Las votaciones de 2021 representan un primer ejercicio para decidir el rumbo del país por lo que resta del sexenio y serán el movimiento de apertura de cara a la renovación presidencial de 2024.
México despertó esta mañana con el silencio reflexivo de la veda electoral. Luego de semanas de intensa movilización proselitista, el país gozará de 72 horas de respiro antes de arremolinarse en las urnas para los tan mencionados comicios más grandes de la historia este domingo 6 de junio.
Cerca de 94.4 millones de votantes contribuirán a la renovación de 20,415 cargos públicos en todos los estados de la República en un contexto marcado por la pandemia de coronavirus y su crisis económica subsecuente, la polarización social, la violencia exacerbada y el desencanto por el actual proyecto de nación.
A nivel estatal, los conflictos interinstitucionales de los partidos retrasaron la elección de los candidatos y el arranque de sus respectivas campañas. Esto marcó la trayectoria de los dos aspirantes punteros en la capital: Eduardo Rivera, quien avanzó a trompicones por el disenso de su partido; y Claudia Rivera, cuya aspiración a un segundo periodo se ha enfrentado a numerosas oposiciones mediáticas y legales.
Este ciclo intermedio también estará marcado por la coalición inédita entre PRI, PAN y PRD a nivel nacional, partidos antagónicos durante la transición democrática que buscan pilotear un vínculo que podría replicarse en los comicios de 2024. La colaboración supone una bocanada vital para el partido del Sol Azteca y para el Revolucionario Institucional ante la erosión de su respectiva fuerza política.
Para Miguel Calderón Chelius, responsable del Observatorio de Salarios de la Ibero Puebla, la alianza Va por México podría suponer un acabose para el PAN, el más fortalecido de los integrantes, pues dificultaría futuros desmarques de un PRI al que ha señalado históricamente como su enemigo. Los antecedentes del Pacto por México en tiempos de Enrique Peña Nieto tampoco dan luces de una coalición viable.
Mientras la oposición política terminaba de cohesionar, el propio Instituto Nacional Electoral (INE), a través de sus consejeros, se posicionó como contrapeso al discurso oficialista. Las tensiones entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el árbitro electoral, producto de las amonestaciones por proselitismo en las mañaneras y de la cancelación de cerca de 40 candidaturas de Morena, han llevado al planteamiento de ajustes importantes en la normativa electoral.
Roberto Alonso Muñoz, coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Jesuita, considera factible la propuesta de celebrar una reforma electoral consensuada este año. Entre los ejes a revisar, destaca el presupuesto público y privado que se otorga a los partidos para las campañas, así como la urgencia de restituir la legitimidad del Tribunal Electoral.
Las campañas también han sido marcadas por la degradación del discurso político. Por un lado, con la inclusión de mensajes agresivos y poco propositivos en las campañas; por el otro, con la nominación de celebridades ajenas a la política o políticos con antecedentes cuestionables.
Estos y otros perfiles conforman lo que Juan Luis Hernández Avendaño denomina “kakistocracias”: personas ignorantes de la vida pública que ofrecer soluciones fáciles, aman la riqueza y rechazan cualquier tipo de crítica. Para el director general del Medio Universitario, el electorado tendrá un alto papel en la sanción de estos perfiles que se proliferarán en las boletas en la forma de deportistas, figuras públicas y caciques regionales.
De manera paralela a la retórica de confrontación se encuentran múltiples expresiones de violencia ocurridas en los últimos 90 días. La consultora Etellekt confirmó que este es el proceso electoral más violento en la historia de México, donde se han registrado 782 agresiones a actores políticos, siendo el caso de Francisco Cortés de Morena en Santa Clara Ocoyucan el más reciente en el estado.
Si bien no es un fenómeno inédito en los periodos de campaña, Calderón Chelius considera que se ha incrementado, entre otras razones, porque los candidatos tienen que estar más expuestos al ojo público que en tiempos de votaciones menos disputadas. “Hay fuerzas vinculadas al crimen organizado y a la política que tratan de decidir e incidir en los procesos electorales a través de la eliminación de candidatos”.
Lo que está en juego
Independientemente de los resultados, Alonso Muñoz percibe que el verdadero elemento en disputa es el relato de la democracia. Para muchas perspectivas, la jornada del próximo domingo se reduce a un referéndum donde la ciudadanía decidirá si el proyecto de la Cuarta Transformación avanza o encuentra un primer dique. Sin embargo, “ese es el gran fracaso de la oposición: su propuesta tiene que ver con poner un alto, no con construir otra cosa”.
Miguel Calderón aprecia que las llamadas “campañas negras” fijaron ideas en el electorado sobre determinados candidatos y sobre las dimensiones de victorias y derrotas. “Es una estructura discursiva que trata de elevar los requisitos de Morena para que pueda reclamar un triunfo y bajárselos a la oposición para que pueda triunfar ante el autoritarismo. Eso es falso: vamos a tener un Congreso plural como lo hemos tenido hasta ahora”, argumenta.
Por su parte, Juan Luis Hernández ve en la elección de Eduardo Rivera, favorito en la capital poblana, una oportunidad para sostener mejores diálogos colaborativos entre los ejecutivos estatal y municipal. De igual manera, pronostica que Morena ganará la mayoría simple en el Congreso local, aunque dejando en el camino la mayoría de las diputaciones en la zona metropolitana y las alcaldías más relevantes.
Al tratarse de una elección intermedia, se estima que el 55% del padrón electoral acudirá a las urnas. Con más inhibiciones que motivaciones para salir a votar, el grueso del electorado podría encontrar un único aliciente en la retórica predominante y meterse en las urnas, con cubrebocas y calculadora en mano, a elegir entre la continuidad y la bifurcación.