¿Quién entiende la dualidad esquizofrénica de Alejandro Armenta Mier?
Un día es una joven promesa del PRI, marinista hasta las cachas, compadre de grado de Javier López Zavala, otro día decide renunciar al partido que lo vio nacer y del cual supo y participó de todas sus mañas, fue cómplice al cien por ciento. De ahí se purificó porque se inscribió en Morena.
Se vuelve senador por el efecto López Obrador, por Morena, porque el pueblo bueno decidió castigar al PRI y al PAN. Él y sus seguidores piensan que fue por su lindo rostro y porque nació en la región, que por eso obtuvo un millón y medio de votos. Una vez que llega al Senado se le olvidó de la guerra que mantuvo su partido en Puebla contra el morenovallismo.
Es entre octubre o noviembre, cuando trascendió, que se sentó a pactar con el morenovallismo un tema con el cual lo perseguían: supuestamente usó recursos federales para damnificados en beneficio propio.
Unos días antes de que Martha Erika Alonso rindiera protesta como gobernadora coincidió que la Fiscalía General del Estado lo exoneró. Los críticos en la prensa de Armenta también dejaron de serlo “casualmente”.
Durante la guerra que sostuvo Luis Miguel Barbosa Huerta contra los morenovallistas por la gubernatura, el senador no lo defendió, prefirió quedarse en el Senado para presidir la Comisión de Hacienda. La batalla por Puebla ya no era suya. Para él lo importante fue ganar con un millón y medio de votos y si se hizo o no fraude en el caso de la gubernatura esa no era su bronca. Ya era senador.
Tras la trágica muerte de la gobernadora y su esposo en el helicóptero y después de que salió electo Guillermo Pacheco Pulido como gobernador por casi la unanimidad de los diputados, Alejandro Armenta se le “ocurrió” llevado de la mano de Ricardo Monreal, César Yáñez y su esposa Dulce Sánchez levantar la mano para ser candidato a la gubernatura de Puebla.
Para eso se creyó el cuento de que él y solo por él había obtenido un millón y medio de sufragios mientras que Luis Miguel Barbosa pasó del millón 30 mil a la gubernatura. Se le olvidó que la lucha de Morena por la que se generó una parálisis política y social fue porque los barbosistas aseguraban que les habían robado la elección y que no concordaba que sólo en la gubernatura habían salido derrotados.
Armenta entonces le declaró la guerra a Barbosa, pero dirigió sus misiles contra el gobierno que encabeza don Guillermo Pacheco, al cuestionar a Fernando Manzanilla y a Jorge Esefan Chidiac.
Ahí es donde nuestro personaje de marras comenzó a perder la cabeza, pues ambos funcionarios (Gobernación y Finanzas) están más preocupados por entregar buenas cuentas en el breve lapso que durará el interinato. Y de esa forma alebrestó a sus seguidores como si fuera un gallinero a lanzar todo tipo de acusaciones mientras se realizaba la precampaña.
Algo pasó ahí, pues en febrero pasado, se le acusó de ser participe con la familia de Martha Erika para elaborar una carta en la que acusaba a Barbosa de tener las manos llenas de sangre. Hay quien asegura que Armenta fue uno de los autores intelectuales de dicha misiva que terminó en desplegado.
Fue Armenta quien jaló a un grupo de diputados locales y al Ayuntamiento de Claudia Rivera para que se sumaron al banzai (grito de los kamikazes japonenes) del senador. Se le olvidó o no supo leer los mensajes que se enviaban desde la cuarta transformación. Signó un acuerdo para respetar el método y el resultado de las elecciones. Una vez que salió derrotado, un día dijo que no iba a impugnar y al otro lo hizo.
Luego nos enteramos que quería intercambiar su apoyo a cambio de posiciones en el gabinete y vetar a funcionarios estatales porque sabe que en el 2024 aparecerían en las boletas y él quedaría fuera de la jugada.
Además, ha llevado todo a un punto sin retorno acusando de parcialidad al partido que lo cobijó después de que salió huyendo del PRI.
¿Quién entiende a Alejandro Armenta que un día es el doctor Jekyll y al otro es Mr. Hide? Lo malo es que se está llevando a sus seguidores entre las piernas. Él regresará al senado a vociferar y a justificar por qué perdió, a seguir en el entramado contra el candidato a gobernador, a desprestigiar a la administración estatal y a hablar pestes de Morena.
Nadie lo entiende.
Foto: Es Imagen / Jafet Moz
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