Un alemán de 101 años, Josef Schütz, la persona más anciana acusada de crímenes nazis, fue condenado el martes a una severa pena de cinco años de prisión por complicidad de asesinato de miles de personas cuando era guardia en un campo de concentración durante el holocausto.
Schütz, suboficial de la Waffen SS, cuerpo de combate nazi, en la época de los hechos, fue condenado por «complicidad» en el asesinato de 3.518 prisioneros entre 1942 y 1945 en el campo de Sachsenhausen, al norte de Berlín.
Señor Schütz usted tuvo un papel activo durante tres años en el campo de concentración de Sachsenhausen donde fue cómplice de asesinatos en masa», declaró el presidente del tribunal, Udo Lechtermann.
El magistrado afirmó que por su presencia en el lugar, el acusado apoyó las acciones cometidas en el campo de concentración.
Todas las personas que querían huir del campo fueron fusiladas. Por ende, cualquier guardián del campo participó activamente en estos asesinatos», dijo el juez.
Cuando se leyó la sentencia, que es superior a los tres años que contempla el derecho alemán en casos de complicidad con un asesinato, el acusado permaneció estoico.
Estoy listo», indicó Schütz más temprano cuando fue trasladado a la sala de la audiencia, vestido con una camisa gris y un pantalón de pijama, sentado en una silla de rueda.
Su abogado ya había anunciado que en caso de recibir una pena muy dura iba a recurrir a una apelación, lo que retrasaría el cumplimiento de la sentencia hasta inicios de 2023. Dada la avanzada edad y frágil salud del acusado, que comparece en libertad, es poco probable que sea encarcelado.
Durante ninguna de las cerca de treinta audiencias del caso, el procesado expresó el más mínimo arrepentimiento.
El lunes, antes del final del juicio, volvió a negar su responsabilidad.
No sé por qué estoy aquí. Digo la verdad. No tengo nada que ver con la policía o el ejército, todo lo que se dijo es falso», se limitó a decir el acusado, con la voz temblorosa.
– Relatos contradictorios –
Josef Schütz presentó varios relatos sobre su pasado, a veces contradictorios. Recientemente, afirmó haber salido de Lituania al comienzo de la Segunda Guerra Mundial para unirse a Alemania, donde habría trabajado como empleado agrícola durante todo el conflicto.
He arrancado y plantado árboles», explicó, jurando no haber usado nunca un uniforme alemán, sino «ropa de trabajo».
Una versión impugnada por varios documentos históricos que mencionan, entre otros, su nombre, fecha y lugar de nacimiento, lo que demuestra que efectivamente había sido destinado de finales de 1942 a principios de 1945 a la división «Totenkopf» (Calavera) de las Waffen-SS.
Después de la guerra, fue trasladado a un campo de prisioneros en Rusia y luego se trasladó a Brandeburgo, región vecina de Berlín.
Fue sucesivamente campesino, luego cerrajero y nunca fue molestado.
Con 21 años de edad al comienzo de los hechos imputados, se le acusa, entre otras cosas, de haber fusilado a prisioneros soviéticos, de «ayuda y complicidad en asesinatos sistemáticos» por gas de tipo Zyklon B y «por detención de prisioneros en condiciones hostiles».
Entre su apertura en 1936 y su liberación por los soviéticos el 22 de abril de 1945, el campo de concentración de Sachsenhausen vio pasar a unos 200.000 prisioneros, principalmente opositores políticos, judíos y homosexuales.
Decenas de miles de ellos murieron, víctimas principalmente de agotamiento debido al trabajo forzoso y a las crueles condiciones de detención.
Después de haber demostrado durante mucho tiempo poca voluntad de juzgar a todos los autores de crímenes nazis, Alemania amplía desde hace diez años sus investigaciones.
Los guardias de los campamentos y otros ejecutores de la maquinaria nazi pueden ser procesados por complicidad en asesinatos.
AFP