El año comenzó con grandes esperanzas para los soldados ucranianos que planeaban una contraofensiva contra Rusia. Concluyó con decepción en el campo de batalla, un estado de ánimo cada vez más sombrío entre los efectivos y ansiedad sobre el futuro de la ayuda occidental al empeño bélico de Ucrania.
Mientras tanto, ocurrió una efímera rebelión en Rusia, una represa ucraniana se vino abajo y se derramó mucha sangre en ambos bandos del conflicto.
Veintidós meses después de que invadió, Moscú controla aproximadamente una quinta parte de Ucrania, y la línea del frente —de unos 1.000 kilómetros (620 millas) de longitud— apenas se ha modificado este año.
Se ha desatado una crisis lejos del campo de batalla. En los países occidentales que han defendido la lucha de Ucrania contra su adversario de mucho mayor tamaño, las deliberaciones políticas sobre los miles de millones de dólares en ayuda financiera son cada vez más tensas.
El presidente ruso Vladímir Putin está implementando una estrategia de aguardar luego de dos años de una guerra que ha resultado ser un costoso error de cálculo por parte del Kremlin. Le está apostando a que el apoyo de Occidente se desmorone gradualmente, fracturado por divisiones políticas, erosionado por el cansancio de la guerra y distraído por otras exigencias, como las amenazas de China a Taiwan y la guerra en Oriente Medio.
El panorama político internacional podría girar bruscamente a favor de Putin tras las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos, por mucho el mayor proveedor militar de Ucrania y donde algunos candidatos republicanos están presionando para reducir el apoyo a esa guerra.
Casi la mitad de los estadounidenses cree que el país gasta demasiado en Ucrania, según un sondeo publicado en noviembre por The Associated Press-Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos.
“El panorama político a ambos lados del Atlántico está cambiando”, dice Charles Kupchan, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores en Washington DC, un organismo independiente de investigación. “La solidaridad transatlántica se ha mantenido estable. Pero no creo que se mantenga estable para siempre”.
Según analistas, este cambio de actitud podría beneficiar a Putin, que intenta al menos mantener a Ucrania en el limbo y a la larga obligarla a aceptar un mal acuerdo para poner fin a la guerra. Este mes, el mandatario anunció que se postulará a la reelección en marzo, lo que prácticamente garantiza que mantendrá su control represivo sobre Rusia durante al menos otros seis años.
“Ha sido un buen año, incluso diría que ha sido un gran año” para Putin, señala Mathieu Boulegue, consultor del programa Rusia-Eurasia de Chatham House, un centro independiente de investigación con sede en Londres.
Las sanciones occidentales están afectando a la economía rusa, pero no la están paralizando. Las fuerzas rusas siguen dictando gran parte de lo que sucede en el campo de batalla, donde sus líneas defensivas cuentan con campos minados de hasta 20 kilómetros (12 millas) de profundidad, los cuales han frenado en gran medida la contraofensiva ucraniana, la cual se ha extendido durante meses.
La contraofensiva fue puesta en marcha antes de que las fuerzas ucranianas estuvieran totalmente preparadas, un intento político apresurado de demostrar que la ayuda occidental podía alterar el curso de la guerra, dijo Marina Miron, del Departamento de Estudios de Defensa del King’s College de Londres.
“Las expectativas (para la contraofensiva) eran poco realistas”, dijo. “Resultó ser un fracaso”.
Putin consiguió en mayo una victoria que ansiaba desesperadamente en la lucha por la ciudad bombardeada de Bájmut, la batalla más larga y sangrienta de la guerra. Fue un trofeo que pudo presentar a los rusos después de que la ofensiva invernal de su ejército fracasara en su intento por tomar otras ciudades y pueblos ucranianos a lo largo de la línea del frente.
Un motín en junio del grupo mercenario Wagner fue el mayor desafío a la autoridad de Putin en sus más de dos décadas en el poder. Pero a esa organización militar le salió el tiro por la culata. Putin desactivó la revuelta y conservó la lealtad de sus fuerzas armadas, reafirmando su control sobre el Kremlin.
El jefe de Wagner y líder del motín, Yevgeny Prigozhin, murió en un misterioso accidente aéreo. Y las autoridades rusas reprimieron rápidamente y con mano dura cualquier disidencia pública sobre la guerra.
