A la BUAP la auditan instituciones como la Auditoría Superior de la Federación porque recibe recursos federales principalmente, además una serie de organismos estatales y estas revisiones son constantes. Por ello es la pregunta: ¿por qué Francisco Romero Serrano insiste en debilitar a la máxima casa de estudios y vulnerar su autonomía?
¿Cuál es el verdadero móvil de Romero Serrano? La Universidad Autónoma de Puebla tiene desde 1989 que no enfrentaba a otro poder como ahora es el Legislativo.
En los años setenta y ochenta, Puebla vivió uno de los peores episodios de su historia: tomas violentas de camiones, manifestaciones casi todos los días en el Centro Histórico, porrismo, vandalismo, corrupción y el uso de estudiantes como grupos de choque para favorecer a partidos políticos.
¿Se pretende regresar a esa vieja lucha?
¿Qué hay detrás de las acusaciones de la falta de transparencia?
¿Quiénes son los que se quejan contra la universidad y por qué?
Habría que ver los perfiles de los críticos y comprender qué es lo que pasa y cuál es el móvil.
Lo que no suena lógico suena a metálico.
A nadie le conviene una lucha a la vieja usanza, a nadie le conviene despertar a los duros de la BUAP; sí es cierto que es importante el diálogo y seguramente lo habrá entre los interesados pero mientras siguen los mensajes entre ambos grupos no se llegará a nada y saldrán raspados ambos bandos y lo peor los mensajeros quedarán mal cuando vea uno a uno y a otro lado fumar la pipa de la paz.
El tema es que no es contra el contador público Alfonso Esparza, el punto es que es contra la BUAP y esta institución ahora es considerada como la más importante del sureste del país por su oferta educativa y el nivel profesional de los académicos.
No estoy diciendo que no existan errores administrativos o incluso algunos maestros que han cometido fallas. Eso pasa en todos lados, pero la llegada de Esparza Ortiz a la BUAP le dio un giro de 180 grados a comparación con sus antecesores.
Se terminó el dispendio.
Se terminó el uso de los recursos para alimentar el ego del rector.
Se acabó con el culto a la personalidad que tanto pregonaron tanto Enrique Agüera como Enrique Doger.
Y se acabó el uso de los estudiantes y académicos como botín político a favor del PRI o del candidato priista como en su momento fue Javier López Zavala.
La BUAP se quitó etiquetas partidistas aunque insistan en decir que era morenovallista; Esparza Ortiz trabajó con el mandatario en turno y no dudo ni un segundo que esté dispuesto a colaborar con el actual, si y solo sí, dejan de meter ruido en la comunicación entre ambos los personajes que quieren sacar ventaja de los conflictos.
Romero Serrano puede salir debilitado si es que sigue en su necedad de cobrar facturas personales y no se convierte en un técnico del área y deja el protagonismo a un lado y en mano de sus jefes, los legisladores.
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