La elección que viene es de dos: PAN y Morena. Los demás partidos (en menor proporción el PRI) son satélites. Especialistas en el caldo gordo. Partidos Bonsay. En cachar votos para mamar de la ubre. El tema con la elección Morena vs PAN es que en ambos partidos sufren de canibalismo.
En el panismo, comandados en una parte por Fernando Manzanilla, quieren bloquear a Eduardo Rivera Pérez. En el caso de Morena: el marinista Alejandro Armenta quiere impedir la llegada de Gabriel Biestro Medinilla.
Lo que quiere Manzanilla es poner a sus candidatos a regidores, síndico en la capital poblana y ganar diputaciones locales y federales. Lo que quiere Armenta es exactamente lo mismo. Y es que piensan que si se les va de las manos la elección de junio se les va la vida, pierden puestos clave para la sucesión gubernamental en el 2024.
¿No suena lógico que ataquen a sus propios partidos en este momento? Ya lo dijo el sabio: “lo que no suena lógico es que suena a metálico”. Se imaginan la cantidad de recursos que se obtienen en campaña y las prerrogativas en periodos ordinarios o mejor dicho sin elecciones. Todo de la mano de una buena empresa facturera, que nunca falta, ni faltará.
Según las encuestas publicadas hasta hoy, solo son dos los punteros por cada partido: Eduardo Rivera y Gabriel Biestro. Y lo que pasa dentro de sus partidos es vil canibalismo. Se trata de acabarse internamente.
Es cierto que hay una corriente en la que participa Beatriz Gutiérrez Müeller y Bertha Luján y un largo etcétera en el que participa Carlos Alberto Evangelista, pero ese grupo no define candidaturas. La esposa del presidente tiene fuero pero en su casa, no necesariamente tiene la última palabra. Quien sí define todo es el presidente y él solo se va a basar en encuestas más allá de filias y fobias. No es nada más de sacar una manta del Che Guevara y cantar canciones de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. Esto es serio: es el poder.
En este rejuego de candidaturas, el problema, principalmente del panismo es que se la pasan reciclando personajes. No han tenido la capacidad de generar nuevos cuadros. Son más de lo mismo y son los mismos de siempre. Es el juego de las sillas en las que deberían buscar nuevos liderazgos. Nuevas caras, por eso el panismo no tiene todas consigo aunque suene a oposición, pero hasta el momento es la misma gata nada más que bien revolcada.
No hay una visión de fondo ni hay buenos discursos. No hay contraste, sólo fotos en redes sociales que están en reunión con tal o cual o en el mejor de los casos tomando un baño caliente en el temazcal.
Nada de nada.
Pura paja.
Y es por eso que como apuntan las campañas sin discursos innovadores que lleguen a la elección del electorado, será una guerra de estructuras. Una elección en la que las redes sociales serán importantes pero que estarán secuestradas de guerras absurdas y que lo que provocarán a la gente será un bostezo.
Un largo y lagrimoso bostezo.
Al ser una competencia de estructuras sin que la gente salga a votar, los resultados pueden ser muy previsibles. Es muy difícil armar una campaña en dos meses, esas llevan tiempo y no es nada más de la noche a la mañana.
Lo que sí proliferará como ya ha ocurrido es una guerra interna. Ya vimos que Alejandro Armenta es especialista en dinamitar a su partido y crear armas con jeringas llenas de miel para imponerse. Así que esto pinta para estar muy aburrido, peor que el medio tiempo del Superbowl LIV.
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