Aun así, Putin ha tenido contratiempos. Entró en conflicto con la Corte Penal Internacional, que en marzo emitió una orden de detención en su contra por crímenes de guerra, acusándole de responsabilidad personal en los secuestros de niños en Ucrania. Eso le imposibilitó viajar a muchos países.
Hasta ahora Ucrania ha recuperado cerca de la mitad del terreno que las fuerzas del Kremlin ocuparon en su invasión a gran escala en febrero de 2022, según Estados Unidos, pero va a ser difícil recuperar más.
La gran ofensiva emprendida por Ucrania estuvo muy por debajo de sus ambiciones, a pesar de que los países occidentales le habían proporcionado a Kiev diversas armas y entrenamiento.
Esto ha suscitado preguntas molestas en Occidente sobre el mejor camino a seguir. “Nos encontramos en un momento muy incómodo”, señaló Kupchan, del Consejo de Relaciones Exteriores.
Los rusos han sido implacables en su determinación de impedir que los ucranianos atraviesen sus líneas. Se sospecha que sabotearon la crucial presa de Kajovka sobre el río Dniéper, en el sur de Ucrania, ya que disponían de los medios, el motivo y la oportunidad para hacerlo. El hecho de que la presa se haya venido abajo generó inundaciones en una zona enorme en la que las fuerzas ucranianas podrían haber podido abrirse paso.
Por su parte, Ucrania ha demostrado ser capaz de golpear muy por detrás de las líneas enemigas, e incluso ha llegado hasta Moscú con drones de largo alcance. Puso en ridículo a Rusia al atacar con misiles y drones un puente clave en Crimea —península que el Kremlin se había anexado previamente—, así como depósitos de petróleo y aeródromos, y el cuartel general de la flota rusa del mar Negro en Sebastopol.
Al demostrar que puede atacar en el mar Negro, Ucrania ha logrado alejar a los buques de guerra rusos de la costa, aunque no del todo. En cierto momento, Rusia se enfocó en los puertos ucranianos del mar Negro —un conducto vital para el comercio mundial— y su infraestructura agrícola, con la consiguiente destrucción de alimentos suficientes para alimentar a más de 1 millón de personas durante un año, según el gobierno del Reino Unido.
Sin embargo, aunque Moscú ha sufrido enormes pérdidas de soldados y equipos, el país dispone de la magnitud necesaria para absorber esos reveses.
Putin, que según funcionarios extranjeros ha conseguido grandes suministros de municiones de parte de Corea del Norte, ha elaborado un presupuesto estatal que dedica una cantidad récord a la defensa, ya que aumenta el gasto en ese rubro en aproximadamente 25% en 2024-2026. También les ha ordenado a las fuerzas armadas del país que incrementen el número de efectivos en casi 170.000, hasta superar 1,3 millones.
Para Ucrania, el reto consiste en dotar de recursos a otra operación ofensiva. Sus soldados están motivados pero agotados, según analistas.
Zelenskyy ha cabildeado incansablemente a los gobernantes occidentales para que sigan prestando ayuda, consciente de que son el salvavidas de su país. Ha visitado Washington tres veces en los últimos dos años.
El presidente estadounidense Joe Biden viajó a Kiev en febrero en una muestra de solidaridad occidental. Ahora quiere que el Congreso conceda otros 50.000 millones de dólares para la guerra en Ucrania.
Sin embargo, el apoyo a Kiev muestra signos de debilitamiento. La propuesta de Biden está atascada en un Senado dividido.
Zelenskyy se anotó una victoria diplomática a finales de año, cuando la Unión Europea le concedió a Ucrania la aceleración de las negociaciones para ingresar al bloque. Pero incluso ese triunfo se vio matizado por la certeza de que el proceso podría llevarse años, al igual que conseguir ser miembro de la OTAN.
Y la negativa de la UE a conceder 50.000 millones de euros (55.000 millones de dólares) de ayuda para mantener en marcha la maltrecha economía ucraniana ha sido frustrante para Kiev.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, fue quizá la que mejor expresó la situación en noviembre, cuando, sin darse cuenta, les dijo a un par de bromistas rusos que se comunicaron con ella que “hay mucho cansancio” sobre la cuestión de Ucrania.
“Estamos cerca del momento en que todo el mundo entiende que necesitamos una forma de salir de esto”, dijo.
Fuente: AP Noticias