Los últimos procesos internos en MORENA, partido que representa al nuevo régimen, dejaron muchas lecciones. Quizá la más significativa por sus implicaciones es el rostro que poco a poco va adquiriendo el nuevo sistema político. Tomo prestadas las ideas del profesor de El Colegio de México, Fernando Escalante Gonzalbo, para mostrar la metamorfosis que experimenta México de una República mafiosa a la autarquía con tintes dictatoriales.
Según Escalante Gonzalbo, solo hay 2 tipos de repúblicas, una mafiosa y otra burocrática. La primera organiza la distribución del poder con base en la complicidad, es decir, en las acciones que sus miembros realizan a favor del interés del grupo. La segunda lo hace con base en el mérito, es decir, en el cumplimiento de objetivos institucionales preestablecidos.
La mafia es un sistema que no necesariamente significa delinquir, simplemente pone los incentivos para satisfacer los intereses del grupo de poder, aun si dichas acciones son ilegales, ilegítimas o ilógicas. El sistema de mafias asegura a los miembros que demuestran lealtad -valor primigenio en una república mafiosa-, premios, beneficios y hasta impunidad. La cultura mexicana es proclive a la organización mafiosa que no es otra cosa que la complicidad grupal.
La clave para la efectividad de una república mafiosa está en la recompensa. Si el grupo premia las acciones efectuadas, el incentivo está a la vista y el resto tendrá motivaciones para actuar de la misma manera. El problema viene cuando los premios no llegan y eso se interpreta como incumplimiento de un beneficio ganado, como una deslealtad. Y lo peor, cuando el grupo se avergüenza de su sesgo mafioso y pretende instrumentar un conjunto de reglas propias de una burocracia, aunque su praxis permanezca mafiosa.
Hasta aquí la teoría. Ahora vamos a usarla para interpretar lo acontecido en MORENA.
La regla del proceso de selección de candidatos de MORENA a Presidente de la República y gobernadores de las 9 entidades que serán en electas en 2024, impuso como criterio el resultar vencedor en las encuestas. Eso equivale a anteponer el mérito de la competitividad electoral como criterio rector para ganar el beneficio de una candidatura. Ese criterio propio de una república burocrática fue el que formalmente orientó las decisiones.
MORENA lanzó una convocatoria con antelación al inicio de los procesos electorales para elegir al supuesto coordinador de los comités de la cuarta transformación en el país y en las 9 entidades, en los hechos, significaba nombrar candidato. Los tiempos elegidos fueron una trampa para burlar la ley y permitir que se pudieran efectuar toda clase de actos anticipados que son violatorios de los principios que rigen nuestro sistema electoral. Es decir, quienes decidieran participar lo hacían con el beneficio de hacer campaña para posicionar su imagen con total impunidad, rasgo típico de una república mafiosa.
Fue el partido y en ocasiones el propio presidente López Obrador quienes determinaron la lista final de competidores. Recordemos el caso de Zoé Robledo, director general del IMSS, que fue descartado incluso antes del registro de aspirantes en Chiapas.
Llegó el tiempo de las definiciones y la lectura de los resultados de las encuestas. En algunas entidades los datos estadísticos confirmaban la voluntad presidencial y en otras se aplicaron criterios políticos para determinar a los ganadores. La paridad de género fue una restricción que ayudó, por ejemplo, a eliminar a Omar García Harfush de la candidatura en la Ciudad de México, aunque no fue observada la regla de competitividad que señalaban las encuestas. Esa decisión demostró que el poder no lo tiene todavía Claudia Sheinbaum, ya que no dejaron a su favorito en la candidatura, sino a quien le es más cómoda a los intereses del presidente de la República.
El caso más ominoso y vergonzoso para la república mafiosa o régimen de complicidades que ha orientado la praxis política del régimen cuatroteísta, es Puebla.
Con independencia de lo que dijeron las encuestas -que para efectos estadísticos esas y las nuestras marcaron empate técnico entre Nacho Mier y Alejandro Armenta-, la decisión no tomó en cuenta los servicios prestados a la organización (ellos le llaman movimiento) por parte del Coordinador de los Diputados Federales de MORENA. Y no solo eso, sino que cambiaron la fecha de la apertura de las encuestas para que pudiera pasar el presupuesto como le gusta al que manda, “sin cambiarle una sola coma”. A diferencia del criterio que operó con Zoé Robledo, a Nacho Mier lo dejaron correr y le hicieron creer que él sería el ungido pero aun tenía que sacar un par de pendientes importantes para el jefe; la cancelación de los fideicomisos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el presupuesto electoral 2024 (es federal, disculpe usted).
No pretendo juzgar la moral de las decisiones de López Obrador, Nacho Mier o Claudia Sheinbaum, simplemente observo que se violó la regla de oro de una organización mafiosa. La próxima vez tendrán más cuidado de creer que servirle al jefe es condición suficiente para gozar de algún pretendido beneficio. El caso de Puebla significa una pérdida de incentivos a envolverse en la bandera del movimiento y tirarse al vacío, porque nadie asegura que abajo habrá una red de protección.
La otra lectura del proceso es la consolidación de un régimen vertical que tiende a eliminar los contrapesos institucionales y políticos del poder unipersonal de López Obrador. Sin división de poderes, sin organismos autónomos, sin federalismo, sin oposición, sin observancia de la Ley y sin obligaciones políticas con los aliados, lo que se configura es un régimen distinto a una república, es una autarquía.
La pregunta que viene es saber si Claudia Sheinbaum será capaz de resistir o simplemente jugará el papel de parapeto para que López Obrador siga siendo quien manda en México.
Ilustración: Alejandra Medina