veces forzados a emplear el español como lengua académica y de conocimiento.
Además, consideran que una de las dificultades de aprender un segundo idioma en estos contextos es que usualmente este proceso implica el desplazamiento de la lengua materna, actitud heredada de la época de conquista europea en América. Estos códigos lingüísticos, contrario a lo pensado, no son “dialectos”: son lenguas con la misma capacidad de comunicar, como el español o el inglés.
Por esta razón, la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, publicada en 2003, señala la ausencia de una lengua oficial en México y otorga el estatus de lenguas nacionales al español y a las 68 lenguas indoamericanas en nuestro país.
Mientras la migración enriquece la diversidad, la discriminación la margina
Al ser una de las zonas metropolitanas más grandes del país, la ciudad de Puebla concentra una serie de flujos migratorios que han intensificado el contacto lingüístico entre hablantes de distintas culturas.
Elizabeth Vázquez Ramos, coordinadora académica del Centro Universitario de Participación Social, señala que en la metrópoli coexisten familias indígenas de estados como Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tlaxcala e Hidalgo, así como de las sierras Norte, Nororiental y Negra, o la Mixteca poblana. Aunadas a estos asentamientos, se encuentran personas pertenecientes a comunidades nahuas originarias, como las radicadas en las juntas auxiliares de San Miguel Canoa, La Resurrección, Santa María Guadalupe Tecola y San Andrés Azumiatla.
En este sentido, Edmundo Hernández Amador, académico del Departamento de Investigación Histórica del Movimiento Obrero, de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado (DIHMO-VIEP), ha reconocido transformaciones en las lenguas indígenas debido al nuevo orden global: “Hay palabras del inglés, sobre todo a partir del uso de las nuevas tecnologías, que han ingresado al vocabulario del náhuatl”.
De igual manera, al ser hablante nativo de náhuatl, el doctor en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” identifica préstamos lingüísticos que esta lengua indígena incorpora del español, como parte de una adaptación al contexto actual.
“Los hablantes dicen, sin complicaciones: tiawih sineh ma sekiittati se pelíkulah (vamos al cine a ver una película); xikxotlalti in teleh (enciende la tele); xiklero se libroh (lee un libro); xikyehyeko nini in pantalon (pruébate este pantalón). […] Aquí lo que destaca es la practicidad del idioma; en el sentido de que lo que se busca es comunicarse de manera efectiva”, ejemplifica Hernández Amador.
Esta interacción ha potenciado con el paso del tiempo la diversidad lingüística de las lenguas originarias, a nivel general y del municipio poblano, “un territorio habitado y construido por la diversidad”, afirma Vázquez Ramos, lingüista egresada de la BUAP con intereses académicos en la educación no formal y la sociolingüística.
No obstante, a pesar de su presencia y actividad en distintas esferas de la vida pública, “son grupos fuertemente invisibilizados, estigmatizados y, por supuesto, discriminados […] No es ninguna novedad que la sociedad mexicana es, en general, racista y discriminatoria. Este es un punto de partida para entender las actitudes lingüísticas de los indígenas frente a su primera lengua y a su segunda lengua”.
Al respecto, Hernández Amador, si bien en su natal Veracruz creció con una actitud favorable a su lengua materna, debido a que el bilingüismo náhuatl-español era aceptado, ha sido testigo a lo largo de su vida de conductas discriminatorias hacia hablantes de lengua indígena por parte no solo de hispanohablantes, sino también de miembros de otras comunidades indígenas.
“De hecho, kompare es un adjetivo que la gente del lugar de donde provengo [Rafael Delgado, un municipio del valle de Orizaba] utiliza para referirse a las personas con menos educación y que provienen de las altas montañas de la sierra de Zongolica; es decir, que son ‘serranos’. Con ello, los que habitan el valle establecen una diferencia social y cultural al asumirse como más ‘civilizados’, por decirlo de alguna manera”.
En el caso del papel que las instituciones de educación superior juegan frente a la discriminación lingüística, el especialista considera que, a excepción de las labores de algunas universidades interculturales, aún son pocos los intentos por generar políticas de enseñanza en lenguas indígenas. Aunque existe plurilingüismo al interior de la BUAP, el idioma de comunicación es el español. Por esta causa, muchos de los jóvenes no tienen la oportunidad de emplear su lengua materna en ámbitos académicos ni profesionales.
CUPS Y DAU, dependencias que fortalecen a los hablantes de lengua indígena
Con raíces en el Programa de Apoyo para Estudiantes Indígenas (PAEI), iniciado en 2002, actualmente la Dirección de Acompañamiento Universitario abandera el Programa de Atención a la Igualdad, cuya labor consiste en impulsar el crecimiento de distintos sectores de la Universidad, entre ellos los pertenecientes a pueblos originarios. Desde su lanzamiento en 2014, como Programa de Apoyo a Grupos Vulnerables, la iniciativa ha atendido a 144 estudiantes de pueblos originarios, 89 mujeres y 55 hombres.
De esta población, 103 hablan en distintos grados alguna lengua indígena. Las más habladas son náhuatl, con 60 hablantes; totonaco, con 15, y zapoteco con cinco. El resto de las lenguas, de las cuales se tiene registro en la comunidad universitaria, son el cha’ jna’a (chatino), chinanteco, maya k’iché, mazateco, mixteco, popoloca, tenek (huasteco), zoque y tsotsil.
Algunos de los jóvenes que han formado parte del programa, como Irene Guadalupe Ramón Orozco, de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, hablante de popoloca; Victor Manuel Gaona Luna, de la Facultad de Ciencias Químicas, y Alex Mateo Santiago Cortés, de la Facultad de Arquitectura, ambos hablantes de totonaco, han participado en convocatorias nacionales e internacional de formación de líderes indígenas. A través de esta preparación se busca que los estudiantes reconozcan la riqueza de sus culturas y sean capaces de emprender proyectos que beneficien a sus comunidades y rasgos identitarios como sus lenguas maternas.
De igual manera, el CUPS ha mantenido actividades con poblaciones de habla indígena a través de campañas de alfabetización y escuelas comunitarias. Un ejemplo de esto es la labor emprendida mediante uno de los centros comunitarios Kali, ubicado en San Miguel Canoa, la junta auxiliar con mayor número de hablantes de nahua del municipio: cerca del 75 por ciento de la población habla una lengua indígena, asevera Vázquez Ramos.
Mediante juntas organizativas, convivios, festejos y faenas en el huerto comunitario, se propicia el uso del náhuatl en lugar del español; aunque los educadores no son hablante de dicho idioma, “reconocen el valor de la lengua materna de los niños y niñas, y buscan que a partir de ella se generen nuevos conocimientos, actividades o prácticas comunicativas”.
Asimismo, durante las Campañas de Alfabetización con Adultos, los integrantes del CUPS buscan trabajar con personas hispanohablantes o bilingües, ya que hasta ahora no cuentan con una propuesta de alfabetización adecuada a las características de las lenguas indígenas. Por esta, en las comunidades bilingües se pretende que la alfabetización en español no sea en detrimento del idioma nativo presente, sino que se propicia la reflexión sobre la misma y su uso de forma escrita.