Desde 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conmemora el 10 de septiembre como el Día Mundial de Prevención del Suicidio, una situación de salud pública que concierne a todas las personas y cuyo abordaje sensible y profesional cobra especial relevancia en tiempos de pandemia.
De acuerdo con la Secretaría de Salud de Guanajuato, en 2019 hubo 273 suicidios consumados en aquella entidad; durante la primera mitad del 2020, la cifra ascendió a 324, indicó Ana María Chávez Hernández, suicidóloga de la Universidad de Guanajuato. En ese tenor, las acciones alrededor del acto suicida contemplan no sólo la prevención, sino el acompañamiento posterior al hecho.
La posvención en el suicidio integra todas las atenciones terapéuticas a las personas cercanas a la víctima. Una de las cuestiones psicoeducativas de intervención es la eliminación de tabúes en torno a la salud mental y el comportamiento suicida. “La posvención es una forma de prevenir, pues los allegados podrían replicar estos comportamientos como reacción traumática”, precisó la experta.
El suicidólogo no sólo tiene formación en psicología, sino en trabajo social y médico. Para Quetzalcóatl Hernández Cervantes, coordinador del Doctorado en Investigación Psicológica de la Ibero Puebla y presidente de la Asociación Mexicana de Suicidología (AMS), se distingue del tanatólogo porque, a diferencia de otras muertes, el suicidio es una forma violenta de morir.
Si bien no es una muerte natural, el suicidio es un tema de salud que concierne a la sociedad. El investigador reivindicó la importancia de generar foros de participación ciudadana para hablar sobre el tema de manera responsable y con respaldo científico. “Uno de los retos para suprimir el tabú es cerrar la brecha entre lo que investiga y lo que se divulga”.
Duelo
La posvención propone abordar las ideas suicidas de otras personas, especialmente de menores de edad, con respeto. No obstante, es importante ser vocal sobre ello para dar asistencia oportuna. “El suicidio es el duelo más difícil, pues te deja muchas preguntas pendientes”. Si bien el proceso nunca es sencillo, Chávez Hernández reconoció que los padres y madres son quienes más sufren la pérdida.
Al respecto, esclareció que existen dos tipos de duelo: el normal, que genera múltiples reacciones erráticas que son, no obstante, esperables; y el patológico, que provoca que la persona se extinga en sí misma. En el segundo escenario, el proceso de sanación no ocurre adecuadamente debido a que la persona es invadida por sentimientos de autodescalificación y culpa.
Responsabilidad emocional
Estamos en un contexto en el que la individualidad y el desconocimiento, así como los tabúes y las expectativas sociales, provocan que las personas manifiesten menos sus emociones y afectos. “Los que estamos en la educación sabemos que los jóvenes viven con muchísimo estrés. Así lo reflejan las cifras de defunción por suicidio”.
Nuestra cultura busca responsables a todos los hechos; bajo esa lógica, el sentimiento de culpa cobra sentido y protagonismo. El trabajo del suicidólogo, señaló Hernández Cervantes, es acompañar el trabajo terapéutico alrededor de los sentimientos de los afectados y su necesidad de respuestas. “En muchos casos, el suicidio es un proceso en el que se busca dejar de sufrir y no la muerte en sí”, complementó.
Entorno escolar
El académico de la Ibero Puebla recordó que, durante los primeros tres años de primaria, los niños juegan a la muerte y al suicidio, lo cual puede llegar a interpretarse como una trivialización del final de la vida. Por ello, dijo, es importante integrar el tema a la conversación con los menores para que terminen de comprender la magnitud de la situación.
En cambio, el diálogo con adolescentes sobre el suicidio debe impactar en las relaciones de amistad o de pareja, pues estos actores pueden ser partícipes del acto suicida por el conocimiento de esta tentativa y la falta de orientación adecuada. “Es fundamental aprender a saber qué ayuda puede funcionar mejor para prevenir una muerte por suicidio”.
Debido al duelo y la falta de información, son pocas las personas que acuden a recibir atención de posvención; se trata de un trabajo que, aunque es largo y arduo, genera beneficios. No obstante, advirtió Chávez Hernández, quienes no reciben este tratamiento tienden a heredar el dolor y las preguntas inconclusas a las siguientes generaciones.
El suicidio es uno de los estigmas más difíciles de enfrentar en la vida de la persona. La forma de retirarlo es a través de la intervención comunitaria, misma que interpela al ámbito escolar. “Que las escuelas actúen como si nada ante un suicidio genera impactos negativos en toda su población. Tendría que haber un trabajo profesional para evitar que quienes tienen el riesgo pasen al acto”, resaltó.
Con una participación activa por parte del auditorio, los expertos compartieron que la AMS buscará fortalecer el encuentro entre los afectados por un suicidio para tejer redes de apoyo y prevenir los sentimientos de culpa y el aislamiento. “Este es un espacio necesario para crear un vínculo entre el hecho y el relato de lo que ocurrió”, cerró su fundadora.