Nadie hubiera creído si hace 20 años alguien nos hubiera dicho que existirían una serie de formas de comunicarse inmediatas a través de las computadoras y teléfonos celulares.
Las redes sociales han venido a transformar muchas cosas. La manera en la que nos comunicamos, la forma en la que nos informamos o desinformamos, cómo presumimos, cómo nos quejamos, cómo queremos y cómo odiamos.
Debo confesar que mi actividad en redes sociales escasas veces es personal. Siempre comento o publico información de tipo profesional. Aun así en incontables ocasiones he estado a punto de querer mandarlas a volar.
Desde que Facebook y Twitter le dieron voz a quienes por generaciones hemos sentido que nos han callado pareciera ser el pretexto ideal para escupir al aire cualquier cosa que se nos viene a la mente.
Mi madre siempre me ha dicho que ‘si no tienes nada bueno que decir, no digas nada’, pero pareciera que esa frase no aplica para las redes sociales. Ahí el chiste es quejarse, mentar madres, cuestionar a la mala y agredir.
Debo decir que yo me considero suertudo pues no he sido buleado de manera intensa en las redes sociales, pero hay una serie de ‘amigos’ o ‘seguidores’ que pareciera que ningún chile les acomoda.
Si publico algo sobre alguna figura política las mentadas de madre y ofensas llueven al por mayor.
Si publico la foto de una mujer escultural y bella los cuestionamientos sobre la cantidad de cirugías que se habrá hecho, pululan.
Si la foto es de un actor o actriz de edad las ofensas sobre el paso del tiempo llegan a borbotones.
Si la foto es sobre un animal, sea el que sea los besos, apapachos, suspiros y corazones llueven por doquier.
Créame, lo tengo muy medido.
A veces no sé si me estresa o me encabrona que haya mejores comentarios hacia los animales que hacia las personas.
Criticar duramente a los políticos sentadotes desde un teléfono celular es comodísimo, no tan cómodo es ser verdaderamente un ciudadano comprometido. Insultar la belleza tenga o no tenga cirugías o el paso de la edad a veces parece como si fuera por envidia al no poder estar igual de bellas o bellos; y al criticar el paso del tiempo pareciera que no nos cae el veinte que en 10, 20 o 30 años vamos a estar igual o peor.
Me encantaría que las redes fueran más propositivas, pero parece que eso no es lo que vende. Lo he probado y nada… todo pasa desapercibido.
Está visto que para seguir haciendo el trabajo que hago diariamente en estos medios tendré que hacer de tripas corazón, no ser tan crítico y seguir bloqueando a los que de plano no tienen nada bueno que decir de nadie.