El expresidente francés Nicolas Sarkozy ha sido condenado este lunes a tres años de prisión, de los cuales uno firme, por corrupción y tráfico de influencias en el llamado caso Bismuth o caso de las escuchas. Sarkozy, según el tribunal, ofreció contrapartidas en 2014 a un fiscal a cambio de informaciones y ayuda en una causa que afectaba precisamente al expresidente francés.
La sentencia señala que la pena de Sarkozy podrá cumplirse “bajo régimen de detención domiciliaria bajo vigilancia electrónica”, como podría ser un brazalete. Sarkozy, quien durante el juicio se declaró víctima de encarnizamiento de la Fiscalía y de los jueces, podrá recurrir la condena.
El tribunal reprochó a Sarkozy que “hubiese utilizado su estatuto de antiguo presidente de la República y de las relaciones políticas y diplomáticas que tejió cuando estaba en ejercicio para gratificar a un magistrado que había servido a su interés personal”. También es grave, según los jueces, que quien hubiese cometido los hechos en cuestión fuese alguien que, cuando ocupó la jefatura del Estado, era “el garante de la independencia de la Justicia”.
La decisión del tribunal es un golpe para el político de referencia de la derecha francesa, ya imputado en varios casos penales pero no condenado en ninguno. Y esto no es el fin de sus problemas con la Justicia. El 17 de marzo afronta otro juicio por el llamado caso Bygmalion por los gastos excesivos y las facturas falsas en su campaña para la reelección, en 2012. Y está imputado también por el caso de la supuesta financiación con dinero de la Libia de Muamar el Gadafi de la campaña que en 2007 le llevó al palacio del Elíseo.
En 2011, el antecesor y mentor de Sarkozy, el presidente Jacques Chirac, fue sentenciado a dos años de prisión por malversación de fondos públicos y abuso de confianza cuando era alcalde de París, pero no los cumplió debido a su edad y estado de salud. Tanto Chirac, que murió en 2019, como Sarkozy han sido condenados por hechos cometidos antes de llegar a la presidencia o después de abandonarla.
La condena complica los intentos del conservador Sarkozy, de 66 años y presidente de la República entre 2007 y 2012, para influir en la política francesa e incluso de regresar a la batalla electoral.