Una influencer que comparte videos a través de redes sociales, contó que hace unos meses pasó un tiempo con algunas comunidades caníbales en Nueva Guinea y se hizo amiga de los integrantes.
En su cuenta de Instagram, Alejandra Ramírez explica que uno de los momentos más sorprendentes de su viaje que le llevó seis días llegar hasta el lugar donde se encontraba la tribu, fue cuando estaba grabando un video y un hombre se acerco a ella.
En la descripción del video, Alejandra cuestionó si sería la primera vez que un hombre ve su reflejo «no lo sé», pero se vio muy sorprendido.
«Equipo les quiero presentar a Silac, el abuelo de los korowai. La aventura continua, este domingo segundo capítulo de las crónicas de Papua. La aventura de seis días para llegar a esta selva a pasar navidad con la tribu korowai».
Señala que el momento cuando Silac se acerco a ella «fue uno de los más sorprendentes, el abuelo Silac y yo nos hicimos muy amigos. Yo me estaba grabando y él llego por atrás a ver por qué le hablaba al cel y así quedo guardado este momento».
El instante «para mí fue mágico, cómo él llegó, cómo se vio con amor, cómo se reconoció y luego siguió con su vida normal. Cómo si nada hubiera pasado. Un momento y ya», indicó.
Alejandra reconoce que son dos mundos y dos culturas diferentes conociéndose, «no fui la primera ni seré la última turista en visitarlos», pero sabe que la reacción de los internautas no va a ser aceptada por todos, por eso resaltó que:
«Acá no es si él se ve o no en un cel. A lo mejor ya se ha visto en el agua o en otras cámaras, Yo no me le robe su identidad ni cambie su vida ellos siguen intactos. El problema es El Oro, la guerra interna desde el 1961, el que los sacaran de sus tierras el gob de Indonesia. Y yo estoy siendo voz a esos problemas más grandes a realidades mucho más duras. No perdamos el foco por opiniones vacías sin contexto».
Por lo anterior, recalcó que ella no quiso interferir en su cultura no tradiciones, ni mucho menos pedirles algo a cambio, «me abrieron las puertas de su hogar y pedí permiso para poder grabarlos»
Milenio