Nicaragua y Honduras han enfrentado emergencias urbanas de formas antagónicas: uno reconstruyó ciudades para las personas; el otro, a pesar de ellas.
Centroamérica es una región vulnerable ante desastres naturales, pero también frente a los efectos medioambientales de la sobreexplotación de recursos naturales. De acuerdo con el Observatorio Germanwatch (2018), Nicaragua y Honduras tienen los mayores riesgos de clima severo y extremo. De igual manera, se encuentran entre los países con peores índices de desempeño ambiental.
En los años 70, América Central comenzó un proceso de reconstrucciones tras el azote de huracanes y terremotos. De manera paralela, iniciaron movimientos sociales en pro de la caída de los autoritarismos. Alfredo Stein Heinemann, académico de Planificación del Desarrollo Urbano por la University of Manchester, detalló en un foro de la Ibero Puebla las experiencias y aprendizajes de la región tras diferentes procesos de reconstrucción.
En Nicaragua, el proceso de paz, iniciado en 1988 para dar fin a la Guerra Civil, generó años de descontento social y político que derivó en huelgas y enfrentamientos armados. En ese contexto se creó el Proyecto de Desarrollo Local (PRODEL), el cual pretendía contribuir a la pacificación a través de un enfoque urbano que permitiera mejorar las condiciones de vida en las ciudades.
El programa buscaba atender las necesidades de infraestructura y vivienda, así como al desarrollo de microempresas. Durante los primeros diez años de operación (1994-2004) se logró consolidar 652 proyectos de infraestructura y servicios básicos en una decena ciudades. Además, se otorgaron 27,000 créditos para el mejoramiento de las viviendas.
Stein Heinemann observó que los procesos de reconciliación y de resolución de conflictos requieren el mejoramiento de las condiciones materiales a través de mecanismos de desarrollo local inclusivos. “Pese a la pobreza y al deterioro, la gente tiene siempre recursos locales y es sobre ellos que se debe fortalecer el proceso de reconstrucción”.
Recordó que las rehabilitaciones del espacio público requieren visiones a largo plazo para construir sistemas financieros que colaboren con los pobres. A pesar de la polarización, dijo, se utilizaron mediaciones técnicas y financieras para dirigir el proceso político de reconstrucción. A la fecha, PRODEL continúa impulsando acciones sustantivas de mejoramiento urbano con el financiamiento de organismos internacionales.
Más política, menos vivienda
Centroamérica no fue la misma después del paso del huracán Mitch en octubre de 1998. Ocurrió en un periodo en el que Honduras comenzaba a recuperar la esperanza tras décadas de guerra y conflictos internos. Las lluvias derivadas del fenómeno de categoría cinco provocaron derrumbes, deslaves e inundaciones durante sus 15 días de paso. Su destrucción dio origen a una ola de solidaridad a nivel mundial.
Según la secretaría especializada de Honduras, se recibieron 309 millones de dólares para la rehabilitación de hogares. Para mediados de 2001, se habían construido 37,155 viviendas. No obstante, la gestión inadecuada de los recursos económicos y humanos generó problemas para relocalizar a las familias y obtener permisos ambientales para construir.
Ante la escasez de terrenos urbanos apropiados, se crearon asentamientos periféricos que alejaron a las personas de sus redes vecinales de solidaridad, lo que aumentó la presencia de grupos delincuenciales. “La mayoría de los damnificados podría reconstruir el sitio, pero ni al gobierno ni a los donantes les parecía viable. Estaban interesados en inaugurar proyectos visibles y nuevos”.
Alfredo Stein reprobó las carencias en el andamiaje de la política de vivienda en favor de los menos favorecidos. Si bien se creía que la rehabilitación debía darse a partir de la transformación, se pasó por alto la necesidad de reconstruir el tejido social, económico y político de las zonas afectadas. La gestión de riesgos partió de una visión inmediatista, por lo que las iniciativas terminaron por ser insostenibles.
En la actualidad, Honduras experimenta altas olas de violencia y un incremento del abstencionismo en las jornadas electorales. El experto cuestionó la escasa participación ciudadana en los programas subsecuentes, como en la Estrategia de Reducción de la Pobreza, cuyas voces cantantes fueron los representantes del Banco Mundial y otros organismos donantes.
La suma de políticas públicas después del huracán Mitch no resultaron en la generación de sociedades inclusivas y en un Estado democrático de derecho. “La reconstrucción de la ciudad debe ser entendida como el lugar del fortalecimiento de lo público como condición para la construcción de ciudadanía”. Restaurar, cerró Stein Heinemann, requiere entender la relación de espacios que conforman la ciudad.