Sondra Better quería vivir. Pero su vida terminó abruptamente durante su última semana antes de retirarse, tras ocho años de trabajo en Lu Shay’s Consignment Shop en la ciudad de Delray Beach, en Florida.
El 24 agosto de 1998 dos clientes que pensaban que la tienda aún estaba abierta decidieron entrar y encontraron el cuerpo de una mujer que yacía en el suelo rodeado de una laguna de sangre y con señales de haber luchado contra su agresor.
En el piso también reposaban pedazos de vidrio de un jarrón, ella tenía heridas en el cuello, sus manos mostraban arañazos y uno de sus dedos permanecía casi desprendido de su cuerpo.
El informe del forense concluyó que Better, de 68 años, había sido “golpeada repetidamente en la cabeza con un objeto contundente y había recibido dos puñaladas en el cuello”.
Aunque nunca se encontró ese objeto, los investigadores apuntaron que en la tienda faltaba un cortador de pasteles, de acuerdo a un artículo publicado en el diario Tampa Bay Times.
La escena, como fue descrita en aquel entonces por la policía, “era sangrienta y estaba llena de evidencia”. Había salpicaduras de sangre por todas partes: desde en la caja registradora, la puerta principal y terminaban en la acera, reportó The Palm Beach Post.
Sin embargo, ninguna de esas innumerables evidencias parecían llevar hasta el paradero del criminal que había asesinado violentamente a la mujer.
Las autoridades de la zona recolectaron todas las huellas dactilares en el lugar y, bajo el liderazgo del detective Robert Stevens, quien se retiró en el 2007 pero continuó trabajando en el caso, lograron entrevistar a 36 hombres que habían estado en el lugar.
“La persona responsable de este atroz caso parecía haber desaparecido”, señaló el jefe de la policía de Delray Beach, Javaro Sims, en una rueda de prensa reciente.
Ningún dato coincidía con los registros que se tenían en una base nacional de datos conocida como el Sistema Automatizado de Identificación de Huellas Dactilares (AFIS) hasta que en diciembre de 2018, 20 años después del crimen, apareció una coincidencia que llevaría al arresto del implicado.
Se llama Todd Barket y ahora tiene 51 años. No había estado en la lista de los sospechosos hasta que un error alertó a la policía de la posible coincidencia con las huellas que se habían recolectado en la escena del crimen en el año 1998, cuando él vivía en una casa móvil en Lantana, cerca del lugar.
En enero de 2019, Barket se convirtió en un objetivo para las autoridades después de haber ingresado sus huellas dactilares en la Agencia para la Administración de Atención Médica durante el proceso de verificación de un puesto de trabajo donde ejercería como asistente certificado de enfermería en un hogar de ancianos.
Ahora Barket vivía en el área de Tampa, a menos de cuatro horas del lugar del crimen, por lo que los agentes policiales llegaron hasta su domicilio, en el condado de Hillsborough, para recolectar una muestra que resultó ser idéntica a la del asesino de Better, según determinó un laboratorio de ADN del condado Palm Beach.
“No parecía sorprendido”, dijo el capitán John Crane-Baker, director de la División de Investigaciones Criminales, quien llegó hasta el apartamento en Kingstowne Apartments , en Brandon, para arrestarlo.
Durante la investigación, la policía notó que Barket tenía una cicatriz en el lado derecho de su barbilla que no aparecía en la foto de su licencia de conducción de 1997 pero sí en el nuevo documento que había sacado en el 2002. La cicatriz la había obtenido aparentemente mientras asesinaba a la mujer de 68 años.
“Nos tomó 20 años. 20 años es mucho tiempo para querer tener justicia para un ser querido. Pero después de esos 20 años, hemos traído esa justicia “, le dijo Sims a The Palm Beach Post.
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