El mito de las “malas vacunas”, cómo empezó y por qué es importante erradicarlo

El 28 de febrero de 1998 una reconocida revista médica llamada The Lancet publicó un artículo escrito por el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield en el que vinculaba la vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola con autismo.

La publicación eventualmente se retractó, los coautores del artículo confirmaron que la información era incorrecta y Wakefield perdió su licencia médica. Desde entonces en el Reino Unido ocurrieron más de 12,000 casos de sarampión y al menos 3 personas murieron por no estar vacunadas.

El 28 de febrero de 1998 una reconocida revista médica llamada The Lancet publicó un artículo escrito por el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield en el que vinculaba la vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola con autismo.

La publicación eventualmente se retractó, los coautores del artículo confirmaron que la información era incorrecta y Wakefield perdió su licencia médica. Desde entonces en el Reino Unido ocurrieron más de 12,000 casos de sarampión y al menos 3 personas murieron por no estar vacunadas.

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Wakefield y sus colegas publicaron la información sin seguir los procedimientos de investigación correctos y sin saber la revolución que causarían. El Consejo Médico General de Gran Bretaña descubrió que los niños que participaron en el estudio habían sido cuidadosamente seleccionados, y que parte del mismo había sido financiado por abogados de padres que estaban demandando a fabricantes de vacunas.

Entonces, ¿cómo inició la psicosis?

Jeanette Holden, quien dirigió el el Consorcio de Investigación Canadiense Americano sobre Desórdenes del Espectro Autista desde 2001 y hasta el final de su carrera, pensaba que la razón por la que tanta gente se enganchó con la idea de que las vacunas provocan autismo es porque no existe una explicación médica concreta para este padecimiento.

“Creo que muchas familias estaban buscando una razón, y por lo tanto fueron extremadamente vulnerables (a esta explicación). El problema es que esto tuvo efectos dramáticos a la salud, porque la gente dejó de vacunar a sus hijos”.

En Reino Unido, la Agencia de Protección de la Salud atribuye dos brotes masivos de sarampión (uno en 2008 y otro en 2009) a un aumento significativo de niños sin vacunar. Otros brotes fatales de sarampión han ocurrido en Estados Unidos y Canadá por la misma razón.

En Reino Unido, Finlandia, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos se llevaron a cabo estudios con miles de niños que no encontraron una relación entre las vacunas y el autismo, pero para entonces el daño estaba hecho. Ahora, grupos radicales de personas antivacunas apoyados por un puñito de celebridades y amplificados por el alcance del internet siguen provocando estragos a la salud pública.

Este año la Organización Mundial de la Salud nombró a la renuencia a la vacunación como una de las 10 principales amenazas a la salud. La OMS citó como ejemplo el caso del sarampión, que ha experimentado un aumento del 30% a nivel mundial. Aunque admiten que no todos los casos se deben a la renuencia a vacunarse, algunos países que estaban cerca de eliminar la enfermedad han experimentado un resurgimiento considerable.

En el año 2000 Estados Unidos había erradicado el sarampión, pero desde que el movimiento anti vacunas cobró fuerza se han reportado 2,216 nuevos casos en ese país, incluyendo un brote que inició en 2015 en Disneylandia.

Esto se explica con una frase de Mark Twain, “Una mentira puede viajar medio mundo mientras la verdad se pone los zapatos”. La revista que publicó el estudio del doctor Wakefield tardó más de una década en retractarse, porque es mucho más rápido publicar estudios falsos que desaprobarlos.

Por eso es nuestra labor, como medios y como padres de familia, tomar decisiones basadas en estudios rigurosos y verídicos. La salud de todos está en juego.

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julio 20, 2019 - 8:38 am

Por: Staff

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