Hace 44 años, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, Jaime Lucero decidió salir de Puebla para sumarse a miles de indocumentados en Estados Unidos y materializar el llamado «sueño americano».
Su historia es igual a la de muchos otros migrantes: llegar a un país desconocido, con la manos vacías y sin dominar el idioma, para encontrar aquellas oportunidades que en México parecían inalcanzables en los años 70.
Luis Echeverría y José López Portillo estaban al frente del gobierno mexicano, respectivamente, en aquella época. Pero nada ha cambiado desde entonces, opina don Jaime quien comenta que en México «no tenemos manera de salir adelante (porque) no hay trabajo y mucho menos manera de ocultar nuestra frustración».
«Entonces, cuando oyen que en Estados Unidos ganan 15 dólares (la hora) y lo comparan con el salario de aquí, de México, pues arriesgan hasta la vida por salir a buscar esa mejora en sus vidas», argumenta en entrevista con .
Hoy en día suman 2.1 millones de personas sin empleo en el país, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) del tercer trimestre de 2019 cuando subió a 3.6 por ciento la tasa de desocupación.
Como ocurre en muchos otros casos, él tuvo dos opciones: atemorizarse y dejar atrás la experiencia aterradora de llegar a un país diferente o envalentonarse y seguir adelante para cruzar el Río Bravo, una de la rutas más peligrosas para atravesar la frontera de manera ilegal.
La odisea duró varios días, pero consiguió llegar «al otro lado» y pisar el suelo estadunidense en 1975. Jaime decidió quedarse en Nueva York, la ciudad más poblada de aquella nación y uno de los centros de la economía mundial.
Ahí obtuvo su primer empleo como lavaplatos en un restaurante. «De ahí la historia se parece a la de todos los demás, como dicen, hacer el proceso de migrante y sufrir de primera mano la discriminación y todo lo que conlleva ser indocumentado en un país distinto», insiste.
Pero aquel proceso resultó aún más duro para Lucero, pues con el tiempo se acentuó el rechazo, el sufrimiento, la injusticia y la separación de familias. Esa última política tomó más vuelo con la llegada de Donald Trump al gobierno estadunidense.
«Y aquí en México tenemos que entender que ese es el precio que se paga por esas remesas, que en muchos momentos sacan a flote a la economía mexicana», enfatiza el migrante mexicano.
En 2018 se recibieron 33 mil 480 millones de dólares como concepto de remesas, de las cuales 66 por ciento fueron para Michoacán, Guerrero, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Oaxaca, Ciudad de México, Veracruz, Estado de México, San Luis Potosí y Zacatecas.
Sólo entre enero y septiembre de 2019 habían sido enviados 26 mil 980.26 millones de dólares desde el país vecino del norte, lo que representó un aumento de 9.2 por ciento comparado con igual periodo de 2018, de acuerdo con el Banco de México (Banxico).
Don Jaime considera que sin ese apoyo económico se tendría un «escenario desolador» para muchas de las familias mexicanas, al carecer de los recursos para poder satisfacer sus necesidades básicas.
Mexicano emprendedor
Por esa razón, el poblano tomó la decisión de dejar de fregar platos y sacar sus ahorros para adquirir un camión usado y emprender su propio negocio en 1980 que, con el paso del tiempo, se convirtió en Gold and Silver Logistics.
Su compañía lleva ese nombre en honor al trabajo realizado por su madre, la señora Tranquilinia Cazarez, cuando él era pequeño y vendía oro y plata entre familiares y amigos de su natal Puebla.
Desde entonces, indica, la empresa ha crecido y se ha convertido en una de las mayores importadoras y distribuidoras de ropa para mujer en aquel territorio gobernado ahora por Donald Trump.
Para 2002 contaba con una flota de 25 camiones para repartir sus prendas a medio centenar de tiendas estadunidenses, que en la actualidad suman ocho mil puntos, y da empleo directo a unas 300 personas en Harrison, Nueva Jersey, y otras cuatro mil de manera indirecta.
Don Jaime -como ahora le llaman sus paisanos, clientes y empleados- expone que su empresa cumple con todas las leyes de aquel país para poder operar y contratar a personas de varias nacionalidades y, de entre ellas, 40 por ciento son mexicanos y latinos.
Este caso de éxito contradice el discurso de Trump sobre que México le roba empleos a los estadunidenses porque compañías de su país se mudan al sur. Desde 2007 se ha duplicado la inversión de mexicanos en Estados Unidos, según el Instituto México del Centro Wilson.
Para el empresario mexicano proveniente del poblado Independencia, el trabajo y la visión de los migrantes ha dado un giro de 360 grados y es necesario erradicar la idea sobre tener menos educación y ser siempre una mano de obra barata.
«Tenemos que salir de ese estancamiento», enfatiza Lucero del «otro lado» del auricular y llama a sumar esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de los 36 millones de connacionales porque «pueden tener una realidad diferente».
Esa cantidad de migrantes mexicanos representa 63 por ciento de los 57 millones de latinos que viven en Estados Unidos, según cifras oficiales, y el 70 por ciento de la población mexicana vive en California, Texas, Illinois, Nueva York, Georgia, Florida, Carolina del Norte, Nevada, Colorado y New Jersey.
Contra cualquier «muro»
Para aquel «migrante pionero», como lo describió el New York Times por sus proyectos para dar empleo, los avances de ambos gobiernos han sido «muy discretos» para lograr cambiar la situación de esa población.
«Necesitamos hacer un mayor esfuerzo con los migrantes y debemos emprender acciones urgentes para tener mayor presencia y fuerza» ante las crecientes amenazas del gobierno estadunidense, opina don Jaime quien encabeza el movimiento Fuerza Migrante.
Este frente es la primera plataforma binacional dedicada a empoderar a los mexicanos migrantes mexicanos, a través de la educación, y hasta el momento se han sumado 80 aliados -organizaciones comunitarias, activistas, líderes de opinión, instituciones y organismos públicos y privados-.
Esta iniciativa será lanzada de manera simultánea en ambos países porque «la base del movimiento somos los migrantes mexicanos». «Es momento de reconciliarnos como comunidad y fortalecer nuestras coincidencias. Somos súper ciudadanos por tener la capacidad de influir positivamente en las decisiones de ambos países».
«Debemos demostrar y sentir orgullo de las contribuciones económicas, sociales, culturales y deportivas que realizamos en ambos países», enfatiza el empresario y filántropo mexico-americano.
El merecedor del reconocimiento Ohtli Nacional -otorgado por el gobierno mexicano- y del grado de Doctor Honoris Causa por Lehman College en 2015 -el primer mexicano que recibe la distinción- añade que los migrantes mexicanos han aprendido cómo funciona todo en Estados Unidos y esa experiencia puede llevarse a México para impulsar nuevos proyectos de inversión.
«Tenemos mucho que aportar los migrantes», concluye don Jaime, quien anticipó que la segunda semana de diciembre harán un congreso, sin funcionarios, para definir estrategias en apoyo a connacionales.
Por Carlos Trejo Serrano
Historias de vida, Noticias Destacadas