Garantizar que el sufragio se efectuara con estrictas medidas de seguridad sanitaria y confianza, así como la adaptación y reinvención de los organismos electorales, fueron factores claves para realizar con éxito 20 elecciones en América Latina, durante lo que va de la pandemia.
En lo anterior coincidieron expertos y autoridades de México, Costa Rica, Perú y Bolivia, en el ciclo de diálogos «Retos organizativos para celebrar elecciones en tiempos de pandemia», organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.
Claudia Zavala Pérez, Consejera Electoral del Instituto Nacional Electoral, reconoció que aun cuando la pandemia nos sorprendió, pudo aprenderse sobre la marcha, y para ello fueron clave la comunicación y la tecnología.
“Y no solo eso, sino nos hicimos acompañar de un grupo de expertos en salud, entre estos David Kershenobich Stalnikowitz y Germán Fajardo Dolci (investigador y director de la Facultad de Medicina), entre otros, para crear un proceso consultivo en salud pública para convencer y dar confianza a la ciudadanía de que las elecciones eran seguras”, explicó.
La consejera resaltó también la implementación del Voto Electrónico con los mexicanos en el extranjero, y la realización de una prueba piloto, con ciudadanos que están privados de la libertad, lo que en ambos casos se realizó, con toda certeza.
Latinoamérica
Sofía Vincenzi, funcionaria del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, observadora en más de 90 elecciones en la región, manifestó que la lección es la capacidad de los organismos electorales para reinventarse en cada caso.
El temor de la población latinoamericana era ser parte de un contagio masivo, por lo cual cada país tuvo que instrumentar procedimientos diferentes de acuerdo a sus legislaciones.
“Las mejores prácticas han tenido que ver con el uso de las herramientas tecnológicas; no obstante, se requiere garantizar el derecho político al voto de las personas enfermas de COVID-19, y es algo en lo que no se han tomado las medidas adecuadas”, planteó la también politóloga de la Universidad de Costa Rica.
Perú
Katiuska Valencia Segovia, de la Oficina Nacional de Procesos Electorales del Perú, dejó en claro que “sembrar confianza era clave”, debido a que en medio de una elección polarizada y cambios de autoridades electorales, se daba un escenario de “intensidad política”.
Ante todo, debimos garantizar la tranquilidad de los electores y los funcionarios. “En Perú, por ejemplo, no es obligación de los ciudadanos prestar los locales para votar, y en esta reciente ocasión pasamos de cinco mil inmuebles a 11 mil, lo que representó una tarea ardua y significativa”.
Otro de los retos y que queda como logro de buenas prácticas a futuro, fue el conocimiento cada vez mayor de la ciudadanía de los conceptos relacionados con los sufragios, como actas o contabilización, además de acciones inmediatas y concretas contra las noticias falsas o fakenews.
Bolivia
Salvador Romero Ballivián, expresidente del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y académico de la Universidad Católica Boliviana, expuso que su país ha sido el primero en el mundo que organizó dos procesos electorales.
“Nada fue sencillo. La elección de 2020 ya era la más compleja de la historia democrática de Bolivia aun antes de la emergencia sanitaria. No hay que olvidar que hubo elecciones en 2019 y fueron anuladas; además, se suscitó la renuncia de Evo Morales, y la implementación de un gobierno transitorio para organizar una nueva elección”, relató.
Aunado a lo anterior, prosiguió, la mitad de la infraestructura del órgano electoral fue destruida en 2019, y teníamos 120 días, desde el momento que se posicionaran las nuevas autoridades, para organizar elecciones.
Finalmente, la jornada inició y concluyó en paz, ese fue el mérito, con resultados avalados internacionalmente; tuvimos una participación de 88.4 por ciento, una de las mayores en Latinoamérica por encima del promedio histórico de Bolivia, y en las tres semanas posteriores, se registraron menos casos de COVID, porque tuvimos protocolos definidos, concluyó.
La organización y moderación del dialogo estuvo a cargo de María Marván Laborde y Flavia Freidenberg, del IIJ de la UNAM.