Se multiplican las muertes y cada vez hay más cadáveres que aguardan sepultura en morgues congestionadas.
Las ciudades de Estados Unidos tratan de satisfacer la demanda mientras las familias bregan con las normas de distanciamiento social que impiden realizar los ritos fúnebres habituales.
Med Alliance Group, una distribuidora médica en Illinois, está asediada por llamadas y correos electrónicos de todo el país. Todos piden lo mismo: camiones refrigerados para manejar una situación como jamás pudieron imaginar.
«Vienen de todas partes: hospitales, servicios de salud, oficinas forenses, instalaciones de la Administración de Veteranos de Guerra, departamentos de salud estatales y funerarias», dijo Christie Penzol, vocera de Med Alliance. «Es desgarrador».
La empresa dijo que ha alquilado todos sus camiones y que hay una espera de 18 semanas para recibir materiales y construir nuevos remolques, añadió.
Ahora que los expertos e incluso el Presidente Donald Trump calculan que la cifra de víctimas de la pandemia llegaría a 240 mil, uno de los aspectos puramente prácticos de la muerte, dónde depositar los cuerpos, angustia a todos, en momentos en que ciudades, hospitales y organizaciones de salud privadas claman por espacio adicional.
Para colmo, los espacios privados están ocupados por más tiempo que lo habitual porque los entierros, independientemente de la causa de muerte, se ven dificultados por las normas de distanciamiento social.
Es una crisis que se repite en el mundo entero.
En España, donde la cifra de muertos casi alcanza los 12 mil, una pista de patinaje sobre hielo en Madrid fue convertida en una morgue improvisada después que la funeraria municipal dijo que no podía recibir más cuerpos si no le enviaban equipo protector. En Italia, cuerpos embalsamados colocados en ataúdes aguardan el entierro o la cremación en naves de iglesias y depósitos.
En Guayaquil, Ecuador, imágenes publicadas por las familias en las redes sociales muestran cadáveres envueltos en plástico o tela, algunos en la calle, a la espera de que se los lleven los trabajadores abrumados de las morgues.
En la ciudad de Nueva York, el epicentro estadounidense de la pandemia, donde la cifra de muertos era de casi mil 900 el sábado, las autoridades depositaban los cuerpos envueltos en plástico en camiones refrigerados.
Las ciudades y los estados que aún no han sufrido lo peor tratan de prepararse, pero pocas morgues en el país tienen capacidad para 200 a 300 cadáveres.
La Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) ha pedido al Departamento de Defensa 100 mil bolsas para cadáveres, dijo el vocero del Pentágono, teniente coronel Michael Andrews.
En lo cotidiano, el sistema funciona a plena capacidad en la mayoría de las jurisdicciones, dijo Robert A. Jensen, copropietario de Kenyon International Emergency Services, una empresa privada de manejo de desastres con sede en Texas.
«No fueron creadas para manejar grandes oleadas. Fueron creadas para manejar las cifras diarias», dijo Jensen, cuya empresa ha colaborado con el manejo de incidentes de gran mortandad desde el 11 de septiembre de 2001 hasta el huracán «Katrina» y el tsunami tailandés de 2004, todos los cuales requirieron camiones refrigerados para depositar cadáveres.
Rosina Argondizzo, de Glenview, Illinois, fue enterrada en marzo con la presencia de cinco personas: un cura, su esposo, su hijo, su nuera y su nieto. En una época normal, hubiera sido muy distinto, dijo Peter Argondizzo, su hijo.
«Somos italianos, habría venido mucha gente… habría sido muy grande», dijo. Habrían querido realizar una gran comida en su honor, pero esperan hacerlo más adelante. «Ella hubiera querido que todos comieran bien».