Un risco unido a la tierra firme por unas enormes dunas abriga del viento la pequeña ensenada en la que se presume que Hernán Cortés hundió sus barcos en 1519, en una trascendental decisión que culminó con la conquista del imperio Azteca.
Cinco siglos después, en esa bahía de Villa Rica, en Veracruz, el arqueólogo mexicano Roberto Junco busca los barcos del conquistador a 15 metros de profundidad en una capa de sedimento que los cubre.
«Los cascos están ahí», aseguró.
En ese lugar, Cortés recaló tras recorrer la costa mexicana desde Yucatán y allí mismo tomó la decisión de hundir las embarcaciones para controlar un brote de insubordinación y dejar claro a sus hombres que sólo quedaba avanzar hacia Tenochtitlán, en el altiplano de México.
Junco, jefe del departamento de arqueología subacuática del INAH, ha estudiado la historia de los barcos y además conoce bien el área por haber hecho una primera incursión en junio de 2018, cuando encontró un ancla del siglo 15 que tiene restos de una madera que los expertos fecharon entre 1417 a 1492, y detectaron que corresponde a un roble endémico de la cornisa cantábrica del norte de España.
Pero Junco no echa las campanas al vuelo con el hallazgo del ancla, que no ha sido sacada del fondo del mar todavía, y con prudencia asegura que no hay aún indicios para vincularla con los 10 barcos hundidos por Cortés ni tampoco con las embarcaciones de Pánfilo de Narváez y otros exploradores ibéricos que desde ese año atracaron regularmente.