En marzo del año pasado se dio a conocer una carta que el Presidente López Obrador le dirigió al Rey de España, en donde le proponía que en una ceremonia pública, el Reino de España expresara oficialmente el reconocimiento de los agravios causados por la incursión de Hernán Cortés, acto al que calificó de “tremendamente violento, doloroso y transgresor”.
La respuesta la dio el gobierno de España. Rechazar con toda firmeza dicha carta, mientras que los diferentes partidos políticos españoles tomaban sus posiciones al respecto, siendo el partido populista “Podemos”, el único que se manifestó abiertamente a favor de la solicitud.
Muchos pensaron que hasta ahí había llegado la ocurrencia, pero con sorpresa nos enteramos hace unos días que la esposa del Presidente, la señora Beatriz Gutiérrez de López Obrador, parece que le dijo al Papa en su reciente visita al Vaticano: “Aquí está la carta”.
Sí, una nueva carta, ahora dirigida al Santo Padre, en donde insiste que la Iglesia católica, la Monarquía española y el Estado mexicano deben ofrecer una disculpa pública a los pueblos originarios, en el marco de los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan y los 500 años de la “invasión” colonial española.
Esta posición abre nuevamente un debate que hace muchos años debió haberse superado, porque solo abona a la polarización de la sociedad mexicana y al reencuentro del resentimiento contra todo lo que huela a Cortés y a España.
Esa llamada leyenda negra que en su tiempo el Papa Juan Pablo II decía que “marcó durante mucho tiempo no pocos estudios historiográficos y que concentró principalmente la atención sobre aspectos de violencia y explotación que se dieron durante la fase sucesiva al descubrimiento”.
Lo curioso del caso es que en la carta enviada al Papa, afirma que representa a un gobierno que está llevando a cabo un profundo proceso de transformación cuyo distintivo es la honestidad, la justicia y la austeridad.
Sobre este párrafo diremos que una transformación se da con acciones en el presente para construir el futuro sin perder la identidad, no con exigencias pasadas que en nada contribuyen al desarrollo presente.
Y por otra parte, esos distintivos que dice representar, no parecen ser parte de su transformación, dado que en cuestión de honestidad, no se ha hecho nada para investigar los casos denunciados de corrupción de Bartlett, Indira Sandoval y su hermano Pío, por solo mencionar algunos.
Si hablamos de justicia, pues no es el mejor referente que la justicia solamente sea mediática y de denuncia en redes sociales, y no con carpetas de investigación integradas por la autoridad correspondiente y valoradas por un juez.
Y finalmente, hablar de austeridad no es viajar en aviones comerciales, es reducir el gasto público y ser eficiente en el manejo del presupuesto, y en ambas cosas ha fallado.
Por eso es mejor no hablar de los nuevos distractores, la estatua de Colón y el penacho de Moctezuma.
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