En 2017, el movimiento estadounidense #MeToo fue replicado en español bajo la consigna #YoSíTeCreo. Posteriormente, en 2019, surgió la intervención Un Violador en Tu Camino. Se trata de acciones que tienen como eje la denuncia de la violencia sexual
Cerrar los ojos, respirar, estirar las extremidades y saludarse unos a otros: Ser conscientes de nosotros mismos, pues “la violencia rompe el afecto”. Con ejercicios básicos de meditación, Amandine Fulchiron, investigadora social y terapeuta psicocorporal, dio inicio a su ponencia Solas y en silencio, ¡Nunca más!: Reflexiones para una vida sin violencia sexual en el marco de la Jornada en el marco del Día Internacional de la Mujer.
La invitada evocó el concepto de política sexual como el conjunto de prácticas e ideologías que dan a los hombres el derecho de expropiar el cuerpo femenino. “La violencia sexual no es un daño colateral, es el centro y la síntesis de la opresión de las mujeres”, denunció.
A los varones se les enseña, desde temprana edad, que tienen el derecho, y a veces la obligación, de humillar al género opuesto. La virilidad, dijo, se basa en la tensión de poder entre hombres cuya reafirmación consiste en el dominio.
Estas prácticas están protegidas por los pactos patriarcales. “Desde hace 5,000 años, no hemos sido invitadas a integrar las reglas de la sociedad. Los hombres, ellos solos, lo hicieron con nosotras como moneda de cambio”. Esto se vuelve evidente cuando la mujer levanta la voz frente a la injusticia y se presentan reacciones negativas en torno a las movilizaciones masivas.
Por tanto, comentó Amandine Fulchiron, la sociedad patriarcal asume únicamente la voz masculina. En contraste, las experiencias femeninas se relegan a lo que el hombre determina: “No es violación, es sexo consensuado; no es acoso, es cortejo”, ironizó.
Sobre el panorama jurídico internacional, recordó que las estadísticas actuales en temas de violencia contrastan paradójicamente con la presencia de leyes pensadas para proteger a la mujer. La interpretación de las normas, complementó, sigue siendo desde el punto de vista masculino: de ahí la importancia de fomentar los procesos judiciales con perspectiva de género.
El estigma en torno a la palabra “puta” convierte a la mujer en un objeto accesible del ataque sexual. La activista recalcó que, a través de estos fenómenos, no sólo se agrede a la mujer, sino que se le adjudica la responsabilidad de las violencias de las que es víctima.
Sobre las acciones por hacer, Fulchiron recordó el valor de ubicar a las mujeres en el primer lugar, dejando atrás su posición a la sombra del hombre. “Necesitamos crear espacios propios para poder escucharnos, decir nuestra verdad y romper el silencio.”
La terapeuta urgió en comenzar a llamar los hechos por su nombre como una manera de dejar de sentir vergüenza hacia la condición de víctimas. A su vez, invitó a que la catarsis contribuya a canalizar la rabia hacia los agresores, no hacia sí mismas o a las personas que las rodean. “Conectarse con las emociones nos permite elegir. Si no, solo escuchamos la voz del dominio”, dijo.
Señaló la importancia de desarticular los preceptos de feminidad impuesta, misma que surge a partir de los intereses y deseos patriarcales. En su lugar, invitó a desarrollar relaciones basadas en el respeto y los límites concretos.
Durante el cierre, Amandine Fulchiron reiteró el valor de establecer límites de manera colectiva, así como destejer la feminidad dañina y la masculinidad aprendida. “Los hombres solidarios me dicen: ‘¿qué hacemos?’ Es a ellos a quienes les toca averiguarlo”. Lanzó el llamado a los varones presentes a asumir sus responsabilidades en la lucha contra el patriarcado.