Los fantasmas de Palacio Nacional ya se acostumbraron a la presencia del nuevo inquilino. Las ánimas de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, Francisco I. Madero, Lázaro Cárdenas, hasta las de Agustín de Iturbide y Antonio López de Santa Anna se aparecen de cuando en cuando en la conciencia del ahora presidente López Obrador.
El bueno de Andrés Manuel vive o quizá sueña -nadie lo sabe a ciencia cierta- un diálogo con los recuerdos de esos inmortales de la patria. Las paredes del Palacio Nacional le recuerdan que su cita con la historia aun no se formaliza. Sabe por lo que le cuentan los fantasmas que un presidente será recordado por uno o dos hechos relevantes. Que la entrada a las páginas doradas de la historia es una elección que se toma en pleno ejercicio del poder y con la convicción de cumplir con el deber al que se está llamado en su tiempo.
El acceso a los libros de historia estaba cancelado por la vía de la cuarta transformación porque el proyecto venía “haciendo agua”, los resultados eran sumamente adversos en todos los frentes. Pero el destino siempre brinda una segunda oportunidad. La irrupción de la pandemia “cayó como anillo al dedo”, pues ahora será el pretexto histórico para justificar que el bien intencionado de López Obrador fue incapaz de cumplir con todas las promesas que hizo a lo largo de 18 años de campaña.
El COVID-19 resultó el intruso perfecto de la misión histórica de transformar a México. El presidente López Obrador no podrá concretar en su sexenio los cimientos del futuro luminoso que imaginó para el país. Atrás quedaron las promesas de crecer al 4 por ciento y la generación de 1 millón de empleos cada año, pacificar a México y regresar al ejército a los cuarteles, sacar de su condición a millones de pobres, rescatar a la industria petrolera nacional y volver a los modos de convivencia comunitaria de mediados del siglo pasado. Se dirá que el maligno coronavirus trastocó las posibilidades de hacer de México una nación próspera, justa y fraterna que el discurso obradorista pregonó por todos los rincones de la patria.
Ya no será la terquedad del jefe de las instituciones y la incapacidad de buena parte de los funcionarios que le acompañan. El relato histórico, o al menos el discurso oficial, podrá culpar a la pandemia de que México haya caído en un abismo de precariedad y miseria, de delincuencia y violencia incontrolables, de sufrimiento y desesperanza.
La realidad: el desempleo
El Instituto Mexicano del Seguro Social informó de la pérdida de 555 mil empleos solo en el mes de abril del 2020. Estamos hablando de empleos formales que contaban con las prestaciones de Ley. El 66% de los nuevos desempleados tenían empleos permanentes y el 34% eran eventuales, cientos de miles de trabajadores que hoy buscarán en la informalidad la manera de enfrentar la crisis.
En materia de empleo el sexenio de López Obrador obtiene una marca negativa. México registra 530 mil empleos menos de los que había en el último mes del gobierno de Peña Nieto, pasamos de 20.46 millones a 19.93 millones en 17 meses del nuevo gobierno.
El coronavirus no es culpable del incumplimiento de las metas en materia de empleo. Al mes de febrero del 2020 el país registraba tan solo 156 mil empleos más de los que había en noviembre del 2018, un paupérrimo incremento del .76 por ciento. Y lo peor es que México es el país de la OCDE que menos recursos ha destinado a salvar empleos. Todo indica que entre las prioridades del presidente no está la de mantener viva a una planta productiva capaz de sacar adelante a las familias mexicanas después de la crisis sanitaria.
La realidad: más pobreza
El discurso del candidato López Obrador estuvo plagado de promesas para los pobres. Nadie puede negar que al menos en el discurso la pobreza siempre fuese motivo de su inspiración.
De acuerdo con proyecciones que hizo el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social -CONEVAL-, la afectación económica derivada de la pandemia por COVID-19 repercutirá en 10.7 millones de mexicanos que se agregarán a la pobreza extrema con respecto a los que había en 2018. La pobreza extrema se refiere a la población con un ingreso inferior al valor de la canasta básica alimentaria (carecen de ingresos suficientes para comer). México regresará a las condiciones imperantes hace dos décadas, significa que se perderán 20 años de esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de los pobres.
Es absurdo culpar a la pandemia sin detenerse a observar las causas directas del terrible aumento en el número de pobres. De acuerdo con lo señalado por el CONEVAL el culpable del aumento en la pobreza es el desempleo ya que existe una elevada correlación entre ambos indicadores: a menores ingresos laborales crece el número de personas en pobreza. Entonces me pregunto ¿Por qué no endeudarse para salvar a México del desempleo si al hacerlo se salva a los pobres?
La realidad: delincuencia y violencia
El fenómeno delictivo no se ha detenido con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador. Las cifras oficiales dan cuenta de meses con elevados índices de violencia. A pesar de la pandemia con las consecuentes medidas de distanciamiento social, el mes de marzo del 2020 fue el de mayor número de homicidios en la historia del país. Aun no se hacen públicas las cifras de abril pero todo parece indicar que el crimen no se detuvo en medio de la crisis sanitaria.
Hace unos días se publicó un Acuerdo Presidencial que formaliza el uso del Ejército y la Marina en labores de seguridad pública hasta el 2024. La decisión confirma que fracasó la estrategia inicial del gobierno y que la Guardia Nacional no puede con el paquete de combatir a la delincuencia al mismo tiempo que cuida la frontera del paso de migrantes, exigencia del presidente Trump.
Realidad alternativa contra la realidad razonable
“Ningún pretexto te hará trascender” le recuerdan los fantasmas del Palacio Nacional, “tienes que pasar a la ofensiva, piensa Andrés Manuel, piensa lo que te hará llegar a los libros de historia”. Y entonces el presidente de México abrazó una idea luminosa: si no es posible arrancar a México del neoliberalismo mediante la cuarta transformación, entonces lo va a destruir. La nueva misión histórica es acabar con el enemigo ideológico. Ahora López Obrador quiere convertirse en el enterrador del neoliberalismo cueste lo que cueste. El fin de la historia contado por Andrés Manuel y no por Fukuyama. Solo así, con esta explicación demencial, puedo entender el conjunto de decisiones absurdas que el presidente ha tomado en las últimas semanas.
Dependerá de usted, amable lector, si compra el discurso oficial con todo y su versión alternativa de la realidad o le hace caso a la razón. Observar las cifras de crecimiento económico, pobreza, desempleo, sumisión ante los americanos, corrupción, abuso, omisión y opacidad no significa claudicar ante los neoliberales. La razón carece de ideología, el buen juicio es patrimonio del pensamiento libre y de personas inteligentes, hágale caso.
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