La trata con fines de explotación sexual es apenas la punta del iceberg en un sistema violento, opresor y degradante.
Un sistema arcaico que ha determinado y controlado la vida sexual, amorosa y social de las mujeres en el mundo se hace presente en una de sus expresiones más crudas: la trata de personas. Cuando a este se le añade la variante de la explotación sexual, salen a relucir las complejas dinámicas que condicionan una vida libre de violencias, que va acompañado de la manipulación y opresión de los cuerpos.
Esto es lo que la Mtra. Ixchel Yglesias González Báez explicó en la tercera sesión de la Cátedra Ellacuría, SJ, “La trata de personas con fines de explotación sexual”. La antropóloga y socióloga experta en la materia esclareció los principales móviles y orígenes de esta práctica deshumanizante que, en sus palabras, mata de manera simbólica a las mujeres y las relega a espirales de violencia inconmensurables.
Para erradicar la trata de personas, o en su caso prevenirla, hay que entenderla. La experta explicó la importancia de adentrarse en uno de sus epicentros, Tlaxcala, donde se ha asentado un entramado con más de 70 años de antigüedad, en que los distintos métodos, actores y variantes dan las claves necesarias para entender este delito en otros contextos.
Esta exploración ha permitido entender la principal arma de los tratantes al momento de captar mujeres, que es la instrumentalización del amor y la sociedad para controlar, vulnerar y limitar a las mujeres que caen en las redes de trata. Los tratantes se valen del juicio social que pesa sobre el sexo femenino, y de la confianza que existe en las relaciones de pareja para hacer dependientes a sus víctimas.
Métodos como ofertas de trabajo en momentos de crisis económica, propuestas amorosas a mujeres emocionalmente vulnerables o la promesa de solucionar deudas económicas son los más usados actualmente para empezar lo que la Mtra. Yglesias denominó “el espiral de subordinación”.
Existen otros métodos más agresivos como la técnica gorila, que es determinada por el secuestro de las mujeres para integrarlas a redes de trata de personas; en esta práctica se borra la identidad de las víctimas y se recurre a las drogas o el maltrato físico para someterlas.
Una vez se completó la subordinación, comienza el llamado punto de quiebre, concepto también acuñado por la catedrática. Este es el momento en el que las mujeres ya no pueden salir de las redes de trata porque se han quedado sin recursos sociales, económicos o emocionales, y dependen de este sistema para poder sobrevivir.
La trata de personas con fines de explotación sexual es una práctica que comienza con los tratantes, y se sostiene por el juicio de la sociedad y la omisión o deficiencias de las autoridades. El mito de la mujer buena y la mujer mala pesa sobre las víctimas, quienes son señaladas al intentar reinsertarse a la sociedad y no tiene acceso a una justicia restaurativa por las deficiencias que hay en los protocolos, las leyes y el procesamiento del delito cuando hay denuncias de trata.
“El prestigio comunitario pesa. Entonces, que les digan [a las mujeres víctimas de trata] ‘ya la echaron a perder, ya no sirve, ya no se va a casar bien’, son elementos que, simbólicamente, las matan […] es una forma de violencia feminicida o es un feminicidio simbólico”, explicó.
La Mtra. Ixchel Yglesias invitó a dejar de incentivar la normalización de esta práctica a través de la emisión de juicios a las mujeres que se encuentran captadas en redes de explotación sexual, y que se agrava con la demanda de los clientes. Para la experta, “si no hay clientes, no hay trata”.
Y concluyó: “Detrás de la trata, hay un sinnúmero de relaciones de poder y esas son las que tenemos que visibilizar, porque esas son las que producen víctimas, proxenetas y consumidores, y muy difícilmente se pueden abordar solamente a partir de un instrumento jurídico: implican un trabajo que se debe hilar más”.