Alejandro Armenta Mier, al parecer, ya sufre de alucinaciones, persecución y paranoia. Ve enemigos donde no los hay y es como consecuencia de que la realidad política va contra sus expectativas: él quiere ser gobernador del estado. Y es que nuevamente -ya parece disco rayado, mi jefecita dixit- el senador con licencia impugnó la candidatura de Luis Miguel Barbosa la cual ya fue ratificada hasta por el INE.
Pareciera que escucha voces que le dan la orden de impugnar lo que ya no se debería impugnar. Esas voces son las que le dicen que él y no otro es el bueno, el elegido, el único e insuperable. No importa si con sus acciones divide al partido Morena ni que dilapide su capital político ni mucho menos que con ello beneficie al PAN, lo importante es lo que él desea.
Esta es la tercera vez que intenta echar abajo la candidatura de Morena y la verdad es que ya cansa su misma cantaleta, pero sobre todo genera muchas dudas: ¿qué o quienes están detrás de toda esta necedad de ir contra su partido?
Lo más extraño es que coincidentemente Armenta actúa como se había trazado uno de los planes del morenovallismo para la elección extraordinaria: cuando aún se definía al gobernador interino, cuando los morenovallistas todavía pujaban para que quedara Jesús Rodríguez Almeida una fuente de ese grupo confió a este tunde teclas que sabían que en las elecciones extraordinarias perderían frente a Morena y frente a Barbosa.
En ese escenario lo que le quedaba al morenovallismo era entrampar el proceso electoral como -aseguraba la fuente- lo hizo Luis Miguel Barbosa contra la difunta Martha Erika Alonso en los tribunales. Es decir, que si ganaba la elección Morena lo iba a traer entre impugnación e impugnación como revancha por lo que vivimos el año pasado.
Originalmente, hay que confesar, parecía algo totalmente descabellado, sin embargo, si unimos la especie de que Alejandro Armenta tiene pactos con los morenovallistas desde diciembre del año pasado; que existe la presunción de que participó en la elaboración de una carta firmada por la madre de Marta Erika contra Luis Miguel Barbosa por el tema del accidente del 24 de diciembre
Además, vemos que está aliado con Violeta Lagunes la creadora del lema: “Amlo sí, Barbosa no”, todo parecería que sí, es el desquite de lo que quedó del morenovallismo, sino como que por qué tanto brinco estando el suelo tan parejo.
Armenta viene del priismo. Su mejor momento fue en el sexenio de Mario Marín Torres, en el que se imponían candidaturas a la menor provocación y hasta se les daba “coscorrones a las viejas cabronas”.
Es curioso, nuestro personaje de marras jamás se molestó porque hayan impuesto a algún candidato. Siempre se disciplinó. ¿Quién sabe de dónde le salió lo “demócrata?
Para todos es claro que también está la mano de Ricardo Monreal, quien por cierto, cuando todavía vivía Rafael Moreno Valle fueron cercanos y tenían tratos en común. La ruta de Armenta es impugnar-impugnar-impugnar-impugnar-impugnar. No importa que lo bateen de home run y que cada vez vaya perdiendo credibilidad entre sus correligionarios, si es que alguna vez la tuvo.
Al PRI ya lo están velando
La revelación del periodista Mario Alberto Mejía sobre la orden de aprehensión que se liberó contra Mario Marín, Adolfo Káram y Kámel Nacif, desde el jueves de la semana pasada, fue el último clavo al ataúd de la candidatura de Alberto Jiménez Merino.
Con este escándalo, porque es un escándalo, el PRI asegura su tercer lugar en la contienda.
No importa que salgan a declarar que no se vale que se quiera sacar ventaja política en campaña con el caso Marín, pues nadie más que los propios priistas presumieron a Marín como su estandarte y dijeron que el caso Cacho ya estaba en el olvido, ya no pegaría en las elecciones. El propio Jiménez Merino presumía al ex gobernador como su mejor amigo.
No importa que se ampare Marín y compañía, el daño está hecho. En la historia de Puebla jamás se había procedido penalmente contra un ex gobernador. Todos vivían entre la inmunidad y la impunidad.
Marín ya no puede caminar por Puebla. Su imagen daña todo lo que toca, además traicionó a muchos de su propio equipo cuando los mandó a pelear por Javier López Zavala y los abandonó a su suerte y no hay que olvidar que negoció las cabezas de algunos integrantes de su gabinete como el de Alfredo Arango, a quien no pretendemos ni justificarlo ni defenderlo.
Lydia Cacho, al final, ganó esta batalla, catorce años después, pero la ganó.
Foto: Es Imagen / Oscar Morales
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