Bajo el tema “Acompañar a la Familia, un proyecto común de solidaridad”, se realizaron las Jornadas de la Familia organizadas por el Centro de Estudios de Familia y Sociedad (CEFAS) de la UPAEP, en colaboración con el Pontificio Consejo de Cultura de la Santa Sede cuyo objetivo es crear espacios de diálogo y reflexión en torno al corazón de la sociedad: la familia.
“Sin duda las familias son un don de Dios, un regalo a la humanidad, un tesoro precioso que debe cuidarse, sostenerse y protegerse. La experiencia por la pandemia que estamos viviendo y que ha azotado a la humanidad ha dejado clara la grandeza de la familia, de sus valores, de sus experiencias que humanizan, que hablan de ternura, de compasión, de protección”, destacó en su mensaje inaugural Víctor Sánchez Espinosa, arzobispo de Puebla.
En este sentido, invitó a los asistentes virtuales a orar en comunidad para que cada hogar, sea una casa sagrada en donde Dios manifieste su amor y misericordia.
Finalmente, Emilio José Baños Ardavín, rector de la UPAEP, hizo hincapié en la prevalencia del espíritu solidario que en estos tiempos de pandemia coloca a la familia como un espacio de refugio y que hace evidente el proponerla como un proyecto común de solidaridad al que es preciso saber acompañar.
“Esto es lo que nos proponemos reflexionar con la ayuda de nuestros conferenciantes y panelistas”, destacó y compartió 5 reflexiones sobre la familia:
1. Ni el matrimonio ni la familia tendrían la oportunidad de sobrevivir, sin un continuum solidario que crece y se robustece en sus distintas facetas: esponsales, paternales y fraternales. La solidaridad implica siempre una movilización hacia el otro. Hacía quien necesita algo de nosotros y donde sabemos que podemos de algún modo responder a atender a tal necesidad.
Es un gesto voluntario, desinteresado, gratuito. Es además un acto donde ya sea consciente o inconscientemente nos vinculamos con ese algo. La familia es por ello, una verdadera incubadora de solidaridad.
2. Hay un concepto que en particular, el Papa Francisco ha puesto de relieve en su pontificado con especial énfasis en esta pandemia. Hace un año, nos decía, que solo podremos superar los actuales desafíos al “mostrar solidaridad con el prójimo y abrazando lo más vulnerable de nuestro medio”.
Es paradójico, pero resulta que cuando asumimos nuestra vulnerabilidad y permitimos que ésta sea abrazada, es cuando nos experimentamos más humanos, más solidarios y más amados.
Si esto aplica para las relaciones sociales en general, en la familia se vive con toda intensidad, y me atrevo a decir, que en ningún espacio como el conyugal esto se verifica con absoluta radicalidad. Ese mutuo abrazar y acompañar la vulnerabilidad es el cimiente de un matrimonio habilitado para amar y fructificar.
3. La Familia es la comunidad de un verdadero amor, y el verdadero amor deviene en una sublimación de lo humano. Al decir amor, me refiero a ese aprender, nunca llegar a dominarlo del todo, a donarse sin más a darse plena y gratuitamente; al decir verdadero, me refiero a lo que es real, apasionante y dramático a la vez; al decir sublimación quiero decir que es en esa comunidad llamada familia donde se suscitan vivencias que nos superan y que por su fecundidad y trascendencia constatan la presencia actuante de alguien con mayúsculas que es el verdadero AMOR. Me refiero a aquel que nunca comprenderemos cómo ni por qué nos participa de su amor, de su capacidad creadora y de su misericordia.
4. La familia es la gran escuela de humanidad. Pero no hay que ser ingenuos, humanizarnos implica una conquista diaria. Como decía Santa Teresa de Jesús, “Estamos hechos para luchar”, y creo que nadie podrá negar que las batallas, por decirlo así, que libramos en nuestra vida tienen íntima relación con estas pequeñas y en ocasiones grandes batallas que libramos en el núcleo familiar. Lo que sucede en nuestras sociedades es eco de lo que acontece en la familia y sin dudar es en ese frágil ya la vez potente espacio donde se gesta la grandeza, pero también vileza de la persona. De nuevo, paradójicamente librar esas batallas y salir fortalecidos depende de que nos dejemos abrazar en nuestra vulnerabilidad y estar dispuestos a hacer lo propio con los demás.
5. La familia es un regalo para la persona y para la sociedad que exige ser acogida y acompañada, por muy imperfecta que sea la familia, nada puede sustituir ni mucho menos superar lo que supone para cada persona para la constitución de la sociedad. La evidencia es abrumadora, en este tiempo que vivimos, que nos ofrece un panorama nítido del acompañamiento que estamos como familias convocados a brindar y también a recibir. La sociedad, de forma análoga al núcleo familiar requiere de ese movimiento al intra y al extra donde las familias acojan su fragilidad que deviene en un sólido entramado de solidaridad social.
Agregó que si bien la tarea es ardua, la novena edición de las Jornadas de la Familia entusiasma por el hecho de congregarse para reflexionar y renovar el compromiso por trabajar en lo más noble de la sociedad: la familia.
Finalmente, Carlos Ortiz Muggenburg, director del CEFAS detalló que la idea central del encuentro nace del llamado que hace el Papa Francisco a ir más allá de las barreras y construir puentes significativos de encuentro interpersonal y social.
“Acompañar a la familia es un exhorto a salir de sí. Cabe advertir que corremos el riesgo de ensimismarnos y acostumbrarnos a oír, ver y hablar, en lugar de escuchar, mirar y dialogar. Es un reto posible para el día a día transformar el desencuentro en reencuentro de la comunidad unidad”, acotó.
Los trabajos de las Jornadas de la Familia continuarán hasta el viernes 25 de marzo, y podrán inscribirse a través de la página: www.upaep.mx/jornadas.
Foto: Es Imagen / José Castañares