El 27 de febrero de 1932 nació en Londres, Inglaterra, Elizabeth Rosemond Taylor, sus inquietantes ojos violetas fueron referencia desde temprana edad. Con el tiempo llegaría a convertirse en una de las máximas estrellas de la pantalla grande y la primera mujer en recibir un salario de un millón de dólares por la película Cleopatra.

Su vida personal sufrió altas y bajas tan memorables que eso hizo que la gente la quisiera aún más. Sus constantes matrimonios, sus adicciones y sus constantes resurgimientos de las cenizas hicieron de la carrera de Taylor un viaje en montaña rusa.

Fiel amiga de grandes como Michael Jackson, Elton John y Rock Hudson supo dedicar sus energías altruistas en construir una fundación que apoyara millonariamente la investigación sobre una cura contra el VIH/SIDA. Su gran amigo Rock Hudson había padecido esta enfermedad justo antes de morir y ella estuvo a su lado apoyándolo a pesar de las duras críticas.

A lo largo de su carrera recibió múltiples premios y nominaciones. La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas le brindó cinco nominaciones, de las cuales ganó en dos ocasiones como mejor actriz; ganó el Oso de Plata de la Berlinale, un BAFTA de tres nominaciones, un Globo de Oro de cuatro nominaciones y una nominación a los premios Tony.

Elizabeth Taylor supo diversificar su carrera, no solamente en el área humanitaria sino también en los negocios. Construyó su propia marca de joyas y de fragancias, quizá su nombre fue uno de los primeros en estar relacionado con un perfume. Las ventas no se hicieron esperar y se convirtió en uno de los perfumes más vendidos, al grado de agotarse en cuestión de días después de su lanzamiento. El negocio que empezó con un aroma terminó con una colección de once. Algunas personas aseguran que ganó más dinero por sus perfumes que por su carrera fílmica.

House of Taylor fue el nombre de su compañía de joyas que utilizaba para recaudar fondos para diferentes asociaciones que atendían a personas con cáncer. Hasta la fecha la empresa sigue vigente y está en manos de sus herederos.

Elizabeth Taylor supo ser vulnerable antes los constantes fracasos matrimoniales y resiliente ante sus adicciones al alcohol y a las drogas.

Su vida estuvo plena de satisfacciones, excentricidades y talento. Sin duda una de las bellezas más grandes que ha iluminado la pantalla cinematográfica.