Los sueños, esa ventana al inconsciente donde la mente da rienda suelta a nuestra imaginación creando mundos nuevos, han desconcertado a las personas desde la antigüedad.
Diversas culturas como la griega y romana consideraron a los sueños como vehículos de los dioses para comunicarse con los mortales y hacerles conocer sus designios, pero con el paso de los siglos se adquirió un enfoque más naturalista.
Se hizo una clara distinción entre el sueño, entendido como el proceso de dormir, y los sueños, producto de dicha actividad; sin embargo, es inevitable que entre ambos exista una conexión estrecha.
Actualmente se reconoce al sueño como una necesidad biológica que sigue un ciclo circadiano (cambia en función de los periodos de luz y oscuridad) y se caracteriza por la disminución de la consciencia, falta de reacción a los estímulos sensoriales y relajación de los músculos voluntarios.
El sueño consta de varios ciclos de aproximadamente 90 minutos cada uno que se repiten a lo largo de la noche. En cada ciclo se distinguen dos grandes fases, la no MOR (no consta de movimientos oculares rápidos) y la MOR que se caracteriza por dichos movimientos.
La no MOR tiene cuatro etapas, la primera comprende los primeros minutos de adormecimiento, la segunda corresponde a un sueño ligero, la tercera es de transición y la cuarta etapa es de sueño profundo y antecede a la fase MOR que es donde aparecen durante algunos minutos los sueños más vívidos.
El sueño desempeña un papel importante en la consolidación de la memoria de los eventos del día y es indispensable para la salud, pues mientras se está despierto, las regiones cerebrales asociadas al pensamiento lógico están en operación. Por el contrario, mientras soñamos son las zonas relacionadas con las emociones las que presentan mayor actividad.
La mayoría de las personas no logran recordar en su totalidad lo que soñaron, pues se estima que el 95 por ciento de los sueños se olvidan. Sin embargo, es más fácil recordar el contenido de los sueños cuando la persona despierta durante la fase de sueño MOR o inmediatamente después. Pero aún en esos casos, es necesario hacer un esfuerzo en los primeros minutos de la vigilia para fijar el recuerdo.
Lograr un sueño óptimo es difícil, porque existen problemas que provocan cambios en la forma de dormir, causando así trastornos que ponen en juego la salud y calidad de vida de las personas.
El insomnio es uno de los trastornos más comunes en los mexicanos, se caracteriza por la dificultad de conciliar o mantener el sueño y, en muchos casos, es un síntoma de otros trastornos como estrés, ansiedad u otra enfermedad. La narcolepsia, otro trastorno común, se identifica por episodios repentinos e incontrolables de sueño durante el día.
También es muy recurrente el síndrome de apnea, que está relacionado con ausencia de la respiración por 10 segundos o más y el síndrome de piernas inquietas que se caracteriza porque las personas tienen malestar (hormigueo, dolor, sensación de ardor) en las piernas y sienten la necesidad urgente de moverlas.
En otros casos, se presentan terrores nocturnos y pesadillas, y en niños la enuresis nocturna (mojar la cama); todo esto con consecuencias como disminución en el estado de alerta de las personas, alteraciones en su funcionalidad, cansancio durante el día y afectaciones en la memoria, la atención, el lenguaje y el pensamiento.
El uso del celular o tabletas antes de ir a dormir resulta ser uno de los problemas más recurrentes si se trata de no poder conciliar el sueño, pues como se utilizan a una distancia muy cercana a nuestros ojos, la cantidad de luz que emite engaña al organismo haciéndole creer que todavía se puede estar despierto.
Para poder combatir estos trastornos, existen recomendaciones que van desde la relajación, evitar la cafeína y el alcohol antes de dormir, tener un horario destinado para las horas de sueño y tratar de respetarlo, no dormir con mascotas y evitar pensar en problemas, hasta un tratamiento completo en clínicas de sueño especializadas.
Es importante tener en cuenta los tres pilares que ayudan a mejorar la calidad del sueño: la duración, esta debe ser la suficiente para que el cuerpo tenga el descanso necesario, Cruz Martín del Campo recomienda en los adultos, dormir cada noche entre siete y nueve horas. La continuidad, dormir sin interrupciones para que el sueño sea efectivo y la profundidad, el sueño deberá ser lo suficientemente intenso para que sea restaurativo.
En el Cinvestav se investigan diversos aspectos relacionados al sueño y se ha descubierto, por ejemplo, que la falta de este, daña la capacidad de las células cerebrales para funcionar adecuadamente, conduciendo a lapsos mentales temporales que afectan la memoria y la percepción visual.
Por: Salma Rivera Vázquez / Asesoría: Silvia Cruz Martín del Campo, Departamento de Farmacobiología