Como muchas veces sucede, la respuesta a la interrogante del título va más allá de las dos simples opciones de sí o no. Hay muchos factores en juego que hacen que tengamos que inclinarnos por respuestas más ambiguas del tipo quizás, tal vez, pudiera ser o depende.
Si bien el presidente estadounidense, Donald Trump, rebajó las tensiones y no decidió responder, de momento, con un nuevo ataque al lanzado por Irán este martes contra bases iraquíes que albergaban efectivos norteamericanos, el anuncio de nuevas y “poderosas” sanciones económicas al régimen islámico pudiera impulsar a Teherán a mantenerse en un camino de rebeldía, apartado definitivamente del acuerdo nuclear de 2015.
La nación persa ha demostrado que no cede ante presiones y su cordura fue duramente puesta a prueba, más bien llevada al límite, con el asesinato el viernes de uno de sus grandes líderes, el comandante de las Fuerzas Especiales Quds, Qasem Soleimani.
Ante la afrenta que significó la muerte de uno de sus patriotas ilustres, hoy mártir por obra y gracia de la operación unilateral ordenada por Trump, que refiere al fallecido como “uno de los principales terroristas del mundo”, la unidad nacional de Irán se ve consolidada.
Ello se constituye en un capital político importante para que Teherán tome decisiones radicales, incluso la de ir a la guerra contra una gran potencia. Consciente es el régimen de la nación persa del hecho que, se mire por donde se mire, Estados Unidos le supera en capacidad militar y posibilidades de éxito en un conflicto armado formal y pleno.
Sin embargo, los sentimientos de rechazo y odio que Washington despierta con sus acciones intervencionistas, en Irán y prácticamente en todo Oriente Medio, son un importante activo o elemento de legitimidad para emprender cualquier aventura militar, sin pensar en su desenlace inmediato o consecuencias.
Afortunadamente, para la región y el mundo, ninguna de las partes ha decidido obrar hasta hoy con una contundencia que obligue a la irreversibilidad del conflicto. No obstante, debemos estar expectantes de cómo reaccionará Irán ante el hecho de que sus ataques, según Trump, no causaron bajas en las tropas estadounidenses.
El objetivo era la venganza de Soleimani, llevada a nivel de promesa nacional, y en términos reales, con la muerte en la mira, no se ha concretado. De hecho, las sanciones anunciadas por Washington podrían tener mayor alcance en el país persa que lo que los misiles de éste tuvieron en el ejército estadounidense y sus aliados.
Quizás Irán opte por la paz y aproveche la suavización del conflicto que otorga su contraparte, quien, contraria a lo que mayormente podía esperarse de ella, por la habitual retórica inflamable de su presidente, llamó a evitar más derramamiento de sangre y convocó a rescatar, acomodamiento a su medida mediante, un acuerdo nuclear que ella misma se encargó de terminar, y que ha sido el origen de todo el nuevo diferendo bilateral.
Pero tal vez no lo haga y opte por llevar a término la promesa de venganza. En definitiva, nada le garantiza que pueda obtener realmente un acuerdo nuclear afín a sus intereses, ni que terminarán pronto las sanciones económicas que pesan en su contra, o las acciones de Washington en Medio Oriente que tanto le incomodan.
En definitiva, como señaló el investigador Adolfo Laborde, en entrevista con Notimex, el conflicto entre Estados Unidos e Irán es un choque de visiones, aprovechado por ambos países para capitalizar cada uno su poder político.
Toda la escalada del conflicto en días recientes es el desenlace de un proceso de confrontación entre la visión de un país que quiere vender petróleo y tener autonomía, y la de otro, Estados Unidos, que no está de acuerdo con el pacto nuclear firmado en 2015 con Irán ni aprueba, en su rol autoasumido de gendarme mundial, el sistema político y el camino de desarrollo por éste asumidos.
Por tanto, tras el mensaje de Trump de este miércoles, la amenaza de una guerra frontal entre los dos países, que se sumaría a los muchos conflictos armados vigentes en el mundo, no parece tan inminente como la noche de los ataques, pero está aún muy lejos de desaparecer.