El panismo no tiene quién le escriba. Son nueve aspirantes a la gubernatura y solo Eduardo Rivera Pérez tiene con qué pelear, no sé si ganar, pero por lo menos puede dar la batalla. De ahí, perfiles como el de Nadie Navarro o Inés Saturnino generan no pena, sino penita, que es lo mismo pero más barato.
Marko Cortés ya se sacudió a lo que quedaba vivo del morenvallismo y sus ojos están puestos en no perder Baja California, Puebla para el CEN blanquiazul está prácticamente en el olvido. Genoveva Huerta, la presidenta selfie (porque hasta cuando va al baño se toma su foto y pone frases de Cohelo) un día amanece perdida en la política y al otro extraviada.
Le recomendamos marque a Locatel 6 58 11 o espere la voz oficial de Canal Cinco al servicio a la comunidad: “Pedimos su ayuda para localizar a la presidenta estatal del PAN de 35 años de edad… se ignora su paradero desde el 24 de diciembre del año pasado. Cualquier información favor de comunicarse a los teléfonos de Canal Cinco”.
Fueron los propios panistas que provocaron toda esa crisis por la cual atraviesan: por un lado los morenovallistas que se fueron del estado le declararon la guerra a Tony Gali. Una guerra de bajo perfil, pero lo señalaron y lo acusaron. Nunca soportaron que el poblano logró muchísimas simpatías de la gente. Nunca toleraron que pudo acercarse a Andrés Manuel López Obrador, a César Yáñez, a Dulce Silva y a Olga Sánchez Cordero.
Es decir, no soportaron que siempre les ganó la carrera. Y los panistas que se quedaron en Puebla tampoco buscaron un acercamiento con Gali. Simplemente lo dejaron ir. Prefirieron nombrar como coordinadora de los diputados albiazules a Mónica Rodríguez De lla Vecchia, esposa de su enemigo, Pablo Rodríguez Regordosa, un mal mensaje, por cierto.
El exgobernador ahora anda libre y después del trato recibido puede hacer lo que le venga en gana políticamente. Él no rompió los acuerdos.
Por otro lado, los pasos torpes tomados por la dirigencia estatal generan desconfianza. Genoveva Huerta fue la primera militante en admitir públicamente que en esta elección no tenían mucho qué hacer. Su exceso de honestidad genera susceptibilidad en el electorado.
Y ahí van en un barco lleno de hoyos, con personajes como Luis Paredes Moctezuma de triste memoria por su paso en la alcaldía de la capital. Francisco Fraile, quien sí es respetado por muchos panistas porque sí construyó un liderazgo en los años noventa, pero carece de discurso para competir en una elección estatal y para estos tiempos.
Blanca Jiménez Castillo, una panista de viejo cuño que nos enseña en sus videos de Instagram y Facebook como hacer unos pastelitos bien ricos para que coman en familia. No tenemos idea qué más hace, pero seguramente sus brownies le quedan muy sabrosos.
Quienes tienen más nivel político son Mario Riestra y Jorge Aguilar Chedraui. Ambos morenovallistas puros, no obstante, esa marca en estos tiempos ya no es una buena marca. Cualquiera de los dos si piensa ir sería para cavar más la tumba del grupo al que pertenecieron. Sobre todo porque los panistas tradicionales, entre yunques y familias custodias quieren regresar por las prerrogativas. Seguramente estarán más en los comicios del 2021.
Finalmente, el alcalde de Atlixco, Guillermo Velázquez, no dudamos que sea una buena carta porque uno de los municipios que se están gobernando bien y que resistió el tsunami de Morena fue este, no obstante, es como Jiménez Castillo, posicionar en menos dos meses una figura es muy difícil. Guillermo Velázquez no tiene negativos, pero socialmente tampoco positivos, le falta calle y está haciendo bien su chamba en su tierra, que no se nos distraiga tanto.
La carta más fuerte es Rivera, el problema es que él no quiere meterle su dinero a la campaña que se ve difícil para Acción Nacional y se ve difícil porque López Obrador en vez de bajar en las tendencias cada día sube, se ve difícil porque de facto hay una alianza PRI- Morena y porque juntando la dirigencia nacional y la local del PAN no se hace una. Es como ver todos los días un programa de Los Tres Chiflados.
Ya lo dicen y lo dicen bien: al PAN estatal se lo llevó la tristeza, y sí.
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