El ejercicio periodístico tiene un papel fundamental en los procesos de transformación social y la cultura de paz; sin embargo, es necesario que las y los periodistas, así como desde los medios de comunicación, se haga una reflexión sobre las narrativas y cómo se abordan los contextos de violencia, guerras y, en general, los de ruptura del tejido social para no caer en el error de sólo informar sobre “el horror” sin mostrar las causas, aseguró la periodista y académica Gabriela Warkentin.
Durante la mesa Periodismo, libros y cultura de paz, del Coloquio Libros, edición y cultura de paz, aseguró que en la actualidad el reto es grande frente a la complejidad de las guerras que se han multiplicado desde distintos frentes, lo que orilla a los diferentes actores a hacer una autocrítica y reflexión sobre qué y cómo se informa a la ciudadanía.
En ese sentido, apuntó que al periodismo no le toca ser factor de paz. “Nosotros no somos los que estamos haciendo la guerra; lo que no podemos negar es que sí somos los que vamos narrando, como parte de esta cotidianidad que se vuelven insumos de conflicto”.
En el encuentro, organizado en ocasión de la Feria del libro y la Rosa 2023, reconoció: actualmente existe un cuestionamiento sobre qué papel debe jugar esa profesión frente a la guerra y cómo abona a la paz o, por el contrario, terminan reproduciéndola. Es verdad que existe un periodismo de soluciones que muestra posibles caminos de salida a las narrativas bélicas, pero “no es una ciencia exacta y se va transformando conforme a las sociedades, frente a horizontes que se debe de ir articulando con otras posturas.
“Lo que sí se nos ha olvidado muchas veces en el periodismo es para qué estamos haciendo algo, para qué estamos cubriendo algo, porque coincido en que no tiene ningún sentido hablar, por ejemplo, sólo de desaparecidos, como abrir una fosa, sin abundar en las historias o contextos, eso es sólo reportar el horror. Si ahí me quedé, nos metemos en ese pantano del horror”. El reto es construir narrativas o relatos más humanos.
En su oportunidad, el periodista Témoris Grecko destacó que frente a los momentos de crispación y violencia que se viven en nuestro país y en varias partes del mundo, es necesario que desde el periodismo y los medios de comunicación se promueva un discurso más dirigido a entender la vida de las personas y, a la vez, a canalizar las diferencias a un ámbito de respeto a las leyes locales e internacionales.
Para ello, dijo, se requiere cambiar el tipo de coberturas de los conflictos. “Los periodistas no hacemos las guerras, pero tenemos que contarlas, no podemos hacer que no existan porque hay un sufrimiento humano que tenemos que contar, y no podemos decir que somos periodistas de paz y nos vamos a otro lado, a reconocer cómo es la vida en la guerra”.
Si nos limitamos a pensar las narrativas en una nota en televisión de 65 segundos, donde se expone el drama de violencia con imágenes de explosiones y de gente herida, sin abundar en las causas o en otras formas de vida aún dentro de la guerra, se caería en un periodismo sensacionalista, que poco abona en los procesos de construcción de paz, aseguró.
“Porque cuando tenemos estas coberturas veloces y superficiales en donde todos es drama, bombardeos, edificios derrumbados y gente llore y llore, y sólo escombros, todo es drama. El discurso periodístico sobre la guerra se reduce a acabar con la esperanza, a no explicarnos que esas personas que están sufriendo podríamos ser nosotros, que son iguales a nosotros”.
Escritura desde el exilio
En la mesa, Escrituras desde el exilio, la escritora nicaragüense, Ligia Urroz, autora de Somoza, la novela del hombre que robó lo sueños de una nación, señaló: en el terreno de la literatura, el exilio para los escritores no solo significa cambiar o mudarse de país por cuestiones políticas, y la expulsión interna “que sin irte del país se está en esa condición, es decir, se escribe desde la perspectiva de no estar con los demás, desde un yo interno que también puede ser un exilio de salud”.
La también ensayista y promotora cultural indicó que otra de las categorías entre migrar al exilio y al destierro que ocurre entre los nicaragüenses, está el apátrida, es decir, el reciente despojo de la nacionalidad a los opositores que estaban en la cárcel desde 2021, un derecho humano que no se pierde.
En el Foro Libertad, el periodista venezolano Boris Muñoz externó que cuando Nicolás Maduro asumió el poder en 2013 había 130 periódicos en Venezuela; hoy 10, años después, quedan menos de 25.
Apuntó que no todos los que han emigrado de esa nación son exiliados, pues es necesario distinguir entre migrado, exiliado y nómada, tres conceptos diferentes. “Me considero un autoexiliado que decidió irse justo en el momento en que Venezuela pasaba del régimen híbrido a la ‘dictablanda’, cuando en 2007 el expresidente Hugo Chávez perdió otro referéndum por la reelección indefinida que esperaba ganar de manera abrumadora, con lo que empieza a acelerarse el autoritarismo y dos años después impuso otro referéndum para garantizar la reelección indefinida nuevamente”.
Por su parte, Carlos Manuel Álvarez, periodista y narrador cubano, aseveró que ha tenido un recorrido accidentado que hace que las categorías emigrar, exiliarse, desterrarse o asumir la condición de nómada, sean situaciones “que parcialmente creo haber vivido y no necesariamente de manera consecutiva, pero que en ocasiones se han dado de manera simultánea”.
Esas categorías son porosas, pasan primero por condiciones concretas específicas, es decir, por momentos políticos puntuales, “pero también por recorridos sentimentales en los que uno está inmerso y cuando viene a caer en determinado estado, creo que muchas veces uno se mueve por una razón y luego esas causas no estaban completamente definidas ni para uno mismo”, consideró.