El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, envió este sábado un mensaje a sus correligionarios del Partido Republicano: será implacable con cualquiera que apoye a la oposición demócrata y facilite la apertura de un juicio político en su contra.
El mandatario usó como cabeza de turco a Mitt Romney, actual senador por el estado de Utah que, en las elecciones de 2012, perdió frente al expresidente Barack Obama (2009-2017) y que, durante la campaña de 2016, se mostró muy crítico con Trump, al que llegó a tachar de «fraude».
El viernes por la noche, en un comunicado, Romney calificó de «equivocada» y «espantosa» la polémica llamada telefónica del 25 de julio, en la que Trump pidió a su homólogo ucraniano, Vladímir Zelenski, que investigara por corrupción en Ucrania a la familia del exvicepresidente Joe Biden, aspirante demócrata para las elecciones de 2020.
Romney también criticó a Trump por haber pedido públicamente a China este jueves que investigue a la familia Biden.
Ante esos reproches, la respuesta del dirigente estadounidense no se hizo esperar: este sábado en Twitter insultó y se burló de Romney, una de las pocas voces del Partido Republicano que se ha atrevido a desafiar al presidente.
Por favor, que alguien despierte a Mitt Romney y le diga que mi conversación con el presidente ucraniano fue agradable y muy apropiada, y que mi declaración sobre China se refería a la corrupción, no a la política», afirmó Trump en una serie de mensajes en Twitter.
A continuación, se rio de Romney por haber perdido las elecciones de 2012 frente a Obama y consideró que hubiera podido ganar si hubiera puesto en esa campaña el mismo trabajo que ahora está invirtiendo en criticarle.
Si Mitt hubiera trabajado así de duro con Obama, habría podido ganar. Tristemente, ¡se atragantó!», se mofó.
Mitt Romney nunca supo cómo ganar. Es un imbécil pomposo que ha estado luchando en mi contra desde el principio, excepto cuando me suplicó para que respaldara su candidatura para el Senado (y yo se lo di) y cuando me suplicó para ser secretario de Estado (no se lo di)», arremetió Trump.
Romney recibió el respaldo del mandatario cuando se presentó a las elecciones legislativas de 2018 para optar al escaño en el Senado por Utah, un puesto que ocupa desde enero de este año.
Trump y Romney, que también fue gobernador del estado de Massachusetts entre 2003 y 2007, tuvieron una relación muy tensa durante la campaña electoral de 2016; pero una vez que el magnate ganó esos comicios, Romney se puso de su lado e incluso sonó como posible secretario de Estado.
El 24 de septiembre, Nancy Pelosi, la demócrata de mayor rango en Washington, anunció el inicio de una investigación para determinar si Trump debe ser sometido a un juicio político por sus presiones a Ucrania.
Y, desde entonces, los republicanos se enfrentan a un dilema de difícil solución y una pregunta para la que aún no tienen respuesta: ¿Hasta qué punto deben permanecer leales a Trump? ¿Cuándo llegará el momento de saltar por la borda y sálvese quien pueda?
Los demócratas, con mayoría en la Cámara de Representantes, tienen suficientes votos en esa instancia para enviar cargos de acusación contra Trump al Senado.
Sin embargo, en el Senado, donde se produciría el juicio político, los demócratas son minoría y necesitan, al menos, el respaldo de 20 de los 53 senadores republicanos para poder destituir al presidente, algo que parece poco factible y que nunca antes ha ocurrido en la historia de Estados Unidos.
Solos tres presidentes han afrontado hasta ahora procesos de destitución: Andrew Johnson (1865-1869) y Bill Clinton (1993-2001), quienes fueron absueltos; y Richard Nixon (1964-1974), quien dimitió antes de que se produjera su juicio político.
Hasta ahora, los republicanos han evitado hacer una defensa categórica de Trump y han intentado desviar la atención a los demócratas, Biden y los negocios de su hijo menor, Hunter, que durante casi cinco años asesoró a la compañía de gas ucraniana Burisma.
Según las encuestas, el respaldo de los estadounidenses a un juicio político ha crecido varios puntos en las últimas dos semanas, especialmente entre los votantes demócratas e independientes; pero la aprobación de la gestión de Trump por parte de la base del Partido Republicano no se ha movido ni una décima.
Los senadores republicanos, incluidos aquellos con un perfil más moderado, han sido muy cautos porque temen que hacer frente a Trump se traduzca no solo en una pérdida de votos, sino en el rechazo total de la base del partido, siempre fiel al presidente.
Fuente: EFE