La caída de cualquier imperio siempre despierta preguntas. ¿Qué ocurrió para que una potencia económica o militar colapsase? ¿Cómo es posible que una civilización rica cultural y técnicamente acabe siendo vencida por otras menos desarrolladas? En muchas ocasiones hay un factor que hasta hace poco no teníamos tan presente: los cambios ambientales.
Uno de estos casos se explica en un artículo reciente. Explica la caída de un imperio tal vez menos conocido que otros – como el romano o el azteca – pero no por ello menos importante: el Imperio Asirio, o más en concreto el Imperio NeoAsirio.
Esta civilización controlaba gran parte de Oriente Medio, ocupando un territorio que cubre gran parte de lo que hoy son Irán, Siria e Irak, llegando hasta Egipto. Contaban con una cultura desarollada, dominaban artes y ciencias de la época… y sin embargo, cayeron por las presiones de dos naciones mucho más pequeñas, Babilonia y Medes.
La culpa, según se explica en el artículo, la tuvo una “megasequía”. Que es como la llaman los investigadores, y no es precisamente una exageración. Estamos hablando de un periodo de escasez de lluvias que duró sesenta años.
Este dato se ha podido deducir mediante análisis geoquímicos de las estalagmitas de las cuevas de la región. Gracias a estas técnicas se puede saber en qué momento se crearon las distintas secciones de una estalagmita, y analizando su composición química – en concreto la relación entre dos isótopos o versiones del oxígeno, la pesada y la ligera, que depende de las lluvias – se ha dado con esta cifra.
Con una sequía de sesenta años, podemos entender que un imperio colapse. Para empezar, las tropas serán más escasas y débiles. Escaseará la comida, y crecerá el descontento. Cuando llegue una fuerza de ocupación, la gente no tendrá ni fuerzas ni ganas para oponerse a los enemigos.
Pero la sequía tendría que haber afectado a todos por igual. Tanto Medes como Babilonia compartían región y fronteras con el Imperio Asirio, y las sequías no suelen entender de fronteras humanas. Alguna diferencia habría para que a unos les afectase mucho más que a otros.
La había, vaya que si la había. Por mucho que el Imperio NeoAsirio fuese una potencia militar y cultural de la época, seguía llevando a cabo una agricultura tradicional. La producción de las cosechas dependía enteramente del agua de lluvia. En cambio, tanto en Medes como en Babilonia habían desarrollado la irrigación, lo que les permitía aprovechar mucho mejor el poco agua que caía para sus cultivos.
Mientras el clima fue benigno, el Imperio NeoAsirio pudo desarrollarse y florecer. Pero con la llegada de la megasequía, sus enemigos tenían una ventaja importante: podían dar de comer a sus poblaciones. Y este factor fue el que, según los autores del artículo, determinó el final del Imperio NeoAsirio.
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