Tanto que decir. El tiempo sobra y las palabras se vuelven escasas. El aislamiento es una especie de realidad paralela. La eficiencia de antes se ha extraviado entre las noticias de la pandemia, el miedo paralizante, las tareas domésticas, los hijos, la mascota y la gestión emocional de un entorno colectivo obligado a quedarse dentro porque simplemente no hay a donde huir.
Unos reflexionan sobre la profundidad del cambio de rumbo que seguirá la humanidad como consecuencia del COVID19. Otros simplemente añoran que todo termine para recuperar el tren de sus vidas, algo como quitarle la pausa a la película de su cotidianeidad. ¿Quién ganará el guión de la historia, los que sueñan con un salto cuántico de la conciencia humana o los que solo esperan una señal para que todo vuelva a ser exactamente como era antes del coronavirus? No hay una respuesta sencilla.
A pesar de que estoy entre quienes añoran que muchas conductas cambien en los seres humanos, también soy consciente de la dificultad y dolor que implica conseguirlo.
Hace algunas semanas en una entrevista de televisión analizábamos el número creciente de delitos y de crímenes violentos que azotan al país. Nos preguntábamos como es que eso podría detenerse pues lo que subyace es la pérdida absoluta de respeto por la dignidad humana entre quienes ejecutan esas atrocidades. En aquella ocasión concluimos que solo una catástrofe que cale hondo en la sociedad es que podremos revertir el proceso de deshumanización en el que nos hemos metido, la última vez que una situación así se vivió fue en la Segunda Guerra Mundial.
Hoy tenemos a COVID19 en las calles y buena parte de la humanidad metida en casa. Imágenes extraídas de los infiernos de la Divina Comedia las vemos en los noticiarios y las redes sociales casi en tiempo real. Wuhan, Bérgamo, Nueva York, Madrid, Guayaquil, zonas atacadas por el enemigo silencioso que igual mata al rico que al pobre, al honesto que al corrupto, al médico que al paciente. ¿Será el pequeño COVID19 capaz de cambiar la tendencia homicida de los criminales? Para lograrlo debe arder más profundo en el alma de la humanidad, estamos demasiado acostumbrados a desestimar el dolor ajeno.
Tampoco sabemos cómo vamos a salir del asedio en que nos mete COVID19. La inminente segunda oleada de contagios nos lleva a imaginar que pronto estaremos de vuelta en casa pegados a los monitores esperando a que la curva se aplane. Los chinos están en ese momento, el resto del mundo lucha por recuperar su libertad la primera vez.
Las únicas consecuencias que sí son evidentes y lo serán más con el transcurrir del tiempo son las económicas. Slavoj Zizek escribió un ensayo titulado “El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill…” que despertó los instintos más primitivos entre las huestes socialistas o al menos entre los que detestan al enemigo público del momento: el neoliberalismo. Zizek es filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural, una figura de peso entre los intelectuales contemporáneos. En ese pequeño ensayo hace preguntas sobre el futuro del capitalismo y la posibilidad de “pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”. He leído una y otra vez el texto y no encuentro la luz que nos lleve por otro camino distinto al capitalismo, simplemente señala que la pandemia del coronavirus es un golpe al corazón del sistema al estilo Kill Bill, una metáfora provocadora pero solo eso, una chispa en medio de la noche.
Creo que no podemos apostar a que habrá grandes cambios después de la crisis. Sabemos que habrá heridas en las empresas y en las familias, que el desempleo y precariedad serán parte de nuestra realidad durante algún tiempo, que mucha gente habrá muerto víctima del coronavirus o de la neumonía atípica (un eufemismo mexicano para el mundo), y que todos vamos a sufrir por la pandemia, poco o mucho. Sin embargo, los límites de los cambios están determinados por nuestra naturaleza humana y por el entorno natural en el que se desarrolla la vida.
Somos seres egoístas, aun los comunistas gustan de infringir dolor al enemigo pues maximiza su satisfacción de haber triunfado sobre él. Ya sea que se consiga el poder mediante el dinero o mediante el predominio del Estado, los operarios persiguen un fin egoísta que maximice su utilidad. Ese es el límite de lo que somos capaces y no creo que esta versión del coronavirus logre modificar siquiera un poco esa condición humana.
Dentro de los límites sí podrán ocurrir algunos cambios, se me ocurren algunos. La colaboración digital se va a revolucionar después de la pandemia. Muchos estudiantes habrán aprendido a aprender en un entorno digital. Habremos probado la fórmula del trabajo en casa como una opción eficiente que reduce costos a las empresas y a los empleados e incluso reduce costos ambientales al planeta. Los filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos y demás estudiosos del ser y de la sociedad producirán nuevas teorías y nuevas explicaciones. Los médicos, biólogos, químicos, epidemiólogos y demás científicos obtendrán nuevos conocimientos sobre los virus, los sistemas inmunológicos, tratamientos, vacunas, esquemas de intervención ante pandemias. Incluso las familias habrán aprendido más sobre sí mismas, muchas se romperán después de la crisis porque aumentarán los divorcios pero otras se fortalecerán y sanarán viejas heridas.
Creo que los cambios más significativos pueden ocurrir al interior de cada uno. Este es un escenario que difícilmente volverá a ocurrir en nuestras vidas. Hoy, aquí y ahora, tenemos tiempo para pensarnos y reinventarnos desde dentro. Cada quien sabe cuáles son los valores que norman su vida, es más, solo usted -amable lector- sabe sinceramente si algún valor o apetito inconfesable guía su conducta. Quizá es momento de perdonarnos por las afrentas que nos causamos a nosotros mismos y así haremos que el aislamiento social haya valido la pena.
Solo para iniciados
Slavoj Žižek, “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”, publicado en Russia Today, 27 de febrero del 2020.
Hay un pequeño libro de Ernst Friedrich Schumacher titulado “Lo Pequeño es Hermoso”, puede servirle a quien le interese la búsqueda de alternativas al modelo económico predominante.
La estupidez humana es infinita y en México la vamos a sufrir como pocos países en el mundo. Eso será tema de otras reflexiones.
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