Como parte de los compromisos de conciencia y acción social de cara a la realidad cambiante, la Ibero Puebla, a través del Área de Reflexión Universitaria (ARU), celebró el inicio del webinario La construcción de sistemas de motivación y cohesión desde la perspectiva universitaria.
En su discurso de apertura, Francisco Valverde Díaz de León, director general del Medio Universitario, recordó que la humanidad está presenciando la situación crítica de que miles de personas están en peligro de muerte y millones de contagio. “La pandemia dibuja las condiciones de precariedad ambiental y desigualdad que proyectan la acción necesaria de las sociedades del conocimiento”.
Consideró que es momento de la filosofía y la conversación. “Estamos condenados al diálogo, lo cual no asegura acuerdos, pero sí arroja luces sobre los disensos”. Puntualizó que a las instituciones educativas les corresponde encargarse de brindar espacios para este intercambio de ideas.
Durante la ponencia inaugural, Marià Corbí, SJ, investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de Sabiduría de Barcelona, reconoció que el crecimiento de las tecnologías es cada día más profundo, lo cual tiene graves consecuencias en la vida de los colectivos e individuos. “Las llamadas sociedades del conocimiento son un destino inevitable para los colectivos humanos”.
Indicó que no se ha analizado las consecuencias axiológicas de las tecnociencias. Para el experto, estos efectos han sido devastadores, pues las ciencias interpretan una realidad cambiante, a diferencia de los panoramas religiosos. “Las ciencias minan las interpretaciones mitológicas de las religiones y las sustituyen con explicaciones cambiantes y acreditadas por su eficacia”.
Para Corbí, el prestigio de las ciencias resulta una alternativa contundente a las narraciones mitorreligiosas. Los proyectos axiológicos colectivos originados en las sociedades preindustriales, donde predominaba la retórica religiosa, ya no tienen los mismos efectos en la actualidad.
Ante el avance inminente de las sociedades del conocimiento, ofreció tres posturas posibles. La primera, asumir la aparición de la sociedad de innovación y manejarla a través del neoliberalismo. En esta ideología se gestiona el crecimiento de las ciencias para beneficio económico de unos pocos. El resultado es la miseria de múltiples pueblos, la extinción de especies y la inhabitabilidad de la Tierra.
La segunda, rechazar las sociedades del conocimiento. En este escenario se aprecia viable mantenerse al margen de los avances tecnológicos en aras de procurar la paz y la justicia. La desventaja es que estas poblaciones son susceptibles de subordinación.
Por tanto, ofreció una tercera postura como la más sensata: la adaptación a las sociedades de conocimiento para beneficio de las poblaciones. Advirtió que los principios éticos son postulaciones racionales de valor que no tienen poder axiológico cuando se ejercen sobre los modelos económicos, como el neocapitalismo, pues no alcanzan a llegar al sentir de las personas.
Al mismo tiempo, enfatizó que las sociedades que están obligadas a cambiar constantemente no pueden ser creyentes de corrientes religiosas. “Las creencias aparecieron para fijar los núcleos centrales de la vida y la interpretación de los colectivos. Si estos no pueden ser creyentes, tampoco pueden tener religión o ideologías”.
Los proyectos de vida colectiva problematizaron la religión y se enfrentaron a ella en guerras civiles a lo largo de dos siglos. Con la implantación progresiva de las sociedades del conocimiento, ya no hay enfrentamiento con la religión, sino un simple abandono de la misma. “En las sociedades del conocimiento, todo está en sus manos, pues se es consciente de que nada se recibe desde fuera”.
Marià Corbí llamó a transitar de una sociedad que se interpreta a sí misma como estática a una que se debe asumir como dinámica y con propósitos autónomos. “Los proyectos axiológicos colectivos deberán buscar la generación de cambios a través de la indagación y creación libre”.
Puesto que las ciencias y tecnologías son abstractas, no pueden proporcionar bases para la construcción de proyectos axiológicos. La tarea de los grupos comunitarios será, precisó, la postulación de principios sobre cómo se desea vivir a través de la tecnología y la innovación.
Dentro de sus reflexiones finales, indicó que para la gestión es imprescindible el cultivo de la calidad humana: sin ella, la sociedad del conocimiento puede convertirse en el enemigo más temible. “La imposición inevitable de las sociedades de conocimiento se ha convertido en un derecho humano para librarse de la pobreza y la sumisión. Las universidades tienen una tarea fundamental en ello”, cerró.